Los malos humos se alejan, pero no del todo, de los hospitales tras la nueva ley del tabaco
- Pacientes, personal sanitario y enfermos siguen fumando a las puertas
- Los no fumadores se resisten a denunciar las infracciones
Ver también: Especial Ley antitabaco
“Que me denuncien que me metan en la cárcel si quieren pero yo no lo dejo”. Indignada, Asunción apura nerviosa las últimas caladas de su cigarrillo en la misma puerta del Hospital Gregorio Marañón.
Su madre está ingresada por un grave problema cardíaco y esta madrileña se fuma las horas, los minutos y los segundos de la espera. “Te miran como si fueras un apestado”, añade y aplasta la colilla con rabia contra el suelo tan sólo un día después de la entrada en vigor de la ley que prohíbe fumaral aire libre o a cubierto en los centros sanitarios.
A unos escasos siete metros de la puerta del hospital, este lunes los fumadores siguen echando humo. En menos de diez minutos un grupo de cinco se arremolina alrededor de una papelera que funciona como improvisado cenicero.
Es un centro de reunión y de alguna forma “hermana” a estos nuevos proscritos, que se desahogan de sus penas sanitarias. Allí está Álvaro, acarreando sus muletas, se ha roto la cadera y sus familiares le acompañan a “echarse el cigarrito”.
“Si me tengo que alejar me alejo o lo apago sin problemas, no quiero que me denuncien", explica este paciente, que argumenta que su 'ratito' de fumar es una forma de tomar el aire.
Carné por puntos para fumadores
Basta con acercarse a las puertas de un hospital para comprobar que la ley antitabaco no entiende distancias. Este lunes Leire Pajín aseguraba que en hospitales y parques es donde hay más dificultades para aplicar la nueva ley, que impide fumar a menos de 50 metros de un centro sanitario, tanto al aire libre como en un espacio cubierto.
“Fuma muchísima gente menos que antes en la entrada” apuntan Joaquín y Roberto, dos técnicos sanitarios del Hospital Gregorio Marañón que están de guardia y al observar el panorama se atreven a dar consejos.
“Tendrían que meter controladores antitabaco por la calle como los de los parquímetros, o mejor un carné por puntos para fumadores y si te pillan pues a apechugar”, explican estos trabajadores en su pausa de descanso.
“Si quiero fumar tengo que andar hasta el Pirulí”
A las puertas de la Maternidad de O’Donell, la nueva ley ha creado polémica y tertulia entre los taxistas que matan el tiempo a la espera de clientes. José y Vicente fuman sin descanso puritos y tabaco negro apoyados en sus vehículos.
“Aquí esto es imposible porque estamos encajonados entre tres hospitales. Si queremos alejarnos 50 metros acabamos en el Pirulí y no es plan”. Más pragmático se muestra Rafael, el único taxista no fumador. “Yo desde luego no les denuncio que no soy un chivato, ni a ellos ni a las enfermeras del hospital que salen corriendo y dan la vuelta a la manzana a echarse un triste pitillo”, concluye.