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Los "Héroes de Fukushima", las caras anónimas que lucharon por salvar Japón

  • Más de 300 voluntarios se introdujeron en la central 
  • Muchos de ellos han tenido que ser ingresados 

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Las duras condiciones de trabajo de los 400 "héroes de Fukushima"

"No descansamos.  No podemos más, esto es un infierno". Con estas palabras describía un trabajador de la central nuclear de Fukushima su tarea a contrarreloj por evitar que la catástrofe aumentara.

Pese a ello, entre él y las cerca de 300 personas que colaboraron y colaboran en este trabajo, prevalece un valor clave para los japoneses: el de ayudarse los unos a los otros ya que el grupo es más importante que el individuo.

Ha sido ese tesón, esa fuerza de voluntad por servir a su país el que les ha convertido en los llamados "Héroes de Fukushima" y en los nuevos galardonados por el Premio Príncipe de Asturias 2011.

Son ingenieros, técnicos, bomberos, soldados, policías, voluntarios y jubilados que, pese al riesgo que suponía para sus vidas la exposición a altos niveles de radiación, trabajaron para atenuar los daños producidos en la central nuclear.

Un acto "sucida"

El terremoto y posterior tsunami provocaron unos 28.000 muertos y 350.000 desplazados, así como daños en la central nuclear de Fukushima que provocaron explosiones de hidrógeno y la fusión del combustible nuclear. Ello hizo que estos voluntarios se introdujeran en el interior del edificio para tratar de resolver los principales daños.

Y lo hicieron siendo conscientes de lo que supondría. Conscientes de que se enfrentaban a una tarea que ha sido definida por muchos como una tarea "suicida".

Fueron, en muchos casos, extrabajadores de la central,  jubilados de avanzada edad que, siendo realistas, sabían que los daños de la radiación a largo plazo podrían no afectarles debido a sus años. Más adelante, se amplió la franja de edad de los que no dudaron en entrar en la central. Así, hasta más de 300 personas de los que no se sabe más que los nombres con los que los japoneses los denominan: los "hérores", "samurais" o "liquidadores".

Con trajes protectores, máscaras y en algunos casos bombonas de oxígeno, asumieron los riesgos y se enfrentaron a la radiactividad, las explosiones y los incendios.

Pero su valentía no ha evitado que muchos de ellos hayan sufrido enfermedades. Así lo reconocía el gobierno japonés el pasado mes de abril ante el OIEA. Al menos 28 empleados de la central estuvieron expuestos a altas dosis de radiación mientras trataban de estabilizar sus reactores. Recibieron dosis de radiación de más de 100 milisieverts (mSV), aunque, eso sí, ningún empleado ha recibido una radiación por encima del valor de 250 milisieverts que se impusieron como nivel máximo.

Junto a ellos, perdió la vida en mayo un voluntario tras desplomarse inconsciente mientras cargaba materiales en un edificio de la planta. Un final trágico que ellos, conscientemente, asumieron como riesgo en su heroica labor.