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'Chernóbil. La Zona', una historia oportuna, no oportunista

  • Francisco Sánchez y Natacha Bustos homenajean a las víctimas de Chérnobil
  • El próximo 26 de abril se cumplirán 25 años de la catástrofe
  • "Nunca nos imaginamos que coincidiría con el accidnete de Fukushima"

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Natacha Bustos y Francisco Sánchez en el salón del Cómic de Barcelona
Natacha Bustos y Francisco Sánchez en el salón del Cómic de Barcelona

A veces las coincidencias te hacen parecer oportunista. Es lo que pueden pensar Natacha Bustos y Francisco Sánchez, autores de Chernóbil. La zona (Glénat), una novela gráfica sobre el hasta hace unos días único accidente nuclear de la historia de nivel 7, récord que ha dejado de ostentar en solitario.

Ellos mismos parecen disculparse en una nota insertada a última hora en el libro, que ha sido presentado en el Salón del Cómic de Barcelona, donde aseguran lo obvio: que cuando se embarcaron en este trabajo no se podían imaginar "el terrible suceso de Fukushima", que ha coincidido con el lanzamiento de su obra.

Pero, lejos del tremendismo y las cifras contundentes que llevan aparejadas estas tragedias, Sánchez (guionista) y Bustos (dibujante) han preferido aproximarse a la devastación desde el respeto, poniendo el punto de vista en los ojos de los miembros de tres generaciones de una familia, ficticia, pero totalmente verosímil.

Una obra sobre las emociones

Utilizando saltos temporales no siempre cronológicos -a la manera de la Babel de González Iñárritu-, esta emocionante obra, sin casi texto, aborda no los porqués de la explosión del IV reactor de la central de Chernóbil, el 26 de abril de 1986, sino las consecuencias que tuvo en los habitantes de la zona, muchos de los cuales trabajaban en la planta nuclear y murieron a los pocos días.

La idea de la novela surgió en 2006, después de que Sánchez (Barcelona, 1962), que trabaja en una editorial y es director de algunos cortometrajes, viera en el Centro de Cultura Contemporánea de Barcelona (CCCB) una exposición sobre los 20 años del accidente de la central ucraniana.

Aquellas imágenes y documentales le hicieron pensar en cómo una simple reacción física resquebrajó las vidas de decenas de miles de personas. Eso le llevó a documentarse sobre lo que había pasado y más tarde a ver las consecuencias en vivo.

Francisco visitó la zona

"En 2009, cuando estaba escribiendo el guión -el primero que realiza para el cómic-, decidí ir a Chernóbil en uno de esos viajes que llaman ecológicos pero que son eminentemente turísticos", explica Sánchez .

Este itinerario por la zona de exclusión, que le sirvió además para recopilar material gráfico, es el mismo que los protagonistas más jóvenes de la historia, los hijos de uno de los trabajadores muertos en la central, realizan años después del siniestro.

Los dos hermanos deambulan por ciudades de calles y apartamentos vacíos, llenos de recuerdos de sus moradores, rondan por las cercanías de lo que aún queda de la central o por el parque de atracciones de la ciudad de Primat (a tres kilómetros de la planta), que no llegó a inaugurarse, símbolo de la vida que podría haber sido y no fue.

"El enemigo invisible"

El terror generado por el "enemigo invisible", contra el que el abuelo de la familia no puede luchar cuando el ejército le "invita" a dejar su casa en el campo, está representado en la obra por el ruido del viento en los cementerios de coches herrumbrosos de radiación, pero también por los silencios.

"Los silencios están enfatizados, sobre todo en la historia de los abuelos, cuando regresan a su casa y comienzan a vivir en soledad, sin casi diálogos", explica Natacha Bustos (Málaga, 1981), que para su primera novela gráfica utiliza el material obtenido por Sánchez en su viaje e imágenes sobre el estilo de vida soviético de mediados de los ochenta, recopiladas en internet.

Es inevitable no comparar lo ocurrido entonces con lo que estos días aparece en los medios sobre Fukushima. Por ejemplo, el papel de los miles de liquidadores (encargados de neutralizar las consecuencias de la catástrofe), oficialmente considerados héroes, pero que acabaron sus años en residencias olvidados por sus compatriotas.

"En Fukushima pareció al principio que había transparencia informativa, nada que ver con el telón de silencio impuesto por aquel régimen soviético en decadencia, pero al final hemos visto que en Japón también se han ocultado datos", señala Sánchez.

Chernóbil. La zona se cierra con el diario de la hija protagonista que no pudo conocer a su padre, ofreciendo datos que las viñetas evitan, y con un mapa de las plantas nucleares activas en el mundo, estremecedor, porque, evidentemente, aún no está actualizado.