Terremoto de Japón: y la tierra sigue temblando
- La fractura de la corteza terrestre ha sido la causante de los temblores
- El suelo no parará de moverse durante meses
El pasado 9 de marzo de 2011 algo se rompió en el interior de la corteza terrestre, en un punto situado a menos de un centenar de kilómetros de la costa oriental de la isla japonesa de Honshu y a casi 25 kilómetros de profundidad, muy lejos de la superficie del mar.
En este punto la placa oceánica del Pacífico se introduce por debajo de la placa norteamericana a una vertiginosa velocidad geológica de 83 mm al año. La placa pacífica avanza hacia el oeste y penetra por debajo de la norteamericana a lo largo de 800 kilómetros, creando una profunda cicatriz en el fondo del océano Pacífico (la Fosa de Japón, que alcanza los 9 kilómetros de profundidad).
Estamos hablando de placas de roca sólida de miles de kilómetros cuadrados que se mueven a velocidades que asociamos normalmente con plantas, no con la geología. Las tensiones que generan este tipo de movimientos son inmensas; las energías que se liberan cuando las placas sometidas a compresión de repente ‘saltan’ con casi inimaginables.
Los temblores previos
La fractura del día 9 provocó un movimiento sísmico en Japón, un terremoto de magnitud 7,2 que fue seguido en los dos días siguientes por otros dos de magnitud superior a 6.
Fueron lo que los sismólogos llaman ‘foreshocks’, o temblores previos; indicaban que en las entrañas de la fosa de Japón, muy por debajo de la superficie terrestre, la tensión estaba superando la resistencia de las rocas. Pero en Japón los terremotos de magnitud 7 son casi normales. Y la única forma de saber que un determinado movimiento es un temblor previo es a posteriori.
El 11 de marzo se produjo la fractura principal de la que los anteriores terremotos no habían sido más que avisos. A 40 kilómetros del primer seísmo y a 32 kilómetros de profundidad en la corteza terrestre se produjo un súbito salto, un desplazamiento de proporciones titánicas: una laja del suelo marino de 300 kilómetros de ancho clavada 150 kilómetros debajo de Japón se desplazó entre 30 y 40 metros de un único y desaforado golpe.
El impacto se transmitió a lo largo de las rocas de la superficie terrestre como las vibraciones de una campana. Cuando alcanzaron la isla de Honshu esas ondas provocaron durante varios minutos tremendos movimientos del suelo en sentido vertical y también horizontal, en un seísmo de magnitud muy alejada de lo corriente.
Cuando las ondas recorrieron el globo entero, a diferentes velocidades y con distintas características, los sismólogos supieron que cerca de la costa japonesa se acababa de producir un terremoto de grado superior a 9 en la escala de magnitud de momento; uno de los más intensos jamás medidos por la ciencia geológica.
Los mayores daños los provocó el agua
Los daños más terribles en edificios y personas no los causaron los movimientos de aquel temblor, sino el agua. La capa de agua que es el Pacífico había sufrido un súbito palmetazo desde abajo al desplazarse casi 30 metros en la vertical una falla de más de 300 kilómetros; la gravedad hizo el resto.
Olas casi insignificantes empezaron a desplazarse a centenares de kilómetros por hora desde la línea de falla en ambas direcciones, hacia el Pacífico abierto, pero también hacia Honshu. Lamentablemente la zona a la que se dirigían es especialmente sensible a los tsunamis: la costa está desnuda, carente de cualquier protección. Y en el norte de la isla, en la costa de Sanriku, abundan las profundas bahías y los fiordos pintorescos que se convierten en embudos cuando son golpeados por una gran ola y conducen el agua a kilómetros tierra adentro.
El tsunami del día 11, impulsado por uno de los mayores terremotos conocidos, fue también de los más grandes jamás registrados. Las olas alcanzaron alturas jamás registradas antes, de decenas e incluso veintenas de metros en según qué sitios. El agua penetró decenas de kilómetros en los valles, arrasándolo todo.
Pueblos enteros sencillamente desaparecieron. Decenas de miles de personas murieron. La central nuclear de Fukushima, situada junto al mar, resultó tan dañada a pesar de sus protecciones que inició un proceso de autodestrucción que aún continúa.
El suelo no para de moverse
Y por si todo esto fuera poco desde ese día, hace más de un mes, el suelo no ha parado de moverse. Los terremotos de magnitud superior a 6, e incluso a 7, continúan. Y van a seguir durante meses, incluso años. La causa de los terremotos posteriores a un gran seísmo, llamados ‘réplicas’ (aftershocks en inglés) es la redistribución de las tensiones que tiene lugar tras la súbita liberación de energía.
