Enlaces accesibilidad

Dave St Pierre presenta en Madrid su "Un poco de ternura, ¡desorden de mierda!

  • Un espectáculo de danza-teatro que pretende romper las reglas
  • Los bailarines desnudos se lanzan al patio de butacas para besar al público
  • El espectáculo lleva 5 años viajando con éxito por el mundo
  • Hasta el domingo 26 en las Naves del Matadero de Madrid

Por

Las palabras de Dave

Me encontré con seres humanos. Experimenté su esplendor, su temeridad, su

falta de la disciplina, su corazón tan grande como el universo. Coqueteaba con

su belleza, sus caprichos artísticos, sus ideales, sus energías, su entusiasmo

por dar de sí mismos. Seres dotados de infinito amor, hombres y mujeres que

se buscan unos a otros, que se encuentran y se aman.

Este encuentro es el que os presentamos a vosotros esta tarde, un encuentro que lo dice todo, un

encuentro que me hizo bien, uno de esos encuentros que cambian la vida. El

encuentro. Me siento orgulloso, terriblemente orgulloso de presentar a estas

personas que gravitaron hacia mí. Ellos son los insaciables

protagonistas/creadores de la pieza. Sólo hay una palabra para describirlos:

viscerales.

He descubierto que tengo una vena paternal. Soy un pastor que cuida de su

rebaño, sonriente y haciendo cabriolas en el escenario como los tontos felices

celebran con mil piruetas, saltos mortales y bromas.

Cuando el espectador entra a la Sala 1 de las Naves del Español ve y oye al fondo del escenario a un muchacho con barba, completamente desnudo y con una larga peluca de valquiria, que saluda con voz aniñada: ¡Hola, hola, hola!, exclama. Oficialmente el espectáculo no ha comenzada aún. Pero ya pasan cosas raras. Cuando el espectador intenta ocupar su localidad, se encuentra con que unos seres despistados (luego se da cuenta de que son actores) están parados en medio de la fila de butacas. Saludan a los recién llegados, intentan sentarse en su regazo, "molestan un poco al personal".

Son los actores y bailarines de la compañía del joven coreógrafo canadiense Dave St. Pierrecon sede en Montreal, Canadá, que llevan cinco años llevando el espectáculo Un peu de tendresse, Bordel de merde! por todo el mundo. Pasaron también por Barcelona y ahora están en Madrid, en las Naves del Español, la sede que el Teatro Español reserva para los espectáculos más subversivos.

Primer contacto físico con el público

Los espectadores ya saben que este es un espectáculo peculiar y que los actores interactúan (o se meten bastante) con el público. Poco después, van surgiendo una legión de jóvenes desnudos con pelucas rubias, que gritando y saltando se van metiendo entre las butacas, abrazan y besan al público e incluso se tumban sobre las piernas de los espectadores. Es un encuentro inusual con el público y una descarga de energía en doble dirección que deja listos a todos para enfrentarse a un espectáculo heterodoxo.

"En la mayoría de producciones teatrales, el publico se sienta, se acomoda y contempla el espectáculo sin mover un dedo, nosotros queríamos algo distinto; que lo que hiciéramos llegara a romper su individualidad, que le hiciera pensar, reaccionar", nos cuenta unas horas antes de la función Michael Watts, uno de los bailarines de la compañía Dave St. Pierre. Y nos explica también que, "en general el público aunque no está acostumbrado a que se sienten en sus rodillas, entra en el juego y se divierte".

La palabra "bordel" no hace referencia a un burdel donde se comercie con el sexo, sino al "desorden". La regla básica de esta producción -sin una línea argumental evidente- es romper las reglas y en muchos momentos, juega un papel importante la improvisación. De hecho, nunca se sabe como reaccionará el espectador ante el asalto literal de los cuerpos desnudos.

Aumenta la tensión del espectador

Pasado ese primer episodio de tensión, aparece una joven con traje negro hasta la rodilla, tacones altos y un micrófono. Nos da la bienvenida al espectáculo y advierte, en inglés y francés, que si queremos ver un espectáculo sobre la ternura, debemos atenernos a las consecuencias, hasta llegar a ella. Por ello, advierte a las personas con problemas de corazón de que lo que van a ver puede alterarles. También recuerda que "los espectadores con entrada VIP podrán al final del espectáculo tocar a los bailarines de ambos sexos"

Lo que sigue es una extraña escena en la que una chica (vestida) intenta atraer con sus gestos al un chico vestido situado a dos metros de ella. El, impasible, no se mueve...ella se desespera, le intenta atrapar con sus manos, gime, llora... ¿Metáfora de la ternura no correspondida?

Han pasado veinte minutos y Sabrina, la gobernanta dominatrix, advierte que hemos superado esos primeros veintes minutos; ella y los bailarines parodiándola, señalan como azafatas, las salidas de emergencia a los lados de la sala. Insiste y amenaza: "aquí no hay cuarto muro".

La humanidad y la vulnerabilidad

Watts nos ha explicado también cual es el sentido de que los bailarines (y algunas bailarinas, aunque menos) se desnuden con tanta naturalidad y tantas veces durante la función: "no se trata de provocar...la desnudez, que siempre ha existido, nos traslada un mensaje de humanidad...somos como niños de seis años que han descubierto la peluca de mamá, la desnudez nos habla también de la vulnerabilidad del ser humano"

Vamos descubriendo que Sabrina, maestra de ceremonias de esta revista "faunesca y locuela", es una mujer que no quiere saber del amor, quiere permanecer sola, a diferencia de sus compañeros y compañeras.

Primero nos cuenta, con discurso de profesora, la importancia en todas las culturas del número 2, y luego nos confiesa que lo detesta apasionadamente. Luego, se le acerca un rubio barbudo con una tarta en la mano. Y pregunta al público: ¿qué me como el chico...o la tarta? Al final se decide por la segunda, se sienta sobre ella, y comienza a aullar fingiendo un ataque de histeria (¿o era un orgasmo?) El chico sale corriendo.

Durante la hora y cuarenta minutos que dura este montaje, se nos representarán muchas historias más; coreografías que hablan en general de la imposibilidad de encontrar la ternura, de encontrar el ser que creemos que nos merecemos. ..Hombres y mujeres que se cruzan sin verse...

Final poético y acuático

Los últimos minutos dibujarán un escenario bien distinto. Una de las bailarinas será abrazada, uno a uno, por cada uno de los bailarines mientras ella no deja de danzar. Es quizás el momento álgido de la ternura. Luego todos los bailarines quedarán dormidos en el suelo.

En la última escena, de gran belleza, Sabrina se despojará de su vestido negro y se deslizará ágil como una sirena sobre el suelo negro del escenario mientras suena una música apaciguadora y minimalista música, con un piano al estilo de Georges Winston.

En la escena penúltima, todos los bailarines habían mojado las tablas vertiendo el contenido de unas botellas mientras iban descendiendo hasta la posición horizontal... Finalmente, todos los bailarines volverán a la vida y se deslizarán, como Sabrina, suavemente y en todas direcciones sobre el encharcado escenario.