La belleza menos efímera en la Biblioteca Nacional
- El arte de la belleza recorre el mundo de la estética a través de la historia
- La muestra recoge etiquetas, carteles y manuales de perfumería del siglo XIX
El grabado muestra a una jovencísima reina Maria Antonieta ataviada de arriba abajo con un exquisito traje de fiesta. La reina se apoya orgullosa en su tocador de belleza, de alguna forma mostrando al mundo el epicentro de un universo que giraba en buen parte en torno a la estética más refinada.
Un gusto que ahora calificaríamos de snob, la reina gustaba de lucir guantes perfumados impregnados de aromas de rosa y jazmín, hasta en los más nimios detalles.
La reina Catalina de Médecis impuso el perfume en la corte, contratando los servicios de un reputado perfumista florentino, y hasta el mismísimo
Napoleón Bonaparte se relajaba con friegas aromáticas en los hombros tras sus batallas, en las que "cabalgaba impregnado de agua de colonia".
Una obsesión por el aseo que contrastaba con las costumbres de su amada Josefina, que aunque también adicta a los tratamientos, gustaba de anunciar su presencia al emperador- según cuenta la intrahistoria- con un “voy a llegar, no te laves”.
“Las etiquetas de perfumes son formas de envolver la belleza“
La evolución de los cánones de belleza y tratamientos estéticos a través de la historia deben mucho a la gran Cleopatra. La reina egipcia usaba los perfumes como arma irresistible de seducción y se situaba en la vanguardia de los últimos tratamientos.
Los secretos de sus mascarillas, maquillajes y sus célebres baños en leche de burra para suavizar la piel, han llegado hasta nuestros días.
Son las historias de testas coronadas que han sucumbido al influjo de la belleza, pero ¿Dónde reside la obsesión de los humanos por su aspecto físico?. “El afán por gustar a los demás, siempre está presente. El ser humano satisface su perenne deseo de embellecerse”, explica Rosario Ramos, comisaria de El arte de la belleza.
La muestra de la Biblioteca Nacional bucea en lo bello a través de los ricos fondos de la colección EPHEMERA (efímero en latín), que ahora saca a la luz tratados de perfumería, carteles y etiquetas publicitarias de productos estéticos (jabones, perfumes, crema de afeitado, bronceadores, etc). Nunca la belleza fue menos efímera
Unas gotas de perfume bastan para seducir
La muestra se centra en lo siglos XIX y XX, época en la que eclosionan las grandes casas de cosmética parisina (Guerlain) a rebufo del desarrollo propiciado por la Revolución Industrial. En España, destacarán las populares marcas Gal, Myrurgia y Puig. Las etiquetas de los perfumes se llenarán entonces de adornos florales modernistas, verdaderas obras de arte que envuelven las imágenes de elegantes damas en plena toilette o de caballeros empingorotados y coquetos que lucen de frac.
La belleza viajará de la mano de los mejores artistas y diseñadores de la época. Abundan también los tratados de perfumería, casi alquimistas, que desvelan la utilización de materias primas vegetales y animales como el almizcle que procede del ciervo, o la castorina de los castores. Sustancias pestilentes que paradójicamente se utilizaban para fijar el aroma de los perfumes.
“Napoleón cabalgaba impregnado de agua de colonia“
El arte de la belleza bucea en el mundo de la coquetería, que va más allá de la mera higiene personal y que se funde con el erotismo y la seducción, evocando la pulcritud de las droguerías del XVIII, paladeando la exclusividad de las tiendas del XIX, o la pugna competitiva entre perfumistas de principios de siglo, por ofrecer la mejor “ganga” para mantener terso el cutis.
Nostalgia y pompas de jabón
Un mundo cosmético y publicitario que invita a la nostalgia. Una de las piezas más curiosas es un disco del Dúo Dinámico (1976) en el que cantan A tus cabellos para una marca de champú, o los carteles de anuncios de bronceadores de los años 60, dónde una tostada señorita enumera las bondades de tomar el sol, en pleno boom del turismo.
La infancia y el aspecto lúdico del aseo también aparecen reflejados en los grabados que muestran los irresistibles juegos de niños en el baño con pompas de jabón.
Quizás lo que mejor resume esta búsqueda incesante de la hermosura es la conclusión que extrae Rosario Ramos: “Las personas siempre han buscado su imagen en el espejo para seducir. Es la eterna aspiración del ser humano” reflexiona la comisaria sobre la fragante exposición.