La distancia de Obama sobre Libia disgusta a todos en Estados Unidos
- Se le critica que no haya dado explicaciones al Congreso antes participar
- El futuro de Gadafi, cuánto durará el conflicto o el liderazgo, otros puntos clave
El presidente Obama llegó a la Casa Blanca, recién aterrizado de su gira oficial por Latinoamérica, y no pudo entrar. La puerta del Despacho Oval estaba cerrada. Intentó abrirla, no pudo. Decidió seguir caminando hasta encontrar una siguiente puerta abierta. La encontró.
Pero ya era tarde: los medios estadounidenses captaron la imagen de ese presidente de los EE.UU. intentando entrar a su Casa Blanca, cerrada por dentro, y la reproducen con insistencia, interpretándola como metáfora de las complicaciones a las que se enfrenta el presidente de los EE.UU. ahora que ha llegado a Washington.
Son cada vez más las voces que le reprochan no haber dado explicaciones al Congreso antes de autorizar la participación militar estadounidense en Libia.
El liderazgo en Libia
El presidente Obama iniciaba su esperado viaje por Latinoamérica, el mismo día en que el consejo de seguridad de la ONU aprobaba la resolución sobre Libia. Hubo muchas dudas, sobre si debía cancelarse la gira por Brasil, Chile y El Salvador.
Finalmente la Casa Blanca decidió seguir adelante y el resultado es que nadie está contento. El viaje ha quedado empañado por el conflicto. Y en Washington se ha criticado duramente la imagen de un presidente de los EE.UU. dirigiendo una intervención militar a kilómetros de distancia del Despacho Oval. Pero ese solo ha sido el inicio de la tormenta.
Durante semanas muchas voces, empezando por el republicano John McCain, hablaban de debilidad del presidente Obama frente a Gadafi por no intervenir en Libia y frenar la ofensiva sobre la población civil. Una vez aprobada la resolución y autorizada la participación militar estadounidense, las mismas voces preguntan insistentemente cuándo va a terminar. Dicen que el objetivo de la coalición no está claro, insisten en que los intereses de EE.UU. en Libia no son muchos y reprochan el gasto militar de esta intervención que ahora mismo el país no puede permitirse.
Y estas voces críticas que ahora cuestionan objetivo y coste de la acción militar cada vez hacen más ruido.
El presidente Obama encontró encima de su mesa, en cuanto consiguió entrar al Despacho Oval, una carta del presidente de la Cámara de Representantes, el republicano John Boehner, exigiendo a Barack Obama que explique ante el Congreso cuál es la misión exacta de EEUU en Libia, cómo piensa lograrla y cuándo saldrá de allí.
Una carta de dos páginas, en las que Boehner critica la gestión de la Casa Blanca de la crisis de Libia, destacando la ausencia de una misión bien definida sobre el terreno, un objetivo claro con respecto al futuro de Gadafi y sobre todo la ausencia de consulta con líderes del Congreso antes de autorizar la participación estadounidense.
Según la Constitución, el presidente de los EE.UU. y Comandante en Jefe de las Fuerzas Armadas estadounidenses no necesita aprobación de las Cámaras Parlamentarias para esta operación que cuenta con el aval de Naciones Unidas.
Voces críticas
Sin embargo, el gesto no ha gustado nada. Y menos, escuchar las explicaciones del presidente Obama a miles de kilómetros de distancia, durante los días iniciales del conflicto.
A medida que crecían las dudas dentro del liderazgo de la coalición, más gritaban esas voces críticas en EE.UU.. Y en sus palabras resuena Irak. ¿Puede una intervención que se ha planteado con la aprobación del consejo de seguridad de la ONU y un objetivo inicial humanitario, prolongarse en el tiempo, durante años, si Gadafi decide permanecer en el poder? ¿Puede EE.UU. permitirse un tercer conflicto militar abierto en el mundo?
Como si hubiera visto venir esta avalancha de críticas, el presidente Obama ha sido muy claro. Cuando anunció su autorización a que las fuerzas armadas estadounidenses participaran en la misión sobre Libia, Obama explicó que era una misión “limitada y concreta”, que EE.UU. sólo permanecería sobre el terreno hasta que se estableciera la zona de exclusión aérea. Después, se retiraría del mando de la operación e iniciaría una transición. Y exactamente en eso están.
Posiblemente, la transferencia de la coordinación haya resultado resultando más complicada de lo que se imaginó al inicio, con sus socios europeos y árabes. Con la OTAN. Posiblemente todos los esfuerzos de la Casa Blanca en las últimas horas hayan estado dirigidos a conseguirlo.
Se cumple la línea del guión que el presidente Obama lleva repitiendo días: “Será cuestión de días, no de semanas. No serán nuestros aviones los que mantengan la zona de exclusión aérea ni nuestros barcos los que vigilen el embargo de armas”. El compromiso de la OTAN puede aliviar parte de la presión de estas críticas internas sobre Obama. EEUU pasa a segunda línea. Pero no alivia la distancia que en la última semana ha separado al presidente de los EE.UU. de su Congreso… y de su pueblo.