Enlaces accesibilidad

Rusia recela de una intervención militar en Libia capitaneada por la OTAN y EE.UU.

  • Podría bloquear la imposición de una zona de exclusión aérea
  • Moscú ha dejado claro que, por ahora, no contempla una intervención

Ver también: Especial revueltas en el mundo árabe

Por

"Los libios deben de resolver ellos mismos sus problemas" dijo el ministro de Exteriores ruso, Serguéi Lavrov, en un discurso que no ha cogido a nadie por sorpresa.

Rusia es miembro permanente del Consejo de Seguridad de la ONU y tiene derecho de veto para bloquear el proyecto de resolución elaborado por franceses y británicos, que podría abrir la puerta a una intervención militar. Por ahora, ha dicho Lavrov, Rusia “no contempla una intervención extranjera”.

Los recelos de Moscú a una hipotética operación patrocinada por Estados Unidos y sus socios en la OTAN , le impide respaldar el plan. A pesar del nuevo impulso a las relaciones con Estados Unidos, la firma del nuevo tratado START de desarme nuclear entre Washington y Moscú, y la cumbre de la OTAN en Lisboa en la que se tendió la mano a Rusia, los planes de la Alianza Atlántica siguen siendo un punto de fricción.

Malos recuerdos para Rusia

Moscú no olvida la expansión de la Alianza hacia el Este de Europa, incluyendo a varias exrepúblicas soviéticas que el Kremlin considera parte de su área de influencia. La guerra de Georgia (país aliado de EE.UU.) en 2008 dio nuevo brío a los viejos fantasmas y redujo al mínimo los contactos entre Moscú y la organización militar capitaneada por Washington.

Además, la creación de una zona de exclusión aérea tiene un precedente que no trae buenos recuerdos a Rusia: la guerra de Kosovo, en 1999. Moscú y Pekín se opusieron en la ONU a tomar medidas similares contra Yugoslavia, pero el presidente estadounidense Bill Clinton siguió adelante sin el apoyo de la ONU.

Las fuerzas aéreas de la OTAN , cuyo secretario general era entonces el español Javier Solana, bombardearon el país. Una afrenta a la ONU y al Derecho Internacional Humanitario, según organizaciones como Amnistía Internacional, que denunciaron la muerte de cientos de civiles inocentes durante la operación de castigo.

Lo que hay detrás de las decisiones

Por otra parte, la crisis libia deja en el aire algunos negocios de interés para Moscú. A mediados de febrero, la visita del presidente Dimitry Medvedev a Roma sirvió para sellar la entrada del gigante estatal Gazprom en el sector energético libio, de la mano de la italiana ENI. La operación se valoró en 125 millones de euros, según Bloomberg.

Además, la nueva situación ha hecho que Rusia "deje de ganar 4.000 millones de dólares en la venta de armas", según ha calculado el responsable de la empresa pública rusa Rostekhnologii, encargada de ese mercado.

En los primeros momentos de la crisis, Rusia tardó en reaccionar, pero el 26 de febrero apoyó las sanciones impuestas por el Consejo de Seguridad de la ONU al régimen libio, y pidió, junto al resto de miembros, que el Tribunal Penal Internacional investigara los posibles crímenes del dictador libio. No deja de ser llamativo, teniendo en cuenta que 3 de los promotores son Rusia, Estados Unidos y China. Ninguno de ellos reconoce la jurisdicción de ese organismo.