El movimiento 15-M: De dónde vino y hacia dónde irá tras el fin de las acampadas
- Expertos en revueltas sociales coinciden en que la crisis amplificó el apoyo
- Ven difícil el futuro del movimiento por su rechazo a la institucionalización
- Los indignados lo ven claro: "El 15-M no termina con la acampada"
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La crisis económica fue el motor de una rebelión social autodenominada movimiento 15-M. Una rebelión que siembra la esperanza del cambio en el plano político pero que tendrá que modificar su sistema organizativo y conseguir concreción en sus propuestas para tener un futuro a largo plazo.
Son las conclusiones de expertos e 'indignados', que echan la vista atrás para analizar los pasos dados desde la manifestación en Madrid -de la que se cumple un mes este miércoles- hasta el desmantelamiento de la acampada en la Puerta del Sol de la capital, una movilización que ha hecho evidente durante cuatro semanas la indignación ciudadana con la clase política y con la democracia actual.
Fermín Bouza, catedrárico de Sociología de la Universidad Complutense de Madrid; Salvador Cardús, decano de Ciencias Políticas y Sociología de la Universitat Autonoma de Barcelona; Joan Botella, catedrático de Ciencias Políticas en la misma universidad y varios 'indignados' ayudan a RTVE.es a analizar cuáles han sido las razones que han sacado a la gente a la calle y cuáles serán los posos que este movimiento 15-M puede dejar en la sociedad española.
"Una manifestación de parados"
Todos los expertos consultados coinciden en que el desencadenante del apoyo masivo a la manifestación y posterior acampada es la situación económica actual. Fermín Bouza, de hecho, habla de que uno de los elementos fundamentales de este movimiento es "una manifestación de parados" que, a su juicio, "es lo que le da vida".
"Los datos del CIS llevan tiempo evidenciando la relación entre desafección con la clase política y crisis económica. La queja responde a la sensación de que alguien tiene que hacer algo y nadie lo hace", añade
"La movilización ha existido durante todo este tiempo porque alguien le ha hecho caso", continúa Bouza, que pone al frente de esta indignación a una "vanguardia creativa que ha hecho una crítica a la política convencional, a los políticos y a la democracia misma incluso".
En palabras de este sociólogo, el apoyo a esta "rama ideológica" irá languideciendo en la medida que los parados encuentren trabajo y solo sobrevivirá en el plano ideológico. "Lo que va a dar más solidez al movimento es la evidencia de que la democracia es cada vez más distante de sus ciudadanos", apunta.
“Mientras podíamos ir tirando íbamos tirando todos“
Cardús y Botella coinciden en que sin crisis este movimiento no habría tenido la misma repercusión y apoyo ciudadano. "Las cosas que se reivindican podrían haberse reivindicado antes de que comenzara la crisis, los problemas estaban ahí, pero la gente con dificultades económicas ha sido el caldo de cultivo necesario para que esto estallara", argumenta Cardús.
En la misma línea se expresa Botella: "Mientras podíamos ir tirando, íbamos tirando todos".
De la euforia al problema de la heterogeneidad
El politólogo de la Autónoma de Barcelona destaca desde un principio que el movimiento ha sido "muy plural y con lógicas diferentes" y que, precisamente por eso, la experiencia de cada indignado -de los que fueron a la manifestación, de los que acamparon, de los que se acercaron para mostrar su solidaridad- "ha sido un poco única".
Botella ve claros dos puntos de inflexión en estas cuatro semanas. Por un lado cree que la decisión de la Junta Electoral Central de prohibir las manifestaciones en la jornada de reflexión "desató la indignación y la solidaridad aún más y gente que se habría quedado en casa decidió apoyar a los acampados en su rebelión". "Los ciudadanos, que no se sienten representados por el sistema actual, vieron que uno de sus órganos intentaba ponerles límites y esto les indignó aún más", explica Botella.