El terremoto se produce cuando la roca se rompe ante la abrumadora tensión acumulada, y la falla se desplaza. El propio seísmo es como un tremendo mazazo, pero el desplazamiento relaja la presión en el área afectada. El problema es que no toda la placa se mueve de la misma forma, en la misma dirección y el mismo número de metros.
Las tensiones en las fallas próximas se redistribuyen, y en algunos puntos superan la resistencia de las rocas, lo que provoca nuevos y súbitos saltos que percibimos como réplicas. Algunas, de gran intensidad. Tras el terremoto del día 11 y en poco más de una hora hubo cinco sismos de magnitud superior al 6,4 a lo largo de la sección de falla afectada.
Menos de media hora después hubo dos réplicas casi simultáneas de grado 6,4 al norte y al sur, seguidos treinta minutos más tarde por un 7,9 con epicentro hacia el suroeste, no lejos de Tokio, y diez minutos después por un 7,1 hacia el este del terremoto inicial y mucho más cerca de la superficie (a 19 kilómetros de profundidad).
A partir de ese momento y hasta el día que esto se escribe (14 de abril; poco más de un mes) se han registrado casi 900 terremotos en total, de los cuales más de 400 han superado el grado 5 de magnitud y medio centenar el grado 6. Eso supone 30 terremotos diarios, 13 de ellos con magnitud mayor que 5 y casi dos diarios de magnitud 6.
Analizando la localización y profundidad de cada uno de estos seísmos en el sistema del US. Geological Survey queda claro que la mayoría se están produciendo a lo largo del plano de falla; la superficie inclinada que delimita el borde superior de la placa pacífica según se introduce debajo del borde inferior de la placa norteamericana.
Temblores durante meses
La zona donde se produce el rozamiento, se acumulan las tensiones y se producen las fracturas. La mayoría de estos sismos son reajustes locales según la nueva distribución de tensiones alcanza el equilibrio. El problema es que con un movimiento tan grande y velocidades tan altas de las placas el proceso no será breve: durará como mínimo meses, si no años.
Para complicarlo aún más la propia placa norteamericana, donde está la isla de Honshu, se está relajando. Esto es debido nuevamente a la liberación súbita de la tensión al saltar el bloqueo: tras el desplazamiento la propia corteza continental se ha descomprimido, extendiéndose hacia el este.
La propia isla se ha movido varios metros de su anterior posición, y las alturas sobre el nivel del mar se están reduciendo. El resultado son terremotos dentro de la propia plana norteamericana, justo debajo de la isla de Honshu; todo un enjambre de terremotos de grado superior al 5 (dos de grado 6) se han producido en un área entre Hitachi y Korijama, 50 kilómetros al sur de la dañada central de Fukushima.
Lo preocupante es que estos terremotos intraplaca son superficiales, de no más de 10 a 20 kilómetros bajo la isla, y el daño en superficie de un temblor es mayor cuanto menor es su profundidad. Tan cerca de Fukushima y de la superficie un terremoto no necesita ser muy potente para provocar graves daños.
Lo peor es que algunos sismólogos creen que hay una alta probabilidad de que se produzca una réplica de grado 8 o superior en los próximos meses. No es descartable que nuevos temblores compliquen todavía más la situación en la central de Fukushima, o que vuelvan a enviar un tsunami que dañe los esfuerzos de reconstrucción en toda el área afectada.
Japón ha sufrido mucho, pero esto, desgraciadamente, no se ha terminado todavía. No hay discusión sobre la causa de las réplicas. Lo que no está claro es si los megaterremotos, eventos que suceden con muy poca frecuencia y enorme intensidad, pueden estar vinculados unos con otros; si hay alguna relación causal entre temblores intensos producidos a grandes distancias pero en intervalos de tiempo relativamente breves.
El terremoto de Sumatra en 2004, que provocó un tsunami que mató a centenares de miles de personas; el de Chile en febrero de 2010, que alcanzó un 9 en la escala de momento magnitud, y el de Japón son tres de los 10 terremotos más intensos jamás medidos, y se han producido en menos de 6 años, lo que sugiere una asociación.
Estadísticamente, sin embargo, son eventos tan poco comunes que resulta difícil saber si es raro que se produzcan tan próximos en el tiempo. Y se desconoce cualquier mecanismo geológico que pudiera relacionarlos de forma mecánica a tan enormes distancias. En general se descarta que los grandes terremotos engendren nuevos grandes terremotos , así que podemos estar tranquilos; Japón se seguirá moviendo, pero el resto del planeta no.