El Museo del Prado desvela los secretos del joven Ribera
- Del 5 de abril al 31 de julio, el debate sobre esta etapa estará vivo en el Prado
- La muestra presenta una obra inédita de Ribera, El martirio de San Lorenzo
Hasta hace escasas fechas, los primeros años de la producción pictórica de José de Ribera (Játiva, 1591-Nápoles, 1652), una de las figuras más influyentes de la pintura española y europea del siglo XVII, estaban llenos de interrogantes. El debate de los historiadores sigue muy vivo a día de hoy sobre los secretos de juventud del pintor valenciano que el Museo del Prado pretende desvelar con su muestra "El joven Ribera", que estará abierta del 5 de abril al 31 de julio.
Uno de esas revelaciones es la presentación de una obra inédita de Ribera, El martirio de San Lorenzo, que ha sido identificada en los trabajos de preparación de la exposición, restaurada en los talleres del museo y que procede de la Basílica del Pilar de Zaragoza.
El Prado, que posee una de las más importantes colecciones de la obra de Ribera de su etapa más conocida, analiza en esta muestra antológica la actividad del pintor español -apodado El Españoleto- durante su estancia en Roma y los años siguientes a su establecimiento en Nápoles en 1616, un periodo que abarcaría del año 1610 al 1622.
Un espectador parte del debate
A la vez, el museo pretende "hacer partícipe" al espectador de ese debate historiográfico que sigue "vivo", ha explicado este viernes en la presentación de la muestra su co-comisario y jefe de Conservación de Pintura Española del Prado, Javier Portús, que cree necesario que exposición sea "una ocasión para avanzar" en este debate iniciado hace una década.
La exhibición reúne más de una treintena de obras de esa época de museos de España, Italia, Francia, Gran Bretaña, México, Suiza, Hungría y Estados Unidos que servirán para compararlos y para profundizar en el conocimiento de su sucesión cronológica y en la importancia que tuvieron para el desarrollo del caravaggismo romano de la segunda y tercera década del siglo XVII.
Uno de los puntos de referencia en este debate sobre los inicios de Ribera es la obra La resurrección de Lázaro (hacia 1616), que adquirió el Museo del Prado en 2001 cuando aún no estaba clara su autoría a instancias de uno de los mayores expertos en el pintor valenciano, José Milicua, catedrático emérito de Historia del Arte de la Universidad de Barcelona y patrono del museo, quien ha asistido a la presentación.
Precisamente a Milicua le ha querido agradecer su "valentía" el director del Prado, Miguel Zugaza, que ha recordado cómo el museo hizo en 1992 una importante exposición antológica que se pensaba definitiva y acabaron desmintiendo la adquisición de ese cuadro en 2001 en Nueva York y un artículo publicado en 2002 por el especialista Gianni Papi en el que identificaba con base argumental a Ribera como el hasta entonces anónimo "Maestro del Juicio de Salomón".
De Roma a Nápoles
La exposición presenta un total de 32 obras de la etapa inicial de Ribera, que clasifica entre su estancia en Roma y los primeros años de su carrera en Nápoles, con lo que se consigue mostrar por primera vez de forma comprensiva esta parte de su trayectoria y ver su "evolución estilística, compositiva y temática", ha explicado Portús.
En una primera parte, titulada "José de Ribera versus Maestro del Juicio de Salomón", se introduce al visitante en el debate historiográfico sobre el pintor y que presenta El juicio de Salomón, que dio nombre al "Maestro del Juicio de Salomón", y la serie del Apostalado Cosida, de los que cinco cuadros pertenecieron al historiador italiano Roberto Longhi, que puso nombre a ese maestro y que empezó a identificar un corpus común en esas obras, ha explicado el co-comisario. También se incluyen tres cuadros de la serie de los Sentidos, que permitieron a Longhi en 1966 identificar las primeras obras del joven Ribera en Roma; hasta 2002, gracias a Gianni Papi, no se atribuyeron a Ribera ambas series.
El segundo ámbito de la muestra, titulado "Ribera en Roma: los cuadros de historia", incluye varias obras de Ribera de las que al menos tres no se le han atribuido hasta los últimos diez años, uno de ellos el recientemente atribuido El martirio de San Lorenzo. En esta época, el pintor valenciano se aproximó a la pintura de la historia sagrada y demostró a los críticos de la pintura naturalista que éste era un medio especialmente adecuado para representar a los personajes históricos.
En este apartado, además de La resurrección de Lázaro, se incluye La negación de San Pedro (hacia 1615-16), que descubre a Ribera como un modelo para otros artistas, imitado por los caravaggistas en la década de 1620.
En la tercera parte, "Entre Roma y Nápoles: medias figuras", se incluyen cuadros poblados de medias figuras, casi todas individuales. La comparación de las obras de Roma y los primeros años napolitanos permiten mostrar el importante cambio de estilo y de concepción que sufrió la pintura de Ribera en un periodo de tres o cuatro años motivado por el cambio de medio social, profesional y geográfico, según Portús.
Ese cambio se aprecia en toda su plenitud en el último apartado, "Ribera en Nápoles", que muestra cómo Ribera adaptó su pintura a su nueva clientela con un énfasis mayor en los temas devocionales, dejando de lado su primigenia aspiración de hacer cuadros de historia.
Extensión a la colección permanente
Los responsables del museo no quieren que la exposición acabe en los límites de la sala C del edificio de Jerónimos, sino que invita a continuarla con el resto de obras de Ribera que integran la colección del Prado.
Portús ha recordado que el Prado posee más de 40 obras del pintor valenciano, pero que pertenecen todas a la época comprendida entre 1630 y 1652, fecha de su muerte. Así, un recorrido por la muestra de "El joven Ribera" y la colección permanente darán una visión completa de la carrera de este maestro del siglo XVII. O casi completa, porque Portús está convencido de que, tras El martirio de San Lorenzo, seguirán apareciendo nuevas obras del joven Ribera que, hay que recordar, no están firmadas.
Porque, como ha dicho Milicua, "el que se tiene como un maestro no hace falta que firme; el que entiende ya verá de quién es; y el que no, que estudie".