El último día del mundo tal y como lo conocíamos... o no
- El 10 de septiembre estuvo marcado por el pánico en las bolsas
- El conflicto palestino-israelí volvía a cobrarse víctimas mortales
- Rumsfeld anunciaba recortes en el Pentágono que luego quedaron olvidados
- La muerte del líder de la oposición a los talibanes, oscuro presagio
“Las bolsas siguen cayendo. Madrid vive su cuarto mínimo anual y las acciones valen un 16% menos que en enero”. Con esta noticia que nos es extrañamente familiar comenzaba el Telediario Matinal el 11 de septiembre de 2001, apenas seis horas antes de que el primer avión se estrellase contra una de las torres gemelas de Nueva York.
No es la única. La realidad que se traslucía de las noticias del 10 de septiembre de 2001 no era muy diferente a la de este 10 de septiembre de 2011.
Además de la caída de la Bolsa, en el mundo se producían extrañas coincidencias.
Por ejemplo, la victoria del Alexander Lukashenko en las elecciones de Bielorrusia con un resultado casi soviético que generaba preocupación en la comunidad internacional, más o menos como ocurrió en los comicios de 2010.
Además, la violencia interreligiosa en Nigeria se cobraba decenas de muertos, al igual que ha ocurrido esta semana en una zona del centro del país, y un ministro de Defensa alemán estaba en la cuerda floja por sus escándalos, al igual que ocurrió hace pocos meses con otro ocupante de esa cartera.
El bucle de Oriente Medio
Pero la noticia Internacional que abría los periódicos del 11 de septiembre era la máxima tensión en Oriente Medio después de que un atentado suicida palestino en Israel dejase al menos nueve muertos, lo que provocó una dura respuesta del gobierno israelí, que mandaba los tanques a Cisjordania.
Diez años después, el Ejecutivo de Israel sigue en manos de un ‘halcón’ –ahora Netanyahu, entonces Sharon- y ha rebrotado la violencia entre israelíes y palestinos después de un atentado contra un autobús con soldados hebreos, esta vez en la península del Sinaí.
Sin embargo, hay una pequeña gran diferencia: mientras el 10 de septiembre de 2001 la comunidad internacional luchaba para que el entonces ministro de Exteriores israelí Simón Peres y el ya fallecido Yaser Arafat se reunieran ahora trata que los palestinos no lleven a cabo su órdago y pidan su reconocimiento comoEstado ante la Asamblea General de la ONU, hartos de esperar una negociación que nunca llega.
Más aún, si la violencia de la Segunda Intifada, reforzada con la brutalidad del terrorismo islamista del 11 de septiembre hizo que Sharon y su Gobierno se sintiesen arropados por la comunidad internacional, el mundo posterior a la resaca del 11-S deja a Israel peleado con su principal aliado regional, Turquía, con tensas relaciones con su ‘amigo’ americano y temeroso de una Tercera Intifada tras la posible declaración del estado palestino de incalculables efectos en plena primavera árabe.
Pero si el 11-S hizo pasar a un segundo plano las eternas negociaciones entre palestinos e israelíes que preocupaban al mundo el día anterior, en el caso de la actualidad de Estados Unidos dio la vuelta a las noticias como un calcetín.
Presión sobre Bush
Con una agenda centrada en asuntos internos –tal y como ha reconocido en una reciente entrevista en National Geographic- George W. Bush era un presidente cuya victoria misma había pendido la decisión de un tribunal hasta un mes antes y que era acosado por los demócratas en política exterior, hasta el punto de lanzar una ofensiva contra su idea del escudo antimisiles en Europa, que tantas tensiones le traería posteriormente con Rusia.
El encargado de liderar la iniciativa era el entonces senador y hoy vicepresidente de EE.UU., Joe Biden, que consideraba que la “obsesión teológica” de Bush era un “derroche innecesario” que haría al mundo más inseguro en los próximos quince años.
