'La caída de los dioses: estético desfile de bajezas humanas
- Solventes interpretaciones en el montaje dirigido por Pandur
- Una elegante escenografía en blanco, rojo y negro resalta la decadencia
- El lascivo Martin de Pablo Rivero, uno de los más aplaudidos por el público
7 Curiosidades de un montaje peculiar:
-La cinta transportadora tiene 3 medidas según el teatro donde se represente.
-Antes de llegar a las Naves del Español, la obra que se representó en Valladolid y Eslovenia, ha realizado más de 4000 kms. y la han visto más de 12.000 espectadores
-Los actores han contado con la ayuda de una profesora de alemán
-Entre cajas, un utilero está preparado para disparar si fallaran las pistolas que aparecen en escena, réplicas de las pistolas alemanas de la época
-7 es el número de repollos que Belén Rueda trocea en cada función
-Además de los 7 actores, 24 más personas trabajan en este montaje
-El espejo situado sobre el escenario mide 12 metros de largo por 5 metros de ancho...se fabricó en Italia y tardaron 7 días en hacerlo
Se cuenta que si el detallista Luchino Vïsconti descubría una flor de plástico en un decorado, la mandaba retirar inmediatamente, pues todo debía ser auténtico.
Si asistiera a la versión teatral que de La caída de los dioses ofrecen las Naves del Español no encontraría fallos al menos, en la puesta en escena, donde todo (desde las uvas de la mesa hasta el vestuario) es real y al mismo tiempo, remite al tiempo que se nos quiere contar.
También encontraría naturalidad, autenticidad y solvencia en los actores, tanto los protagonistas (Fernando Cayo, Belén Rueda, Pablo Rivero...) como la mayoría de los secundarios, aunque se advierte una gran diferencia entre veteranos y noveles.
Jugando con la belleza del mal
Y muy posiblemennte encontraría perfectamente retratada la procacidad unida a la ambición y el rencor, en el personaje de Martin von Essenbeck, encarnado por Pablo Rivero, muy conocido por su papel en la serie televisiva Cuéntame y aquí en su primer papel teatral.
En un momento en el que los actores paran la acccion y vemos una especie de paréntesis antes de que ésta se reanude, él afirma "tengo miedo de que no se me entienda porque como nunca había hecho teatro".
Quizás Viscontí viera así las cosas porque quien firma esta producción del Teatro Español para el Matadero, es Tomaz Pandur quien confiesa que desde su juventud ha buscado “la belleza en el sentido más profundo”.
La belleza la encontramos en este caso en una escenografía singular: una cinta transportadora que ocupa todo el ancho del escenario se lleva y trae escenas, un espejo colgado del techo nos aporta nuevas perspectivas. Por su parte, la iluminación en contra picado (nace debajo de los pies de los actores) crea ambientes tétricos y hermosos.
Otra fuente estética y al mismo tiempo narrativa, además de la exquisitez y rigor histórico del vestuario, es la música en directo que nos ofrece en directo el pianista Ramón Grau.
Utiliza todos los recursos del instrumento (incluso el rasgado o el pulsado violento) para crear tensión en muchos momentos, o hablarnos de sentimientos íntimos en otros. Interpreta músicas de Mozart y Bach, así como música original inspirada en el barroco.
Psicoánalisis de la humanidad
Como todo el mundo que vio La caída de los dioses (1969) de Visconti sabe, esta historia nos habla del declive de una aristocrática familia, propietaria de una fábrica de armamento en los albores del nazismo. Con esa excusa, realiza, como dice Pandur, “un psicoanálisis de la humanidad”. Efectivamente, la lucha por el poder dentro de la familia nos descubre miserias comunes a familias de toda condición, en cualquier época y lugar.
Así vemos desfilar la codicia, la venganza, la cobardía, la hipocresía o la procacidad de casi todos los miembros de los Essenbeck que lucharán sin límites morarles para ir destronando al sucesivo poseedor del poder, aunque éste fuera su antiguo aliado. Veremos temblar de miedo ante la muerte a los antiguos verdugos y así irán cayendo uno detrás de otro, hasta quedar tan sólo los más astutos, es decir los peores entre los peores.
El montaje de Pandur nos deja en la retina escenas potentes, como aquella en la que la fría y calculadora baronesa Von Essenbeck (Belén Rueda le entrega mucho aplomo), con traje de noche y delantal despedaza con toda su fuerza –como si matara a alguien- siete repollos mientras su prima Elisabeth le suplica en vano ayuda para escapar del castillo y reunirse con su marido, perseguido por el nazismo.