Turquía reafirma sus ambiciones como potencia regional emergente tras la victoria de Erdogan
- Las revueltas árabes suponen un reto para el primer ministro reelegido
- El país crece casi un 9%, el que más del G-20 después de China
- La adhesión a la UE, paralizada por la oposición de Alemania y Francia
Turquía, único miembro de la OTAN con una población mayoritariamente musulmana y eterno candidato a adherirse a la Unión Europea, es una potencia emergente tanto en la economía como en la diplomacia.
El país creció casi un 9% el año pasado, el segundo índice más alto del G-20 tras el de China. Recep Tayyip Erdogan, el primer ministro que ha obtenido un tercer mandato en las elecciones, se define como un "demócrata conservador". Tras llegar al poder en 2002, su partido, Justicia y Desarrollo, sacó al país de la crisis con una política de reformas.
Sin embargo, en el segundo periodo de gobierno las reformas comenzaron a perder el paso. La oposición de Alemania y Francia ha estancado las negociaciones para una posible entrada en la UE, bien vista por otros países, como España.
Los críticos alegan la falta de libertad de expresión en los medios de comunicación turcos y los planes del Ejecutivo para introducir filtros en Internet, además del tratamiento de minorías como la kurda o la falta de reconocimiento del genocidio armenio.
El reto de las revueltas árabes
En la esfera internacional, Turquía intenta poner en práctica una política internacional propia en lugar de seguir a los Estados Unidos como ocurría durante la Guerra Fría.
En su discurso tras la victoria, Erdogan ha aludido a esta ambición de influir en el entorno geográfico del antiguo Imperio Otomano. "Creedme, Sarajevo ha ganado hoy tanto como Estambul; Beirut ha ganado tanto como Izmir; Damasco tanto como Ankara; Ramala, Nablus, Jenin, Cisjordania, Jerusalén tanto como Diyarbakir", ha afirmado.
En los últimos meses, sin embargo, la política del gobierno de Ankara de "cero problemas" con sus vecinos y de postularse como mediador ha chocado con la evolución de las protestas árabes, sobre todo en su vecino del sur, Siria. Tan solo la semana pasada Erdogan endureció sus críticas contra el régimen de Bachar Al Asad, al que acusó de cometer "atrocidades". Hasta ese momento, el mandatario turco había apostado por la prudencia y por pedir reformas.
La situación en Siria puede tener graves consecuencias para Turquía, donde ya han huído miles de refugiados de la ciudad de Jisr al Shughur, y se espera a muchos más.
También respecto a la otra potencia militar de Oriente Próximo, Israel, el gobierno islamista turco ha intentado marcar distancias con sus antecesores. La polémica por el ataque israelí a la flotilla contra el bloqueo a Gaza, en la que murieron nueve personas, todas ellas de nacionalidad turca, ha contribuido a alejar a ambos países, hasta ahora cercanos aliados con una estrecha cooperación militar y de inteligencia.
Socio en la Alianza de Civilizaciones
El partido de Erdogan es visto como un modelo para muchos partidos islamistas que pretenden acceder al poder en todo el mundo musulmán. El líder turco se sumó desde el principio al proyecto de Alianza de Civilizaciones, impulsado por el presidente español, José Luís Rodríguez Zapatero.
Zapatero ha sido precisamente uno de los primeros en felicitar a Erdogan. En su telegrama ha recordado "las magníficas relaciones" que actualmente mantienen ambos países y le ha transmitido su deseo de que estas "sigan reforzándose en este próximo periodo".
Además de trasmitirle su "más sincera enhorabuena" por una victoria en los comicios que es "una clara demostración de la confianza que la sociedad turca tiene en su gestión", Zapatero ha expresado su deseo de "poder tener en breve" un encuentro con Erdogan para felicitarle personalmente.