Josefina Aldecoa, la mirada de la educación
- Fue hija y nieta de maestras republicanas
- Su gran vocación siempre fue el mundo de la educación
- Formó parte de la conocida como Generación de los Cincuenta
- Fundó el colegio Estilo inspirado en la Institución Libre de Enseñanza
Hija y nieta de maestras, la pasión por la educación marcó la vida de Josefina Aldecoa. “En las escuelas rurales de mi infancia viví intensamente la vocación de mi madre, una maestra republicana”, rememoraba en el reportaje de RTVE, Esta es mi tierra, sobre su infancia en León.
Josefina Aldecoa nació en el pueblo leonés de La Robla, una localidad industrial volcada en la minería. En 1944 se trasladó a Madrid dónde estudió Filosofía y Letras.
“Educar es ayudar a descubrir lo que el niño lleva dentro“
En la capital dónde residiría durante largo tiempo, conoció a su marido, el también escritor Ignacio Aldecoa, que se convertiría en el amor de su vida. Ambos formaban parte del grupo literario que sería conocido como la Generación de los Cincuenta, y del que formaban parte otros literatos como Rafael Sánchez Ferlosio, Jesús Fernández Santos, Alfonso Sastre o Carmen Martín Gaite. Una generación marcada por el drama de la Guerra Civil.
En 1983 publicaría Los niños de la guerra una crónica biográfica basada en las vivencias de su grupo generacional.
La maestra y el colegio Estilo
La escritora ya había publicado su tesis (El arte del niño) sobre la relación entre la infancia y el mundo artístico, pero fue en 1959 cuando alcanzó la plenitud en su vocación docente.
Fundó en el barrio madrileño de El Viso el colegio Estilo, una escuela pionera que dirigiría durante más de cuarenta años. El colegio se inspiraba en los principios de la Institución Libre de Enseñanza, que Aldecoa había reflejado en su tesis y que se basaba en los modelos pedagógicos que había estudiado en sus viajes de estudios a Inglaterra y Estados Unidos.
“Es necesario despertar en los niños el sentido crítico, la fuerza de razonar y sobre todo la imaginación. Hacer de ellos personas tolerantes”, explicaba la autora sobre los objetivos que perseguía su ideario.
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En 1969 murió su marido, "la gran tragedia de mi vida"-contaba la escritora- y permaneció 10 años en los que abandonó la escritura dedicándose de lleno a la docencia, hasta que en 1981 publicó una edición crítica de una selección de cuentos de su esposo.
“Cada niño es único y diferente a todos los demás y tiene que adaptarse a una sociedad exigente“
En 1998 escribió el ensayo Confesiones de una abuela, en el que abordaba la relación y experiencias vividas con su nieto. En una entrevista a RNE en 1999 aseguraba que ser abuela había sido una experiencia rejuvenecedora y gratificante porque "Ser abuela es más fácil que ser madre. Los abuelos están desvinculados de compromisos y responsabilidades".
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