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Las murallas que no salvaron a Fukushima

  • Fukushima sí que tenía barreras, el problema es que no fueron suficientes
  • Japón es un país preparado para los terremotos, pero no de este calibre
  • Prepararse para soportar estos seismos sería más caro que reconstruirlo entero

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Es una de las preguntas más repetidas con motivo de la crisis nuclear en la central de Fukushima 1: si Japón es un país tan predispuesto a terremotos y tsunamis, ¿por qué se instalaron las centrales nucleares al lado del mar y sin protección?

En el país que ha dado al mundo la palabra tsunami, ¿cómo es posible que la planta atómica no estuviese a cubierto?

La respuesta nos lleva a explorar no sólo la costa del país, sino también interesantes cuestiones relacionadas con la política japonesa de los últimos decenios y con el modo de trabajo de la ingeniería.

Porque Fukushima sí que está protegida por murallasEl problema es que no fueron suficientes, como no lo fueron las amplísimas protecciones que cubren un enorme porcentaje de la costa japonesa, lo que obligará a replantear los límites no sólo de lo que puede hacer la ingeniería, sino de la política interna del país.

¿Tiene protección contra tsunamis la central nuclear de Fukushima?

Expuestas en la costa oriental de la isla de Honshu la central Fukushima 1 está protegida por dos barreras.

El primero son dos rompeolas en ángulo formando una ensenada artificial donde pueden entrar barcos, de tal modo que las olas que llegan desde cualquier ángulo quedan laminadas.

Los reactores 1 al 4 (los más afectados) tienen además un segundo dique recto que los protege específicamente.

Los dos sistemas de rompeolas son perfectamente visibles en esta imagen de Google Maps, anterior al accidente.

Las protecciones estaban preparadas para olas de seis metros, pero el tsunami alcanzó más de 10

La altura máxima de la protección es de más de 6 metros sobre el nivel del mar. La planta está así protegida de cualquier oleaje hasta esa altura, tenga su origen en tormentas o en maremotos.

El problema es que la ola provocada por el movimiento sismico de grado 9 que azotó Japón el pasado 11 de marzo de 2011 superó los 10 metros de altura; según algunas fuentes oficiales en este punto de la costa el tsunami alcanzó los 14 metros, casi la altura de un edificio de 5 plantas.

Fukushima 1 estaba a cubierto, pero no de cualquier cosa que la naturaleza sea capaz de crear.

¿Es normal este nivel de protección? ¿Ha sido efectivo?

En Japón la protección de la costa contra tsunamis es normal; de hecho según un artículo de The New York Times hasta el 60% de la costa japonesa está protegido por algún tipo de dique o rompeolas.

Desde el estallido de la burbuja inmobiliaria de los años 90 el gobierno japonés ha intentado estimular la economía con un gigantesco programa de infraestructuras: la campiña japonesa se ha llenado de carreteras, puentes, autopistas y otras obras públicas realizadas con cargo a los presupuestos del estado.

Las cosas, a su vez, han recibido masivas inyecciones de dinero y hormigón mediante elaborados sistemas de rompeolas diseñados para proteger ciudades de la furia del mar desatada por los seísmos.

El 60% de la costa japonesa está protegido por algún tipo de dique

Esta fiebre constructora ha contribuido a convertir un país conocido por su refinada tradición estética en uno de los más feos del mundo, a juicio de algunos de sus visitantes.

Muchas carreteras apenas tienen tráfico; muchas laderas montañosas han sido cubiertas de placas de hormigón; muchos malecones se levantan cinco o seis metros sobre la superficie del agua, bloqueando la visión del mar desde puertos y playas.

Lo peor es que las elaboradas precauciones han tenido un éxito parcial. Así como los refugios antitsunami repartidos por muchas playas y ciudades costeras japonesas parece que han contribuido a salvar muchas vidas, los diques y rompeolas protectores no han cumplido con su función.

El rompeolas más alto del mundo

Por ejemplo el puerto de Kamaishi, en la prefectura de Iwate, al norte de la isla de Honshu, está en una profunda bahía de poco fondo muy expuesta a los tsunamis.

Para proteger la ciudad se construyó el rompeolas más alto del mundo, con 63 metros desde la base a la punta y casi 2 kilómetros de largo.

Con un coste de más de 1.500 millones de dólares, el rompeolas tardó 31 años en estar terminado (en 2009), cerrando la bahía de Kamaishi: hace pocos meses los árbitros del Libro Guinness de los Récords certificaron su primacía mundial.

Hoy, sin embargo, el centro de la ciudad de Kamaishi yace en ruinas: el rompeolas fue incapaz de detener la furia del mar, que se adentró kilómetros tierra adentro.

Lo mismo ocurrió en la ciudad de Ofunato, protegida también por un rompeolas, así como en el puerto de Miyako, que después de un tsunami en 1933 construyó un dique de más de 10 metros de altura que resultó destruido el 11 de marzo junto con la ciudad.

Y había antecedentes; en 1993 un tsunami arrasó la península de Aonae en la isla de Okushiri (pdf), matando a 185 personas a pesar del muro de protección de 4 metros y medio de altura sobre el mar.

Los expertos debaten si los rompeolas, diques y malecones protegen a la población o simplemente proporcionan una falsa sensación de seguridad.

¿No pueden hacerse los muros simplemente más altos?

Es una pregunta engañosamente sencilla, pero difícil de contestar. En principio es posible construir murallas más altas para mejorar la protección de ciudades y centrales nucleares.

El problema es que su coste sería desproporcionado con el nivel de protección que podrían proporcionar, ya que éste depende del riesgo. Cuando se evalúa a qué tipo de catástrofe debe ser resistente un edificio o construcción se decide en función de lo habitual que sea el fenómeno.

En las llanuras aluviales, por ejemplo, se planifica contando con la 'inundación del siglo', la mayor crecida que ocurre una vez cada 100 años.

Lo normal en un país como Japón es construir las estructuras para que sean capaces de resistir el mayor cataclismo que se produce, por término medio, cada 2.500 años. Esto significa que la probabilidad de que en un periodo de 50 años suceda ese desastre fatal está por debajo del 2%.

Según Daily Kos,  la central de Fukushima estaba preparada para un terremoto de magnitud 8,2, mientras que el ocurrido el pasado 11 de marzo de 2011 alcanzó probablemente la magnitud 9,1; entre 7 y 9 veces más potente (la escala de magnitud es logarítmica).

Construir todo un país capaz de construir terremotos así sería más caro que reconstruirlo entero

Las infraestructuras podrían diseñarse para ser capaces de resistir el mayor terremoto en, pongamos, 10.000 años, pero el coste sería astronómico.

En términos prácticos construir todo un país para que sea capaz de resistir terremotos de este nivel y los consiguientes tsunamis sería más caro que reconstruirlo entero.

A veces las realidades de la estadística y la economía suenan frías, pero lo cierto es que un mayor nivel de protección no sería rentable.