Túnez, el estallido de un volcán en ebullición
- "Esto se veía venir", comenta un tunecino sobre la caída de Ben Alí
- La frustración de jóvenes muy formados, caldo de cultivo de las revueltas
- La corrupción encabezada por la mujer de Alí alimentó las protestas
- La catársis puede contagiar a los vecinos
Un buen amigo de Túnez me escribió hace unos días y me dijo: “Esto se veía venir” y añadía en una lacónica nota: “Se ha derramado mucha sangre, demasiada para que todo esto pueda pararse sin más, estamos muy tristes”.
Y es que la situación de este pequeño y turístico país del magreb era desde hace unos años un volcán en plena ebullición.
Hace poco más de dos años, un equipo de En Portada recorrió el país de norte a sur, hablando con su gente, escuchando a políticos, escritores, abogados, sociólogos, periodistas y sobre todo a esos jóvenes que configuran la mayor parte de la población tunecina.
Jóvenes educados pero sin futuro
Jóvenes bien formados que gracias a una ley heredada de la época de Habib Bourguiba, padre de la independencia del país y primer jefe de gobierno, se había beneficiado de una enseñanza pública y gratuita que les facilitó una brillante formación y un buen número de nuevos licenciados.
Gente bien preparada que, sin embargo, no encontraba oportunidades de trabajo y lo que es peor se topaba con una sociedad vigilada y corrupta en la que sus derechos y libertades estaban muy restringidos.
En el céntrico café de Paris, en plena avenida de Habib Bourguiba, la calle principal de la capital tunecina, muchos jóvenes expresaban ante nuestras cámaras su rechazo a la enorme presencia policial, que aunque disimulada vigilaba cada movimiento.
Los innumerables cibercafés donde muchos jóvenes tunecinos abrían esa ventana al exterior que era Internet, tampoco se libraban del control, muchas páginas desaparecían y las entradas a otras estaban controladas.
La mayoría de la prensa que se encontraba en los quioscos no retrataba o lo hacía con pudor el descontento, tampoco se podían exhibir opiniones contrarias al régimen.
Llamamientos incumplidos al diálogo
Eran vísperas de las últimas elecciones presidenciales y nadie dudaba entonces de la reelección del presidente Ben Ali en el poder desde hace más de 20 años aunque no imaginaran que traerían una nueva victoria aplastante de su partido Reagrupamiento Constitucional Democrático, que consolidaba otra vez para un quinto mandato al presidente hasta 2014, algo que lograba con casi el 90% de los votos y que sonaba a más de lo mismo, tampoco había expectativas en ese tiempo de ningún otro cambio importante.
Apenas conocían esa supuesta intención, una especie de declaración de intenciones, que el gobierno señalaba entonces de un diálogo con fuerzas políticas y que parecía encabezar el ex ministro Moncer Rouissi, un hombre abierto, que ocupaba la presidencia del Comité Superior de Derechos humanos, quién declaraba entonces que había que promover una sociedad de diálogo, de tolerancia y pluralismo.
Pero ninguno de los partidos de oposición veía esa puerta abierta.
Una oposición dividida en torno al islamismo
El PDP, el único partido de oposición real reconocido,( ya que existen seis partidos de oposición, pero afines a la doctrina del poder) , aunque sin representación en el parlamento, señalaba entonces su verdadera disposición a ese diálogo que no llegaba nunca.
Gran parte de la oposición se aglutinaba en la coalición denominada Movimiento 18 de octubre, quer reunía diversas tendencias y que nació en 2005 a raíz de una huelga de hambre, protagonizada por distintas personalidades políticas de diferentes ideologías, durante la Cumbre de la Sociedad de la Información celebrada ese año en Túnez.
Pero si los partidos políticos se quejaban de cierta apatía de la sociedad civil tunecina, la sociedad también criticaba una cierta desunión de los partidos políticos que discrepaban entre los que querían que los partidos islamistas formaran parte de la coalición y aquellos que se negaban a la posibilidad de que estos partidos entraran porque temían que después no aceptaran las reglas del juego.
Sin embargo, algo en lo que si estaban de acuerdo tanto los políticos como la sociedad en general era la escandalosa y creciente corrupción que diezmaba poco a poco al país.
La corrupción y la mujer del presidente
La intromisión de la familia de la mujer del presidente Ben Ali, Leila Trabelsi, en casi todos los negocios era un clamor y a pocos se les escapaba que era ella misma quién manejaba los hilos de la trama familiar, su poder y su influencia frente al presidente había dejado desde hace tiempo de ser un chisme de corrillos para convertirse en una crítica real, a nadie se le escapaba su influencia y sus ambiciones.
Madre del único hijo varón del presidente Ben Ali, con quien se casó después de que él se divorciara de su primera esposa, ya que en Túnez no está permitida la poligamia y con una clara diferencia de edad y de posición, la nueva esposa parecía tener la palabra final en casi todas las decisiones, algo que también destapó las recientes filtraciones de Wikileaks.
Los ciudadanos de a pie empezaban a considerarla como la peor influencia para el presidente.
Mientras la familia de la esposa del presidente seguía enriqueciéndose, la población tunecina veía como las cifras de paro aumentaban considerablemente en los últimos años.
La ira contenida chocaba además con la misma perspectiva de restricciones políticas basándose en una cacareada seguridad contra el islamismo, que casi nadie se creía ya.
La persecución antiterrorista
En 2003 se promulgó la ley antiterrorista, que como ha ocurrido en otros países ha sido la baza para una merma generalizada de derechos y libertades fundamentales.
Tras el fatídico atentado en 2002 contra la sinagoga en la isla de Yerba, las medidas se endurecieron y basándose en esta nueva ley como sugería la abogada Radia Nasraoui, algunos artículos confundían la libertad de opinión con los actos terroristas propiamente dichos.
Entre las barbaridades de esta nueva legislación estaba el que por ejemplo, según decía esta abogada, se pudiera denunciar a una persona sin que fuera desvelada su identidad, lo que permitía que cualquier persona que hubiera tenido un problema con otra la acusara de terrorista y la víctima no tuviera derecho a conocer de donde procedía la denuncia.
Mientras se endurecían las leyes y crecía la corrupción, seguían sin verse perspectivas de cambio, pero tuvo que ser un pobre muchacho, uno de esos jóvenes desencantados de su propio destino quien encendiera la mecha de la peor revuelta ocurrida en el país y que ha logrado desalojar al presidente del poder después de más de veinte años en tan sólo unas semanas.
Todo un aviso para muchos regímenes que vapulean a su antojo los derechos y libertades del pueblo. Una catarsis que puede contagiar a otros vecinos y que pone de manifiesto un viejo refrán… cuando las barbas de tu vecino veas pelar.