“La carga de Barcelona dio una imagen más radical“
Por otro, cree que la carga en Barcelona radicalizó -incluso físicamente- "el tono y el estilo de los acampados". "Muchos temieron que pasaran a un primer plano los más radicales", añade Botella, que incide en que la carga en Valencia y la tensión vivida en las tomas de posesión en los ayuntamientos amplificó esta imagen.
Para Salvador Cardús, en las acampadas -al menos en la de Barcelona- "no ha habido novedad en los discursos ni en el núcleo fuerte de los que han acampado: okupas, antisistema y antiglobalización". El decano de la UAB ve claro que el movimiento está siguiendo una ideología: "La misma democracia de carácter asambleario tiene una base libertaria y anarquista muy clara".
“Han jugado con la ingenuidad de la gente“
A su juicio, este núcleo duro "juega con la ingenuidad de la gente que no sabe realmente a lo que está dando apoyo".
También Bouza habla de "radicales" como el núcleo de los acampados, aunque apunta que esta definición responde a quienes se sitúan lejos "de la política convencional". "No es una novedad que una crisis como esta haya empujado a la gente a la calle, lo que sí que es nuevo es que la gente común atienda a la llamada de grupos radicales, que generalmente se caracterizan por la soledad o el aislamiento", explica.
Bouza que cree que en una primera fase la "llamada a la solidaridad" de estos "radicales" tiene su efecto porque el problema por el que se manifiestan existe y es real. En cambio, en una segunda fase, estos grupos "no entienden que la gente está allí por sus propios problemas, problemas que no necesariamente coinciden con los del colectivo". A partir de ese momento, continúa el sociólogo de la UCM, con la prolongación "excesiva" del campamento, "la vanguardia pierde las bases que la sustentaban".
La fórmula de la revolución no es inédita, lo son sus medios
Cuando la acampada en Sol comenzó a consolidarse, comenzaron a surgir las comparaciones con otras revueltas sociales o juveniles más o menos recientes. Desde las revueltas árabes de este 2011 hasta el mítico mayo frances de 1968.
Joan Botella cree que ninguna de estas referencias sirve, a pesar de que "la principal diferencia con otras revoluciones, revueltas sociales o manifestaciones juveniles es la forma en la que ha sido convocada y alimentada" -redes sociales como facebook y twitter-. Este politólogo sí encuentra relación entre el movimiento 15-M y las manifestaciones de mujeres contra Berlusconi o los 'girotondi' italianos de principios de esta década. "Son manifestaciones sin siglas políticas, sin pancartas, que existen solo para exteriorizar la indignación y que con el paso del tiempo se ve que han dejado plantada la semilla", comenta Botella.
Los movimientos antiglobalización o las multitudinarias manifestaciones contra la guerra de Irak sirven de referencia a Salvador Cardús para descartar que este sea un movimiento con continuidad. "Yo lo llamo movilización, no movimiento. Para que exista un movimiento social con capacidad de influencia, es necesaria la organización", apunta. Cardús destaca que esas otras revueltas o movilizaciones "con muchísima fuerza y presencia mediática" han quedado en nada con el paso de los años.
Sí reconoce la novedad de las redes sociales y apunta que la primera vez que cree que en España ocurrió algo similar fue el 13 de marzo de 2004, cuando con mensajes de móviles "la gente se citó frente a las sedes del PP para mostrar su indignación".
El futuro es posible "si pasan de la metafísica a la física"
No hay demasiado acuerdo en relación al poso que pueda dejar el movimiento 15-M en la sociedad o sobre su futuro a largo plazo. A juicio de Fermín Bouza, todo lo ocurrido en las últimas cuatro semanas "tendrá recorrido en la medida en que haya penetrado".
Destaca, no obstante, que para avanzar "tendrá que ser capaz de bajarse de la metafísica a la física". "Cuando las vanguardias no plantean una tabla de reivindicaciones, cuando lo único que se ve y oye es metafísica, comienza el desencanto", matiza Bouza.
