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El príncipe Alberto y Charlene de Mónaco vuelven a darse el sí quiero en un ceremonia al aire libre

  • Tras el enlace civil del viernes, la pareja se ha casado en el Palacio Grimaldi
  • La realeza europea, Sarkozy y actores y modelos han estado presentes
  • Charlene, muy nerviosa durante el enlace, ha roto a llorar en la ofrenda del ramo

Ver también: Especial  Boda real en Mónaco  /  Así te la hemos contado 

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Ceremonia religiosa del príncipe Alberto de Mónaco y la princesa Charlene

Cincuenta y cinco años después de la boda más glamurosa de la realeza europea -la de Rainiero y Grace Kelly- el príncipe Alberto y Charlene se han dado el segundo 'sí quiero',  tras la boda civil de este viernes, en una ceremonia religiosa poco emotiva oficiada por el arzobispo de Mónaco, Bernad Basi, y celebrada ante 4.000 invitados en el Palacio Grimaldi.

En el patio de honor, engalanado y convertido para la ocasión en una iglesia "al aire libre", la ya princesa Charlene al final dijo "oui"para alivio del príncipe Alberto de Mónaco y de todos aquellos que temían que los rumores de crisis de la pareja terminaran en desenlace, en lugar de enlace.

Sin embargo, los fantasmas de la supuesta fuga de Charlene a escasos días de la boda y los dos supuestos nuevos hijos ilegítimos de Alberto han reaparecido en algunos instantes de la ceremonia. En la mirada triste de ella, en el gesto preocupado de él y, en general, en la falta de complicidad entre ambos.

Pero para olvidar la falta de sentimiento, ya estaba el diseñador Giorgio Armani, que ha hecho que la novia brillara sobre los 200 metros de alfombra roja que han dotado a la escena de una pincelada hollywodiense.

Con un vestido del diseñador italiano, Charlene ha llegado del brazo de su padre al altar,  donde la esperaba su ya marido Alberto de Mónaco con el uniforme militar de verano de coronel de Carabineros.

Una novia espectacular de Armani

Tan bella como nerviosa, la novia ha lucido un traje ajustado al cuerpo y escote barco, realizado en satén blanco, y con una larga cola de 20 metros, bordados florales y decoraciones también en nácar de color blanco y oro. Según fuentes de Palacio, se han necesitado más de 2.500 horas de trabajo y está adornado con 40.000 cristales Swarosky y con 30.000 perlas doradas.  Un velo sencillo, sin tiara, un recogido bajo y un maquillaje muy natural han obrado la transformación de la exnadadora sudafricana a princesa de Mónaco.

Antes, habían desfilado por la alfombra roja y blanca, que será subastada tras el enlace con fines benéficos, modelos internacionales de la talla de Naomi Campbell y Karolina Kurkova, los diseñadores Karl Lagerfeld y el propio Armani, el actor Roger Moore, Farah Diba y la familia Grimaldi al completo.

Las mujeres de la casa real monegasca, Carolina, Estefanía, y Carlota Casiraghi han optado por el rosa, aunque cada una ha puesto su sello personal en los adornos del cabello. La hasta ahora primera dama ha sido fiel a la pamela, su hermana ha llevado el pelo recogido y la hija mayor de Carolina ha sorprendido con una arriesgada diadema con rejilla.

Los últimos en entrar en el Palacio, como marca el protocolo, han sido los monarcas y príncipes europeos -entre los que no ha habido ningún representante de la casa real española- y el presidente francés, Nicolas Sarkozy que, como se esperaba, ha acudido sin Carla Bruni dado su avanzado estado de gestación.

Poca pompa y mucho teatro

No se ha repetido el boicot que sufrieron Rainiero y Grace por parte de la realeza europea, pero los únicos soberanos que han acudido a Mónaco han sido los reyes de Suecia y Bélgica. El resto han sido príncipes herederos o, ni eso, ya que en el caso británico han asistido los condes de Wessex.

Una hora ha hecho falta para que los novios comenzaran a disfrutar del  día de su boda. Y ese momento ha llegado con los primeros notas de la divertida canción que ha interpretado la soprano sudafricana Pumeza Matshikiza.

La música, una de las grandes protagonistas del enlace, ha ayudado a relajar a la pareja. La Orquesta Filarmónica, el Coro de la Ópera de Montecarlo, el tenor peruano Juan Diego Flórez y la soprano estadounidense Renée Fleming han sido algunos de los que han puesto la nota de emoción a la ceremonia, sobre todo con la interpretación del Ave María de Franz Schubert por el italiano Andrea Bocelli.

Los invitados, a diferencia de la boda real inglesa en la que no se podía ni siquiera tuitear, han grabado con sus cámaras de vídeo la ceremonia, una señal más de que la pompa y la tradición británica ha brillado por su ausencia en favor de una boda más teatral y mundana.

Las lágrimas de Charlene

Tras el intercambio de alianzas y la firma del acta matrimonial en el registro, los novios han recibido una lluvia de aplausos y pétalos blancos de los invitados que han seguido el enlace desde la plaza del Palacio bajo un sol de justicia.

En la puerta, un coche descapotable ecológico -un un Lexus LS 600h- esperaba a los novios para realizar el recorrido nupcial por las principales avenidas de Montecarlo, donde los monegascos se han concentrado para dar una calurosa felicitación a los recién casados. Banderas de Mónaco y de Sudáfrica han ondeado por igual en honor a la pareja, que sella con este matrimonio cinco años de noviazgo. 

Y en la ofrenda del ramo de la novia en la Iglesia de Santa Devota, la patrona de Mónaco, ha llegado el momento más especial de la boda. Mientras la soprano Marie-Clotilde Würz-De Baets, y su hija, de once años, entonaban un canto a la Virgen, la princesa Charlene ha cedido a la emoción del momento y ha roto a llorar, mientras el príncipe trataba de consolarla.

Lejos de las cámaras, los novios y unos 500 invitados han disfrutado del banquete oficial a cargo del chef francés Alain Ducasse en la Ópera Garnier y las terrazas del casino. El menú, a base de productos de la tierra, ha constado de un "barbagiuan", un suerte de raviolis con verduras, seguido de mújol marinado con hortalizas y un surtido de pesca local. Pero lo más impresionante ha sido el pastel nupcial, de siete plantas, coronado por dos mil flores de azúcar.

Y se espera que a medianoche salgan a compartir con los monegascos el espectáculo de fuegos artificiales que sella definitivamente tres días de festejos que han asegurado el futuro del Principado de Mónaco.