Enlaces accesibilidad

Fukushima Daichi, 100 días después

  • La situación ha mejorado pero no se ha estabilizado por completo
  • El objetivo es llevar a los reactores a 'parada fría' a fin de año

Ver también:  Catástrofe nuclear en Japón 

Por
La sala de turbinas de la central nuclear japonesa de Fukushima.
La sala de turbinas de la central nuclear japonesa de Fukushima.

Han pasado algo más de 100 días, y la crisis en la planta nuclear japonesa de Fukushima I (Dai-Ichi) continúa. Aunque los peores desarrollos parecen cosa del pasado, la situación no se ha estabilizado por completo.  Y las graves consecuencias que el accidente nuclear siguen desarrollándose.

¿Cuál es la situación de los reactores dañados?

Tras muchas informaciones contradictorias, parciales y directamente falsas la empresa propietaria TEPCO ha reconocido que los reactores 1 al 3 se fundieron por completo (meltdown) en las primeras horas tras la pérdida de la refrigeración a consecuencia del tsunami tras el terremoto del 11 de marzo.

Según un reciente informe publicado por la empresa, las primeras y cruciales horas fueron un desastre, con graves errores de preparación que complicaron la mala situación provocada por el tsunami hasta provocar la fusión de los núcleos. Sumado a las piscinas de combustible, donde parte de núcleos ya gastados quedaron expuestos durante la crisis, y los daños en el reactor 4, que estaba detenido durante el accidente, crean en conjunto una grave situación en la planta. 

En los reactores 1 al 3 cabe suponer que el material fundido, denominado Corium, se depositó en la parte inferior de las vasijas de contención internas. Se sospecha que en al menos alguno de ellos se produjo fusión nuclear descontrolada durante el proceso, aunque parece que ya se ha detenido; los restos están ahora en reposo.

Lo peor es que en varios de los reactores, especialmente el número 2 pero posiblemente también el 1 y el 3, la empresa TEPCO piensa que la propia vasija interna ha resultado afectada, con perforaciones de en su zona inferior y fuga de Corium a la vasija externa de acero (melt-through). Esto podría explicar las fugas de agua altamente radiactiva desde el reactor 2, y complica la tarea de controlar definitivamente los núcleos dañados. Aunque no haya reacciones nucleares el material sigue caliente, por lo que los tres reactores deben ser continuamente refrigerados con agua. En el reactor 2, además, hay sobrepresión interna de gases, por lo que debe ser despresurizado expulsando aire a la atmósfera. Este aire, contaminado con partículas radiactivas, está siendo filtrado antes de su expulsión.

El principal problema ahora es la acumulación de grandes cantidades de agua usada en la refrigeración de emergencia que ha sido contaminada con isótopos radiactivos como el Cesio 127. Se calcula que hay más de 110.000 toneladas de agua contaminada (el equivalente a 45 piscinas olímpicas), y cada día se añaden otras 500 toneladas. El sistema de descontaminación se basa en separar los isótopos radiactivos del agua, que sale del proceso 10.000 veces menos radiactiva de lo que entró. A cambio la radiación se concentra en fangos muy radiactivos que más tarde han de ser tratados, o almacenados.

Las estimaciones de la empresa calculan que se generarán más de 2.000 metros cúbicos de fango altamente radiactivo, pero la planta solo puede almacenar 1.200 metros cúbicos; el resto habrá de ser transportado a otro lugar. El agua una vez descontaminada se reutilizará en la refrigeración, pero los sistemas de descontaminación se han saturado mucho antes de lo previsto por los técnicos y el proceso ha sido detenido y no se reanudará hasta más adelante. Si no se halla una solución en un par de semanas el almacenamiento de agua radiactiva en Fukushima I se verá desbordado. Los países de los alrededores han mostrado su oposición a nuevos vertidos al mar de radiactividad. 

