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CaixaForum retrata a Jacques Henri Lartigue, el fotógrafo de la felicidad en movimiento

  • Es la primera exposición monográfica dedicada al francés en España
  • Estará expuesta del 4 de marzo hasta el 19 de junio

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'Bibi, Arlette e Irène. Tormenta en Cannes' (Bibi, Arlette i Irène. Tempesta a Cannes). Jacques Henri Lartigue. Cannes, mayo de 1929..
'Bibi, Arlette e Irène. Tormenta en Cannes' (Bibi, Arlette i Irène. Tempesta a Cannes). Jacques Henri Lartigue. Cannes, mayo de 1929..

Es uno de los grandes nombres de la fotografía del siglo XX y, por primera vez, en España se le dedica una gran exposición antológica. Después de su paso por Barcelona, CaixaForum Madrid acoge la obra del francés Jacques Henri Lartigue (1894-1986), el fotógrafo que quería conservar la felicidad, la fragilidad del instante y "atrapar el propio asombro", en sus palabras, de un mundo del que eliminó la fealdad de las guerras que le tocó vivir.

"Un mundo flotante. Fotografías de Jacques Henri Lartigue", inaugurada este jueves y que estará expuesta hasta el 19 de junio, reúne más de 200 piezas procedentes de la Donation Jacques Henri Lartigue -la institución estatal que conserva su legado-, entre copias modernas e instantáneas originales reveladas por el propio artista, algunas de las cámaras fotográficas que usó y tomos del diario fotográfico que empezó con ocho años.

Esta nueva exposición de la Obra Social de La Caixa dedicada al mundo de la fotografía permite ser testigo de un periodo especialmente convulso, el de las dos grandes Guerras Mundiales y de la ocupación nazi de Francia y el del vertiginoso cambio tecnológico y del protagonismo de la mujer, pero desde el punto de vista de Lartigue.

Sus fotografías capturan a la sociedad que vivió esos cambios y sus preocupaciones, a la burguesía francesa de principios del XX, pero bajo la apariencia de la felicidad y la ligereza, de la inocencia, la espontaneidad y la alegría de vivir.

Con una cámara bajo el brazo

Lartigue prácticamente vino la mundo con una cámara fotográfica debajo del brazo. Nacido en Courbevoie, cerca de París, su padre le transmitió su afición a la fotografía regalándole su primera cámara cuando tenía ocho años, en 1902, de madera encerada y con placas de vidrio de 13 x 18 centímetros, con la que iniciaría un diario fotográfico que le acompañó hasta su muerte a los 92 años.

Pese a su dedicación al arte fotográfico durante más de 80 años -también cultivó la pintura durante un tiempo-, el maestro nunca dejó de considerarse un aficionado, a lo que debió de ayudar su descubrimiento tardío, en 1963 con casi 70 años, por John Szarkowski, conservador de fotografía del MOMA de Nueva York, que le dedicó una exposición. Ese reconocimiento y la gloria que llegó a alcanzar en EE.UU. le convirtieron en profeta en su tierra, donde se convirtió en el retratista oficial del presidente francés Valéry Giscard d'Estaing en 1974.

El francés, que fue un niño enfermizo, se obsesionó con la conservación de la felicidad, con retenerla mediante la escritura, la fotografía y los álbumes, pero siempre bajo la frescura de la juventud, celebrando el instante presente y ocultando la angustia del paso del tiempo.

Una mirada moderna al paso del tiempo

La muestra de CaixaForum se divide en varios apartados que recogen las principales obsesiones del fotógrafo. Una de ellas es el paso del tiempo y la necesidad de convertir la fotografía en instrumento de su memoria y, en conexión, su deseo de fijar la felicidad. Para ello, fotografía el cuerpo humano en movimiento en interacción con el espacio que lo rodea: gente feliz que recibe los embates del oleaje, el viento o los rayos de sol.

Además, Jacques Henri Lartigue fue un innovador del encuadre, que utilizó con gran maestría. Sus instantáneas captadas a ras de suelo, su adaptación a la velocidad de un ciclista, la conversión de lo pequeño en grande o a la inversa, o su manipulación de las imágenes cuando trabaja con la cámara oscura. Luego evolucionó hacia encuadres en los que empleaba los elementos arquitectónicos como una forma de atrapar a los protagonistas.

Otra de sus obsesiones fue captar la realidad física de la velocidad -transportes como el avión revolucionaron la época- y traducir mediante la imagen la emoción que se siente ante la máquina. Así, plasmó las carreras de automóviles y otros deportes de velocidad y fue testigo en 1904 de los intentos de despegue del aviador Gabriel Voisin en Normandía en 1904. Su sueño de volar lo captó en innumerables imágenes de saltos y despegues con las que desafiaba la gravedad.

Sólo hay mujeres hermosas

La exposición también dedica un espacio al particular universo femenino de Lartigue, en el que sólo hay mujeres jóvenes y hermosas y del que se excluye cualquier deformidad o signo de envejecimiento que pueda recordar a la fealdad o la muerte.

Se convirtió en uno de los primeros fotógrafos de moda cuando se lanzó con 16 años a fotografiar a las mujeres elegantes que paseaban por la avenida del Bois de Boulogne. Su despertar erótico adolescente hizo que las primeras imágenes las captara oculto, con un particular encuadre oblicuo que luego evolucionó a mirar directamente a los ojos de sus amantes que, en contraste con el resto de su obra, aparecen indolentes e inmóviles a petición del autor.

El último espacio de la muestra recoge la fascinación de Lartigue por el infinito y la naturaleza, donde el hombre se enfrenta a la soledad y en la que aparece como un fantasma agitado por los vientos. En una especie de traición a la felicidad que siempre buscó, estas imágenes reflejan que el paso terrenal es efímero.

Además de las reproducciones, la exposición de CaixaForum Madrid muestra muchas de las cámaras usadas por Lartigue, como una Kodak Brownie 2 o una Klapp Nettel de 6 x 13 centímetros, algunos tirajes realizados por él mismo, álbumes en los que clasifica sus imágenes desde la infancia y retazos de su diario.

La primera cámara del francés fue una estereoscópica Spido Gaumount de placas de vidrio de formato 6 x 13, que le permitía captar el movimiento. A partir de entonces fue un fiel a la estereoscopia y, aunque sucumbió momentáneamente a la fotografía en color en 1912, como esta no le permitía recoger el movimiento, decidió perpetuar su universo en blanco y negro, universo en el que podremos entrar hasta el 19 de junio.