Martin Klaproth, el padre de la química analítica
A hombros de gigantes
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El químico y mineralogista alemán Martin Heinrich Klaproth nació en Wernigerode, Brandenburgo, el 1 de diciembre de 1743. Fue el segundo hijo de una familia que perdió toda su fortuna en un trágico incendio, motivo por el que el joven Martin se vio obligado a cantar en el coro de la iglesia para costearse sus estudios.
En un principio, pensó en seguir la carrera eclesiástica, como su hermano mayor, pero acabó como aprendiz de boticario, y su aprendizaje duró cinco años. Posteriormente pasó otros cuatro años trabajando como ayudante en farmacias en Quedlinburg, Hannover y Danzig.
En 1768, se incorporó como asistente al laboratorio Wedland, en Berlín. Dos años más tarde se convirtió en asistente del químico y farmacéutico alemán Valentin Rose, quien descubrió una aleación de bismuto, plomo y estaño, conocida como metal de Rose, de utilidad en soldadura.
Cuando Rose murió unos meses más tarde, Klaproth se hizo cargo de su negocio. En 1780 se estableció por cuenta propia en la capital alemana, y fue rápidamente ascendido a asesor farmacéutico del Ober-Colegio Medicum.
En 1787 fue nombrado conferenciante en química de la artillería real, y cuando se fundó la universidad de Berlín, en 1810, aunque por entonces ya contaba 77 años de edad, fue elegido profesor de química, cargo que mantuvo hasta su muerte. Durante su etapa docente escribió y publicó un diccionario sobre química.
Circonio y uranio
Klaproth fue un científico minucioso. Su aprecio por los métodos cuantitativos lo convirtieron en uno de los seguidores más tempranos de las doctrinas de Lavoisier fuera de Francia, y es considerado el padre de la química analítica.
Descubrió nuevos elementos gracias al análisis de dos tipos de rocas. La primera es una piedra semipreciosa conocida como Circón, de la que aisló una sustancia que llamó circonio.
La segunda es una extraña roca negra y pesada conocida con el nombre de Plechblenda en la que descubrió un nuevo elemento que no sería aislado en estado puro hasta 1841: el uranio. El nombre hace honor al descubrimiento del planeta Urano, realizado pocos años antes por William Herschel.
“Klaproth descubrió el titanio, al que llamó así por los titantes de la mitología griega“
Klaproth siguió trabajando con extrañas rocas, a las que sometía a disoluciones ácidas para la posterior precipitación de un óxido. En 1795 confirmó el descubrimiento del titanio –realizado cuatro años antes por William Gregor--, al que dio ese nombre por los titanes de la mitología griega.
En 1798 aisló el telurio, al que bautizó con este nombre en honor de la Tierra. Este elemento había sido descubierto en 1792 por von Reichenstein.
Un científico honesto
También en 1798 identificó el estroncio, descubierto en 1790 por Crawford. El científico alemán demostró un magnífico comportamiento al reconocer que los elementos que estudiaba -y cuyo hallazgo estaba siendo atribuido a su coseche- fueron descubiertos por otros científicos, a los que sacó del anonimato.
En 1803, descubrió el cerio, que fue llamado así por el asteroide Ceres, descubierto dos año antes. Este nuevo elemento fue hallado al mismo tiempo y de forma independiente por Kalproth y en el laboratorio de Berzelius y Hisinger.
Klaproth escribió Contribución al conocimiento químico de las sustancias minerales, en seis volúmenes, obra que le dio gran fama, y fue el primero en aplicar el análisis químico a la arqueología.
Falleció el 1 de enero de 1817, en Berlín. Entre sus documentos se encontraron escritos sobre la composición química del cuerpo humano y sobre la química orgánica e inorgánica. Un cráter de la luna lleva su nombre en su honor.