En los reactores 1 al 3 continúan los trabajos de estabilización, que consisten en limpiar los escombros dejados por las explosiones de hidrógeno y tratar de restaurar los sistemas primarios de refrigeración de los núcleos para llevarlos a una situación de ‘parada fría’ antes de fin de año (por debajo de 100 grados centígrados). Las áreas contaminadas y los daños de las explosiones dificultan sobremanera las tareas, algunas de las cuales se están llevando a cabo con robots. Durante estas labores algunos empleados están recibiendo dosis de radiación superiores a las aceptables, aunque muy alejadas de las que podrían provocarles daños a corto plazo. 

Para colmo el reactor 4 también tiene daños mayores de lo esperado, según quedó claro tras la primera incursión de reconocimiento. El edificio muestra un gran agujero provocado por las explosiones del 15 de marzo y daños en las tuberías necesarias para mantener la refrigeración en activo. No consta que se haya informado de daños en la piscina de combustible gastado anexa. Estas piscinas, que en el caso del Reactor 4 almacenaban gran cantidad de material, pues estaba en recarga, quedarán definitivamente estabilizadas dentro de un mes, según TEPCO. 

Con carácter inmediato se va a iniciar la construcción de coberturas para los reactores dañados por las explosiones de hidrógeno. Estas cubiertas provisionales se construirán con materiales plásticos sobre un armazón de acero, y su objetivo es proteger los edificios destruidos de los elementos, pero no serán herméticos. Se quiere evitar que la lluvia genere más agua contaminada, pero a largo plazo será necesario construir sobre los reactores dañados una cubierta permanente de hormigón, al estilo del ‘sarcófago’ que recubre Chernóbil.

¿Qué está ocurriendo en el resto de Japón?

La situación dentro del área cerrada alrededor de la central dañada sigue siendo grave. Se registran elevados niveles de contaminación radiactiva principalmente por Cesio 137, el isótopo con vida media de 30 años que causó la mayor parte de los problemas graves en Ucrania y Bielorrusia tras el accidente de Chernóbil. También se ha detectado en el agua subterránea cerca de la central y en otras localizaciones del área afectada la presencia de otros isótopos bastante peligrosos como el Estroncio 90, que tiende a acumularse en los huesos y tiene una vida media de 29 años. Por no citar varios isótopos de Plutonio y Uranio, Americio 241 y Curio 242, 243 y 244 en cantidades reducidas.

En el mar que rodea la central la situación es también mala. Las filtraciones de agua altamente radiactiva desde los reactores dañados han generado mediciones elevadas (hasta centenares, o miles de veces superiores a lo aceptable) en las aguas cercanas. Será necesario vigilar la producción de productos marinos en el área durante años, ante el riesgo que puede suponer la bioacumulación de algunos isótopos presentes, como el Estroncio 90.

La existencia de áreas contaminadas fuera del área de exclusión de 20 kilómetros, con ‘puntos calientes’ en las que los vientos u otros mecanismos han concentrado niveles de radiación inaceptables y cercanos a la contaminación de la llamada ‘Zona Muerta’ alrededor de Chernóbil se está convirtiendo en un grave problemaEl Gobierno ha evacuado varios pueblos situados a entre 20 y 30 kilómetros de la central como Iitate, Katsurao y Namie a causa de estas concentraciones locales, orientadas todas hacia el noroeste de la central, donde los vientos arrastraron materiales durante los primeros días de la crisis.

El área seriamente contaminada, sin embargo, sería mucho menor que las regiones de Ucrania y Bielorrusia evacuadas tras Chernóbil: 600 kilómetros cuadrados, en lugar de 3.100. Algunos de estos ‘puntos calientes’ están apareciendo a mayores distancias, como en Date, situada a 60 kilómetros de la planta nuclear dañada. En cualquier caso las áreas afectadas deberán ser descontaminadas, reemplazando el suelo o eliminando los isótopos, antes de que la población pueda regresar. En la cercana ciudad de Fukushima las autoridades han repartido dosímetros entre 34.000 escolares para vigilar su posible exposición. 

