Charlene Wittstock, la sirena de Mónaco
- La nadadora sudafricana ha logrado que Alberto abandone su soltería
- Discreta, sencilla, sobria... Las comparaciones con Grace Kelly son inevitables
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Su espectacular debut en la Gran Gala de la Cruz Roja de 2006 como la novia oficial del príncipe Alberto de Mónaco deslumbró a los monegascos. Su belleza y discreción pronto confirmaron la noticia que llevaban 24 años esperando: Grace Kelly ya tenía sucesora.
Su elegancia, su sobriedad, pero sobre todo su sencillez son valores que se miran en el espejo de la princesa Grace y recuerdan los primeros años en de 1950 en los que una actriz estadounidense tuvo que luchar para ganarse el corazón del principado europeo.
No faltan rasgos comunes entre las dos mujeres más importantes en la vida del príncipe Alberto. Ambas son extranjeras, de antepasados alemanes pero de origen anglosajón, y hacen gala de un físico y una belleza envidiables entre los que destacan una melena rubia y unos intensos ojos azules.
“Es un honor que me comparen con ella porque lo hizo muy bien y fue un ejemplo para los monegascos”, ha afirmado Charlene de su antecesora en más de una ocasión.
“Es un honor que me comparen con Grace Kelly“
Los que conocieron a Grace aseguran que Charlene le hubiera gustado, pero más allá de las comparaciones con la gran dama monegasca, ¿quién es en realidad la futura princesa de Mónaco
De deportista de élite...
La prensa se refiere siempre a ella como la nadadora sudafricana, pero en realidad Charlene Wittstock Lynette nació en Bulawayo, Zimbabue, el 25 de enero de 1978. Desde la antigua Rhodesia emigró cuando tenía 12 años a Sudáfrica donde creció en Benoni, una ciudad afrikáner cercana a Johannesburgo, la capital.
De familia de clase media, su padre es un gerente de ventas de ordenadores y su madre una exprofesora de natación que le inculcó el amor por este deporte. Tiene, además, dos hermanos menores que ella, Gareth y Sean.
En 1996, con 18 años, la natación cambió su vida cuando ganó los campeonatos nacionales júnior de Sudáfrica. Su familia se mudó a Durban para buscarla un mejor entrenador y, a partir de ahí, comenzó una exitosa carrera como deportista profesional, aunque el principado de Mónaco ha insitido en presentarla como educadora infantil.
En el 2000, su equipo quedó quinto en la prueba de relevos de los Juegos Olímpicos de Sidney y Charlene ganó la medalla de oro de 200 metros espalda en el Encuentro Internacional de Natación de Mónaco Marenostrum, donde conoció al príncipe Alberto. Dos años más tarde, consigue tres medallas de oro en la Copa del Mundo de natación y la medalla de plata en los Juegos de la Commonwealth de Manchester. En 2007 abandonó la natación profesional por un lesión en el hombro tras clasificarse para los Juegos Olímpicos de Pekín, aunque algunos interpretan que su consolidada relación con Alberto fue la que puso el punto y final a su carrera profesional. Ahora, le tocaba aprender a ser princesa.
...a Su Alteza Serenísima
Desde que se conocieron en el Marenostrum de Mónaco en el año 2000, hasta que Alberto le pidió una cita pasaron dos años y otros cuatro más hasta que su relación se hizo oficial. La paciencia es, sin duda, otra de las virtudes de Charlene.
Estos últimos cuatro años los ha dedicado a prepararse como Su Alteza Serenísima Charlene de Mónaco. Ha estudiado francés, ha profundizado en la historia del principado, ha aprendido todo lo relativo al protocolo, se ha convertido al catolicismo como exige la Constitución de Mónaco, y ha refinado su estilo de la mano de Giorgio Armani, su diseñador de cabecera.
Su afición por la poesía sudafricana y el arte contemporáneo, compatibles con la vida palaciega, suplen su pasión por el surf y la escalada, hobbies que ha tenido prácticamente que abandonar. Y su compromiso con las causas humanitarias se verá recompensado en su nueva vida, ya que tendrá más fácil colaborar con fundaciones como la de Nelson Mandela, con la que participa desde hace años.
Con tesón y esfuerzo Charlene ha logrado ganarse el cariño de la corte monegasca y de sus cuñadas, las princesas Carolina y Estefanía. Y, lo que es más difícil, arrancar al príncipe Alberto de su soltería. Ya solo le queda reinar.