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Prípiat, una ciudad congelada desde 1986

  • El ejemplo de progreso socialista soviético es hoy una ciudad fantasma
  • En 1986 las autoridades ordenaron su evacuación tras el accidente nuclear
  • Los nacidos en esas fechas siguen sufriendo las consecuencias del desastre

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La catástrofe de Chernóbil dejó terribles secuelas incluso en generaciones futuras

Cuando las autoridades de la Unión Soviética fundaron Prípiat, en 1970, pensaban convertir la ciudad en un ejemplo de progreso socialista. La planta nuclear de Chernóbil estaba en construcción y se levantaban bloques de viviendas para alojar a los trabajadores y a sus familias. En 1986 unas 50.000 personas vivían en esa localidad de la entonces República Socialista Soviética de Ucrania.

Hoy es una ciudad fantasma en la que la vegetación se impone poco a poco al asfalto. Si no fuera por los saqueadores, las casas y las escuelas estarían como las dejaron sus inquilinos la mañana del 27 de abril de 1986, cuando las autoridades soviéticas ordenaron la evacuación.

Hasta entonces, Moscú había ocultado la magnitud del accidente a los habitantes y pasarían varias horas más hasta que los dirigentes de la URSS asumieran la gravedad de la catástrofe ante el resto del mundo.

Un día antes, un fallo humano había desencadenado una explosión en el reactor 4 que liberó a la atmósfera enormes cantidades de plutonio, cesio y estroncio.

El papel de los liquidadores

Una nube tóxica cruzó Europa mientras miles de hombres, los denominados liquidadores, combatían la fuga casi sin protección.

Apenas una mascarilla y un casco, en el mejor de los casos. Cerca de la mitad, unos 200.000, moriría poco después a causa de la leucemia y otras enfermedades.

25 años después de Chernóbil no hay consenso sobre la cifra de muertos que dejó la catástrofe. La ONU habla de 4.000 fallecidos, mientras que asociaciones como Greenpeace elevan la cifra hasta los 90.000.

Los expertos dicen que es difícil determinar los factores exactos que conducen al cáncer pero algunos datos son bastante indicativos de las trágicas secuelas del accidente nuclear.

Cerca de un 45% de los 600.000 “liquidadores” -los bomberos, policías y voluntarios que trataron de contener la fuga casi sin protección- murieron poco después a causa de la leucemia y otras enfermedades.

Efectos por medir

El cáncer de tiroides, por ejemplo, aumentó en la población infantil de la zona y se han registrado numerosos casos de malformaciones y daños cerebrales en los niños de la “generación Chernóbil”, nacidos después del desastre.

Algunos científicos creen que será peligroso repoblar la zona antes de seis siglos, aunque no quedará completamente limpia hasta dentro de 48.000 años. Sin embargo algunas familias han vuelto a sus antiguos hogares dentro de la zona de exclusión -30 kilómetros alrededor de la central- y conviven día a día con la radiación. Cultivan sus huertos y consumen leche contaminada.

En los últimos años también ha aumentado la presencia de turistas que, por algo más de 100 euros, se acercan a la central con un medidor de radiación y comen en la cantina de la planta.

El 25 aniversario de la tragedia y el accidente nuclear en Fukushima, en Japón, han aumentado las visitas, dicen sus responsables.

Muchos se fotografían frente al sarcófago de hormigón que cubre el reactor 4 y que desde hace años presenta grietas en su estructura.

Atrapados en el tiempo

Una conferencia internacional, celebrada en Kiev el 19 de abril, logró reunir 550 millones de euros para su reparación pero faltarían otros 200 más para poder iniciar las obras y retirar el combustible nuclear de los reactores.

Han pasado 25 años de la catástrofe. Los actos oficiales y los discursos tratan este martes de encerrarla en el pasado, como un capítulo que ha concluido y que no debe repetirse pero la tragedia está tan presente como entonces.

La región que rodea a la central y miles de jóvenes, nacidos con malformaciones y enfermedades tras aquel desastre, siguen atrapados en el 26 de abril de 1986.