Los estudios oficiales de radiación en el resto de Japón no han detectado un aumento significativo de los niveles, aunque muchos desconfían de las cifras oficiales, dadas las tergiversaciones, retrasos y omisiones de información los primeros días de la catástrofe. Sin embargo la red abierta de medición ciudadana Japan Geigermap confirma la inexistencia de niveles elevados fuera de la rtegión colindante con la central. Las áreas más cercanas muestran niveles superiores a lo normal, pero muy lejos de los que serían preocupantes. Tokio, en especial, tiene niveles de radiación prácticamente normales, y las autoridades locales han aumentado a 100 los puntos de toma de muestras para tranquilizar a la población.

Otro problema es la aparición en el mercado de productos alimenticios con niveles de radiación superiores a los admisibles para el consumo humano. En varias prefecturas se han detectado productos así contaminados, como verduras o té, en ocasiones a grandes distancias de Fukushima I. Varias factorías de té de Shizuoka City, situada a más de 300 kilómetros, han tenido que ser cerradas, al detectarse Cesio 137 en concentraciones superiores a las normativas vigentes.

Aparte de Fukushima I otras plantas nucleares también tienen dificultades.  Por ejemplo Fukushima II, situada una decena de kilómetros al sur de Fukushima I, almacenó 7.000 toneladas de agua de mar contaminada a resultas del tsunami del 11 de marzo, de las que quiere verter 3.000 al mar. Y 480 kilómetros al sur está el reactor ‘regenerador rápido’ (fast breeder) de Monju, dañado en un accidente anterior al terremoto y que todavía no ha sido reparado.

Monju es vital para los planes a largo plazo de la industria nuclear japonesa, ya que es capaz de usar para funcionar el combustible gastado de las otras centrales, eliminando así el problema de los residuos nucleares (que Japón no tendría dónde almacenar). Pero su avanzada tecnología (utiliza sodio fundido como refrigerante) ha creado numerosos problemas, hasta tal punto que sólo ha sido capaz de generar electricidad durante una hora seguida en los 20 años que lleva en pruebas. Cargado de combustible de plutonio, refrigerado por peligroso e inflamable sodio fundido y situado sobre una falla tectónica y apenas a 96 kilómetros de Kyoto, Monju es un proyecto muy discutido que ya sufrió un gran accidente al incendiarse en 1995.

¿Qué está ocurriendo fuera de Japón?

Varias fuentes seguían la extensión por todo el globo de la contaminación radiactiva procedente de Fukushima I, pero están dejando de hacerlo. Y no por razones ocultas y oscuras, sino simplemente porque había muy poco (por no decir nada) que medir: las emisiones de radiación de alcance internacional son a estas alturas tan escasas que los organismos que reconstruían su dispersión global han dejado de tomarse la molestia.

El Instituto Central de Meteorología y Geodinámica austriaco (ZAMG) estuvo realizando simulaciones de la dispersión de aire contaminado con partículas radiactivas desde la central nuclear dañada, pero abandonó el empeño hace dos semanas, ante el descenso a prácticamente cero de las emisiones.  Lo mismo hizo el Instituto del Aire noruego (NILU), que usaba datos procedentes de la red de sensores desplegada por la Organización del Tratado Internacional de Prohibición de Pruebas Nucleares, hasta que las lecturas resultaron ser demasiado bajas para dar resultados fiables. 

En los EE.UU. , el primer país que se vería afectado por las emisiones radiactivas, la agencia oficial EPA ha reducido su programa intensivo de control ante la inexistencia de datos de contaminación, como puede comprobarse en su página web RadNet. Para los desconfiados, las cifras oficiales coinciden con proyectos ciudadanos como RadiationNetwork, que recopila mediciones enviadas por gente particular esquivando así la manipulación oficial.

A pesar de la existencia de algunos pesimistas, que afirman que nos hallamos ante la peor catástrofe industrial de la historia, que deja pequeña a Chernóbil y que ya está provocando muertes por miles en los EE UU, no existen indicios de contaminación alejada de las costas japonesas. Pero por si acaso se han lanzado al menos dos proyectos de estudio, análisis y seguimiento de la contaminación radiactiva marina en el Pacífico, uno por parte de la IAEA (agencia de la ONU de control de la energía nuclear) y otro por un grupo científico internacional con representantes de varios centros oceanográficos estadounidenses, japoneses y españoles.