Egipto espera al ocaso eterno de Hosni Mubarak
- El 'Rais' se mantiene atado a la Presidencia pese a los disturbios
- El vicepresidente Suleimán y el ministro de Defensa, claves
Cada día que pasa Mubarak se enfrenta al que puede ser el último de su régimen y sin embargo, sobrevive. Ya van más de cien muertos, miles de heridos y detenidos y varias jornadas de caos, saqueos y manifestaciones multitudinarias, pero el presidente egipcio se mantiene atado a la presidencia. El último reto: la manifestación masiva que este martes ha convocado a un millón de egipcios a pedir su salida.
El Rais está en la cumbre de un castillo de naipes que no acaba de derrumbarse o, puede que, en realidad, nadie se atreva a quitar la carta que lo mantiene en pie.
Egipto no es Túnez. El régimen de Ben Ali era una pequeña república turística que poco tenía que ver con este gigante de Oriente Próximo. Ni demográficamente -10 millones de tunecinos, frente a más de 80 millones de egipcios-, ni políticamente, ni estratégicamente pueden compararse.
Egipto es una de las potencias políticas, militares y económicas de la zona. Controla el Canal de Suez y a pesar de las peticiones de "transición ordenada" de la Casa Blanca, el régimen de Mubarak es uno de los principales aliados de Estados Unidos en la zona.
Además, junto con Jordania, es el único país árabe que ha firmado la paz con Israel.
Los Hermanos Musulmanes y El Baradei
El hecho de que los manifestantes exijan reformas democráticas y de que, en principio, no haya reivindicaciones islamistas tras las protestas, no puede obviarse ya que, precisamente, el grupo más importante y mejor organizado de la oposición son los Hermanos Musulmanes.
Consiguieron un quinto de los escaños en las elecciones legislativas de 2005 y posiblemente conseguirían más representantes en unos comicios limpios.
Sobre Mohamed el Baradei, la figura que ha asumido el liderazgo de la oposición, hay muchas dudas. Su prestigio -es Premio Nobel de la Paz y fue director de la Agencia Internacional de la Energía Atómica- le avala.
Tiene el apoyo de gran parte de la clase media pero, de momento, no ha hecho gala del carisma necesario para liderar una revolución, ni cuenta con el respaldo de las masas.
Mientras tanto, la Hermandad Musulmana -ilegal pero tolerada- se mantiene en un discreto segundo plano apoyando la protesta, pero renunciando a liderarla abiertamente.
A nadie se le escapa que si la revuelta pasa de ser "popular" y "democrática" a "islamista" perdería muchos apoyos en Occidente y entre algunas monarquías del Golfo. Amén de que ni Estados Unidos, ni Europa, ni Israel, verían con buenos ojos a los Hermanos llevando las riendas del país de los faraones.
Tres patas
Todo ello hace que se perciba como más peligroso un vacío de poder que un régimen caduco. Según la mayor parte de los analistas, las declaraciones de los líderes europeos y estadounidenses e, incluso, algunos dirigentes del régimen egipcio, la mejor situación sería esa "transición ordenada" por la que se abogaba desde la Casa Blanca.
Hosni Mubarak, en su discurso televisado, pidió a su recién nombrado primer ministro, Ahmad Shafiq, que inicie las reformas necesarias para promover la democracia y restablecer la confianza en la economía. Sus palabras no han contentado a los manifestantes, pero indican que el propio Rais admite cierta necesidad de cambio.
La otra ficha importante que ha movido Mubarak ha sido Omar Suleimán. El poderoso jefe del Muhabarat -el servicio de inteligencia- ha sido nombrado vicepresidente. Suleimán cuenta con toda su confianza y de momento, no parece estar dispuesto a dejarle caer como hizo su homólogo tunecino con el presidente Ben Ali.
El jefe de los espías egipcios ha sido clave en la contención de los grupos islamistas, en las negociaciones con Israel y es fundamental en el diálogo con los norteamericanos.
La tercera pata sobre la que se asienta el inestable taburete del presidente Mubarak es el Mariscal de Campo, Hussein Tantawi, ministro de Defensa desde 1991. De momento, no ha mandado sus tanques contra los manifestantes pero tampoco les ha respaldado.
El fantasma de la sucesión
La situación se complica porque descartado como sucesor Gamal, el vástago de Mubarak, tanto Suleiman como Tantawi son opciones que se barajan para ocupar la vacante cuando el octogenario y enfermo presidente egipcio ya no esté en el cargo.
Por el momento, la revuelta no ha derribado al faraón y los hombres fuertes del régimen parecen estar dispuestos a impedir su desintegración brusca en pro de la estabilidad y la contención del ascenso islamista.
De los pactos que entre ellos alcancen y de si estos acuerdos coinciden con los intereses de las potencias internacionales, dependerán el cuándo veremos el final de esta etapa y sobre todo, el cómo va a ser Egipto después de Mubarak.