Hosni Mubarak y la manzana de Newton
- El Ejército, los servicios secretos, Israel... ¿quién sujeta a Mubarak?
- Las monarquías del Golfo no ven con buenos ojos a los Hermanos Musulmanes
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Hosni Mubarak debería haber caído hace tiempo, pero no lo ha hecho. La mayoría de los análisis aseguran que está maduro para caer y que, tarde o temprano, se precipitará al vacío igual que la manzana de Newton, a la que debemos la inexorable Ley de la Gravitación Universal.
Alrededor de un millón de egipcios han salido a la calle a sacudir el árbol en varias ocasiones y, sin embargo, el Rais sigue afianzado a la rama. Y es extraño porque en este caso, además, la manzana está podrida. La experiencia nos enseña que si algo debe caer y no cae es porque algo o alguien lo sujeta.
Tanto el Ejército como los servicios secretos podrían haberlo derribado pero no lo han hecho. Sin su ayuda Mubarak habría tenido que marcharse pero ni el ministro de Defensa, el general Tantawi, ni el ahora vicepresidente y jefe de la inteligencia, Omar Suleimán, le han abandonado. Han hecho gestos ambiguos como visitar la plaza de Tahrir o escenificar la negociación con la oposición pero, por ahora, siguen en sus puestos.
Las potencias occidentales, con Estados Unidos a la cabeza, piden al presidente que se aparte para dejar paso a la democracia pero, fuera de la retórica altisonante, no proponen medidas concretas como – ¡qué locura!– las sanciones que se aplican a otros regímenes autoritarios.
El miedo a que los Hermanos Musulmanes alcancen el poder en Egipto condiciona cualquier deseo de implantar la democracia. La prioridad es evitar un vacío de poder en una de las principales potencias de la zona y más si pueden llenarlo los islamistas.
El papel de las monarquías petrolíferas del Golfo
¿Y las monarquías petrolíferas del Golfo a las que casi nadie hace referencia? Les ha costado mucho controlar a la Hermandad Musulmana en sus territorios. Tanto, como para que ahora no les atraiga la posibilidad de verla en el poder en Egipto, algo que podría ocurrir si se celebran elecciones porque ellos son el mayor y más activo grupo de la oposición.
En realidad la organización ha ido perdiendo fuerza en los últimos años en el Golfo Pérsico. Otras corrientes islamistas han ganado peso en detrimento suyo. Tanto en Arabia Saudí como en Bahrein, muchos de sus dirigentes se han integrado en formaciones salafistas.
El enfrentamiento de los Hermanos con Qabus Bin Said, sultán de Omán, les ha puesto en el punto de mira de los servicios de seguridad que han desatado una importante campaña de represión. También en los Emiratos Árabes Unidos la policía vigila de cerca sus actividades.
El relativo proceso de apertura que vive Kuwait ha proporcionado a la Hermandad algún margen de maniobra pero sus resultados electorales han sido un fracaso. En las elecciones de 2009 –en las que cuatro mujeres resultaron elegidas– el Movimiento Constitucional Islámico, nombre bajo el que actúan en el Emirato, sólo consiguió un escaño de los tres que tenían anteriormente.
Por último, la rama Qatarí conserva una importante presencia en los medios de comunicación y el mundo intelectual. No parece casual que el régimen egipcio cerrara la cadena de televisión Al Jazeera después de la emisión de un mensaje de Youssef Al Qardawi, un teólogo Qatarí de origen egipcio, que exigía la renuncia de Mubarak. Pero el caso egipcio es distinto.
El país de las pirámides tiene 80 millones de habitantes, es una de las principales potencias militares y económicas de la zona y controla el Canal de Suez. El triunfo de los islamistas en uno de los motores políticos y económicos de Oriente Próximo proporcionaría a esas ramas locales, ahora bajo control, un poderoso y desestabilizador aliado.
Israel, ¿actor principal o secundaria?
Israel es el otro gran actor de este drama. El Estado hebreo sólo tiene firmada la paz con dos países árabes: Jordania y Egipto. Este último hace frontera con la franja de Gaza, controlada por los islamistas de Hamás. En su carta fundacional la organización integrista se define como “la rama palestina de la los Hermanos Musulmanes”.
Israel ha impuesto un férreo bloqueo a la franja –donde viven cerca de un millón y medio de civiles siempre al borde de la crisis humanitaria– para impedir que los islamistas palestinos se rearmen. Para ello ha contado con la inestimable ayuda del fiel Mubarak, el otro gran carcelero de Gaza. El actual vicepresidente egipcio, Omar Suleimán, ha sido el enlace entre ambos gobiernos y Hamás.
Así pues, la ilusionante revuelta de la plaza de Tahrir se ha dado de bruces contra el tronco del árbol que sujeta la manzana de Mubarak. En dos ocasiones más de un millón de personas han exigido su renuncia y han convertido El Cairo en un campo de batalla, pero aún no han conseguido derribarle.
Por el momento hay muchos brazos que sujetan al Rais y hasta que la silla del presidente pueda llenarse de una manera que convenga a todos esos poderes, las cosas seguirán como están.
Si todo continúa como hasta ahora, el régimen, las potencias internacionales y la oposición institucionalizada diseñarán la transición egipcia en detrimento de los revolucionarios de la plaza de la Liberación. Después, cuando todo esté atado y bien atado, es posible que nos despertemos con las noticias de que Mubarak se ha ido a operar a Alemania –por ejemplo – y no va a regresar y de que el ejército ha evacuado a los manifestantes de Tahrir.