Chris Stewart, el eterno optimista de La Alpujarra
- El escritor británico Chris Stewart presenta Los Almendros en flor
- Es el tercer libro de su trilogía de La Alpujarra
- El novelista firma en la Feria del Libro de Madrid
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Ficha técnica
Editorial:
SALAMANDRA
Edición:2011
Formato:
Rústica
Páginas:
288
Bajo una finísima capa de humor inglés, Chris Stewart es ante todo un hombre comprometido. Ultimamente se ha unido a Oxfam y ha colaborado como escritor en la campaña contra la hambruna en Níger; una experiencia que le ha dejado tocado, y en la que intentó ser útil con su sentido del humor por bandera: “¡Hombre claro¡-exclama vehemente- la risa es un arma potentísima para tratar todo tipo de temas.
Apoyo a los “indignados”
La crisis mundial ha puesto a prueba su resistente optimismo. A su llegada a Madrid, dónde firma en la Feria del Libro, no ha parado hasta visitar el campamento de “indignados” de Sol.
“De corazón estoy con ellos pero creo que necesitan un líder carismático para salir adelante. Necesitamos un nuevo Nelson Mandela”, asegura éste espíritu revolucionario que siente de verdad que “la sociedad actual esclaviza y ‘putea’ al indefenso ciudadano”.
Aunque se pone serio mientras piensa en los temas que le preocupan, el novelista británico hace gala de su fama de hombre bienhumorado- “aquí en la ciudad no para uno de comer”, afirma, mientras sonríe a cada momento durante la entrevista, dónde responde en fluido español.
Un humor inquebrantable
Prueba de su respeto por el idioma es el empeño constante por construir correctamente las frases, “me encanta la musicalidad y la elocuencia del lenguaje”, dice, mientras demuestra que maneja con soltura una desternillante jerga castiza- “veo menos que un gato de escayola. Hay que ganar más guita”-, en una conversación que subraya con algún que otro taco.
Así es Chris Stewart: 60 años recién cumplidos, pelo cano, gafas redondas, camiseta de colores flúor debajo de una gastada chaqueta de pana, “tiene 35 años”, cuenta orgulloso.Cuando le hago notar que el calor en Madrid puede pasarle factura, saca un punto de coquetería e insiste en que es “demasiado viejo para ir sin chaqueta”.
“A los ingleses le fascina ‘el embrujo de la cultura mediterránea'“
Stewart puede permitírselo. No en vano, puede presumir de ser exbatería del mítico grupo Génesis- un tema por el que le preguntan a menudo- ha formado parte de la troupe de un circo, pilotado aviones, recorrido China para hacer una guía de viajes, y para colmo es esquilador profesional de ovejas, una actividad que sigue realizando hoy en día.
Un escritor “de verdad”
El éxito le ha llegado con sus libros (Entre Limones y El Loro en el limonero llevan vendidos más de un millón de ejemplares en el Reino Unido) sobre sus aventuras y desventuras en su finca El Valero, un particular vergel situado en un recóndito rincón de la Alpujarra andaluza apenas comunicado.
Allí recaló hace veinte años con su mujer Annie, siguiendo la estela de viajeros ingleses al más puro estilo de Gerald Brennan en su relato Al sur de Granada. Una fascinación por la tierra que permanece intacta a través del tiempo, “hay mucha poesía en cada rincón”, explica.
“Seré guiri hasta que me muera“
El reconocimiento le ha permitido vivir de la escritura, una labor que hasta hace poco no consideraba “un trabajo de verdad”. Lo compagina con el cultivo de la tierra, y la atención constante a sus perros, gatos, corderos, gallinas, y a un loro protagonista de su anterior libro, “Ha muerto hoy justo hace un año. Es muy triste”, susurra apesadumbrado.
La afirmación da paso a un universo más íntimo: “Por primera vez me siento escritor, y tengo dentro de mí tres o cuatro libros más”, anuncia.
En su última novela Los Almendros en flor continúa riéndose de si mismo y mostrándose inasequible al desaliento. El éxito de sus escritos lo resume con una explicación sencilla: “A los ingleses le fascina ‘el embrujo de la cultura mediterránea’, y a los españoles reflejarse en la mirada de los extranjeros”.
“Seré guiri hasta que me muera”, asevera, y de volver a Londres “ni hablar del peluquín”: “Es precioso pero sería incapaz de abandonar la naturaleza. He estado hace poco y el tráfico es estresante”.
Tras su paso por Madrid le esperan sus montañas granaínas. “Tengo que pelar las ovejas, sacar el estiércol y reparar la casa. Me encanta esa vida”, se despide emocionado.