“Han renunciado a las reivindicaciones, piden filosofía“
Este sociólogo, que cree que la formación de un partido político de indignados "sería un error", ve factible que se llegara a una mayor concreción en las reivindicaciones, pero los 'indignados' "han renunciado a ella, piden filosofía".
Por su parte, Joan Botella cree que lo importante será la "participación" de aquí en adelante. "El apoyo a las ideas se mantiene, pero la participación ha ido bajando a lo largo de estas cuatro semanas", destaca.
“Los políticos tendrán que responder antes o después“
Botella apunta que "el grado de desautorización del sistema" va a quedar en la opinión pública ciudadana. "Cuando uno deja de estar tirado en el sofá, y pone un pie en la calle para enfrentarse al sistema, es una experiencia que se queda", añade.
A su juicio, serán los jóvenes de 18-20 años los que definirán las consecuencias que dejará el movimiento a largo plazo. "Quien se inscriba en un par de años a un partido político llevará ese chip puesto", añade Botella, que cree que "los mismos partidos que hoy miran a estos jóvenes desde arriba y con displicencia tendrán que contestar a las preguntas que les han hecho durante este mes".
Mucho más pesimista se muestra Salvador Cardús, que cree que serán precisamente las redes sociales que les han aupado las que dificultarán que se construya "un sistema ideológico trabado". "Lo que les ha dado fuerza desde el punto de vista del apoyo ciudadano se la resta de cara a la teoría de las propuestas", indica.
“Si nadie se apropia del movimiento, no tendrá continuidad“
Cardús no confía en que la "capacidad de mover la realidad" de este movimiento 15-M sea mucha, pero sí ve posible un cambio en el plano del discurso político. De hecho, el decano de la UAB ya ve algunos "guiños" de los políticos actuales a los indignados, "por si acaso".
Vaticina, en suma, que muchos de los 'indignados' "acabarán frustrados" por la incapacidad de construir algo más sólido. "En la lógica propia de esta movilización está el sentirse contrario a cualquier tipo de estabilidad. Si nadie se apropia del movimiento, difícilmente va a poder tener continuidad", zanja.
Los indignados lo ven claro: El 15-M no termina con la acampada
Los indignados que este domingo levantaron el campamento en Sol sí confían en el presente y el futuro del 15-M después del desmantelamiento. Creen que el éxito pasa por entender que el movimiento es mucho más que las acampadas y que es importante recuperar a gente que comparte sus preocupaciones pero que se ha ido desencantando con las formas.
"El movimiento tiene mucho futuro, las acampadas no", sentencia Ángela, una de las indignadas de Sol. "Hace falta que vuelva a tener cabida todo el mundo y no solo el que más resiste. Hay gente que retiró su apoyo a la acampada, pero sigue confiando en el movimiento", añade.
“El movimiento tiene mucho futuro, las acampadas no“
Esta joven ve muy posible que, trabajando, el movimiento 15-M sea capaz de presentar propuestas concretas. "Entonces, la gente volverá a darnos su apoyo", afirma.
Óscar, otro indignado, también ve posible que el movimiento crezca si se cambia el sistema de trabajo. Reconoce que durante la acampada no todo ha sido fácil y lamenta, por ejemplo, que sea tan complicado sacar adelante el trabajo de la comisión de dinamización de objetivos.
"Queremos trabajar en las cuatro líneas del consenso de mínimos para tener algo real que presentar a quienes nos apoyan. Una vez que tengamos esto listo pensamos en abrir una línea de comunicación con Gobierno y partidos políticos para que se pronuncien, pero con este sistema es difícil que nos autoricen a hacerlo", lamenta Óscar.
En general, los 'indignados' tienen puesta la vista ahora en el trabajo por comisiones y equipos de trabajo y en trasladar las asambleas a los barrios y municipios. "No nos vamos, nos expandimos", gritaban este domingo en Sol.