El nuevo registro eleva hasta dos toneladas el material explosivo en el caserío de los Esnaola
- La Guardia Civil encuentra 850 kilos de polvo de aluminios en otro escondite
- Los agentes han localizado tres zulos en Guipúzcoa y Navarra
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Los hermanos Aitor e Igor Esnaola, presuntos miembros del comando Erreka de ETA detenidos el pasado martes, guardaban cerca de 2.000 kilos de material explosivo en el caserío de Legorreta, Guipúzcoa.
La Guardia Civil ha encontrado más explosivo, otros 850 kilos, en un nuevo escondite descubierto en el caserío en un segundo registro llevado a cabo este jueves. Los agentes han localizado también tres zulos en el País Vasco y Navarra que servían de buzones para el intercambio del material entre los Esnaola y los comandos terroristas.
Este mismo jueves ha sido detenido el supuesto enlace entre la dirección de ETA y los dos hermanos que integraban el comando Erreka. Se trata de Lander Etxebarria San Sebastián.
En el caserío los agentes han localizado una cantidad de polvo de aluminio similar a los 850 kilos de nitrato amónico incautados hace dos días. Se han encontrado en dos zulos o escondites dentro de la propiedad de Aitor Esnaola junto a pentrita, cordón detonante, un arma y munición del calibre 38.
Todo estaba oculto en un foso del suelo de una cuadra contigua al caserío y en una vivienda en los alrededores. Ha sido el propio Aitor Esnaola, trasladado desde Madrid para el registro, el que ha facilitado a través de un croquis e indicaciones el punto exacto donde el comando guardaba el material.
Tres zulos para facilitar el explosivo
Al margen de lo encontrado en el caserío, los agentes han localizado otros tres: uno en Guipúzcoa y otros dos en Navarra. En todos ellos hay material explosivo aunque de momento se desconoce en qué cantidad.
El primero de ellos se ha localizado en Zegama (Guipúzcoa) y los otros dos en Baraibar y Azpiroz, ambos en Navarra. En ellos se ha encontrado nitrato, pentrita, polvo de alumnio y cordón detonante.
Según TVE, el comando Erreka recibía órdenes directas de la cúpula militar de la banda y no mantenía contacto directo ni visual ni verbal con el resto de comandos a los que proporcionaba explosivos. Esto fue clave para mantener el polvorín del caserío oculto durante 10 años.
En el registro del caserío han trabajado cerca de 300 guardias civiles de distintas unidades, del Servicio de Información, del GAR (Grupo de Acción Rápida), la Policía Judicial y Tedax, entre otras. También en el dispositivo participan perros adiestrados en desactivación de explosivos y helicópteros.