Comer tiburones daña la dentadura de las orcas
- La piel de los escualos es tan dura que desgasta sus dientes
- Sus encías se quedan al descubierto y amenaza su capacidad de alimentación
Como los niños que comen muchos caramelos y se les pican los dientes. A las orcas les pasa lo mismo. Pero en este caso por comer tiburones, y pagan un alto precio por 'desgustar' ese manjar.
Aunque sea uno de sus alimentos favoritos, la piel de los escualos es tan dura que desgasta los dientes de las orcas y deja al descubierto sus encías, lo que pone en peligro su capacidad para alimentarse en el futuro, según recoge Nature.
Así lo asegura John Ford, científico de la Estación Biológica del Pacífico y responsable de la investigación, quien ha publicado los resultados del estudio en la revista Aquatic Biology.
Las fatales consecuencias para su dentadura provocan que los encargados de cazar a los tiburones sean los ejemplares más jóvenes. Probablemente, señala el científico Robin Bird, "los adultos sólo mastiquen el hígado, o tal vez se conforman con una 'dieta blanda', como sucede en los humanos".
“Los adultos sólo mastican el hígado o se conforman con una dieta blanda“
Y aunque la elección de tiburones como plato principal pueda parecer peligrosa, resulta todo lo contrario. "Atacar a un lobo marino es probablemente más peligroso que atacar a un tiburón de dos metros de largo", afirma Bird.
Hábitos alimenticios distintos
El estudio también pretende detallar cómo la diferencia en las dietas de los tres tipos de orcas que habitan en el Océano Pacífico -desde Alaska hasta California- podría indicar que son especies distintas.
Y estas necesidades alimentarias tendrían que recogerse en los programas de conservación, advierten los investigadores, "porque son poblaciones pequeñas y muy vulnerables a los cambios de alimentación".
Además, a medida que las orcas se meten mar adentro, se sumergen a profundidades mucho mayores para conseguir alimento.
Por ello, los científicos explican que les costó mucho trabajo averiguar sus hábitos alimenticios, pero que pudieron confirmarlos tras realizar pruebas genéticas a pedazos de carne que flotaban en la superficie tras observar cómo buceaban profundamente.