El vestido de la novia: 'God save McQueen'
- Catalina elige un vestido de Sarah Burton, diseñadora de Alexander McQueen
- Clarence House reivindica el 'Made in Britain' del vestido
Había dos corrientes de pensamiento: los temerarios que apostaban por un diseñador desconocido y los que filtraban, en susurros, la palabra McQueen. Ganó éste, la firma del hijo del taxista y de uno de los grandes que ha dado la moda reciente.
Catalina Middleton ha elegido para casarse un vestido de Sarah Burton, la diseñadora de Alexander McQueen, fallecido hace un año y encumbrado al Olimpo de la moda sin discusión desde hace muchos más. Toda una declaración de intenciones: moda local pero moda con mayúsculas, de la que está en los museos. Moda épica, de grandes ocasiones, fuera del tiempo. Moda antimoda.
Para el vestido de la Duquesa de Cambridge la marca ha rebajado el atrevimiento y ha subido la solemnidad. El encaje es palabra del día. Y pelo suelto. Novias del mundo: ya tenéis pistas para los próximos diez años.
El secreto mejor guardado (manida expresión) se desveló cuando faltaba ni cinco minutos para las 12:00, las 11:00 en España.
Vestido de novia en toda regla
El vestido de Kate Middleton es un vestido de novia en toda regla. Ni de fiesta ni de ceremonia. Esta es una boda y la novia va de blanco ( bueno, marfil) y radiante. Clarence House ha distribuido un comunicado reivindicando el "Made in Britain" del vestido y celebrando el papel de los artesanos que lo han realizado. El diseño es tradicional y romántico, como no podía ser de otra manera.
La pieza se compone de corpiño entallado, escote corazón, manga larga de encaje Chantilly y Cluny ( estamos en una señora Abadía) y falda de enorme volumen en satén marfil y blanco En el interior, un lacito azul para cumplir con la tradición que ninguna novia, ni siquiera la que se casa con un principe, se atreve a romper.
Los bordados han sido realizados por la Escuela de Bordados Reales siguiendo una técnica irlandesa del siglo XIX llamada Carrickcross. La fuerza está en el encaje. En este detalle recuerda al que Helen Rose diseñó a Grace Kelly para su boda con Rainiero de Mónaco. Ambas mujeres, plebeyas, se aferraron al encaje para su entrada en el nuevo mundo.
¿El velo? Liso total. La cola no ha sido excesivamente larga (dos metros y medio), si comparamos con la de Diana de Gales, que medía ocho metros. La novia eligió a McQueen por su compromiso con la artesanía y por su capacidad para aunar tradición y modernidad. Toda una declaración de intenciones.
Los zapatos de la novia (taconazos) y el vestido de la madrina, su hermana Pippa, también son de la misma casa. ¿Otro detalles McQueen? La cintura, estrechísima y el volumen dramático.
Compitiendo con el encaje, la corona. Una tiara "Halo" de Cartier de diamantes rusos de 1939 prestada por la Reina Isabel. El rey Jorge VI la regaló a la Reina Madre y esta a la Reina Isabel cuando cumplió 18 años. Hoy, la luce la recién llegada con bastante encanto.
A esta joya no se le puede hacer sombra con un peinado potente; esta chica (una veinteañera, no olvidemos) ha decidido llevar el pelo suelto o semi. Lo suficiente para sujetar el velo. Los pendientes son "lo nuevo" que toda novia debe llevar: un diseño de Robinson Pelham que los Middleton han regalado a su hija.
El bouquet es corto, sin complicaciones, trabajo de Shane Connolly. Está realizado con mirto, lirios, jacintos y una flor llamada Sweet William, un guiño cariñoso a su ya marido. Todo parece sencillo, de acuerdo a una boda de perfil también semi, sólo semi-bajo. La novia sonríe. El novio le ha dicho que “está preciosa”. God save McQueen.
*Anabel Vázquez es editora del blog de moda y tendencias Radar en Vanity Fair