El principal argumento de Biden era económico, al considerar que al haberse evaporado el superávit de una economía estancada como la americana al inicio del siglo XXI no era viable que el Congreso aprobase más fondos para una carrera armamentística heredera de la Guerra de las Galaxias de Reagan y el padre de Bush en los 80, en pleno ocaso de la Guerra Fría.
Diez años después, el escudo antimisiles es una idea metida en un cajón por Obama con la ayuda de Biden, pero el Capitolio ha dado luz verde a un gasto de 4,4 trillones de dólares para la ‘Guerra contra el Terror’ (incluidos los conflictos de Irak y Afganistán) que jalonan el déficit sangrante del país, que ha llevado incluso a su rebaja en el ‘rating’ por parte de la agencia Standard & Poor’s.
Dos paradojas
Buena parte de ese dinero se ha gastado en el conflicto de Afganistán, la consecuencia directa más evidente de los atentados del 11-S y cuya caótica posguerra se dibujaba de una manera trágica apenas 48 horas antes de los atentados.
Entonces, el líder antitalibán Ahmad Shah Masud moría tras un atentado terrorista que sus compañeros atribuyeron a los talibanes y a un oscuro millonario saudí que financiaba actividades terroristas llamado Osama Bin Laden.
Masud era el líder muyaidin de la Alianza del Norte que había luchado contra los soviéticos, un ‘señor de la guerra’ de reconocimiento internacional que había clamado sobre los peligros del régimen talibán en cancillerías de todo el mundo sin que apenas le hiciesen caso.
Más paradójico aún es el caso de las palabras del entonces secretario de Defensa de Estados Unidos, Donald Rumsfeld, que pocas horas antes del 11-S anunció el inicio de una guerra, pero no contra Afganistán o Al Qaeda, sino contra la propia burocracia del Pentágono, que sería uno de los objetivos de los atentados.
En unas palabras que han dado pábulo a todo tipo de teorías conspirativas, Rumsfeld denunciaba un recorte de la burocracia militar del Pentágono para ahorrar hasta 18.000 millones de dólares al año. Tras el 11-S, la reducción se quedó perdida en el limbo.
Un informe difundido este año por The Washington Post desvelaba hasta qué punto los atentados terroristas hicieron que esa burocracia creciese y se multiplicase hasta límites insospechados.
En total, denunciaba la existencia de unos 3.000 organismos de seguridad fuera de control que apenas se comunican entre ellos y que tienen a su cargo a 850.000 empleados.
Pero las palabras de Rumsfeld pasaron sin pena ni gloria en los informativos de medio mundo. Los medios españoles las recogían al final de sus informaciones sobre la ofensiva demócrata. Algunos estadounidenses ni siquiera las llevaban porque fueron pronunciadas a final del día.
Últimos minutos
Así, a las 08:46 hora local de Nueva York las grandes cadenas estadounidenses estaban inmersas en sus programas matinales con total normalidad mientras el reloj salía sobreimpresionado a un lado de la pantalla como involuntaria cuenta atrás, tal y como recogen las grabaciones del archivo de televisión de Estados Unidos.
Katie Couric, la famosa estrella televisiva estadounidense, entrevistaba a Harry Belafonte en el programa Today de la NBC, grabado en Nueva York. Su competidor de la CBS, con los estudios a apenas unos metros de la torre norte del World Trade Center, donde se estrelló el primer avión, estaba en plena sección de cocina mientras la ABC emitía un anuncio de una dieta milagrosa protagonizado por Sarah Ferguson. La Fox mostraba a su reportero despidiéndose en un crucero para solteros en Washington.
Luego una pausa para publicidad recorrió todo los canales. McDonalds te ofrecía una sonrisa con sus hamburguesas, Volswagen vendía su último coche y diferentes seguros privados promocionaban la rapidez y fiabilidad de sus hospitales. Al volver al plató los presentadores se habían olvidado ya de su sonrisa de buenos días y bajo el rótulo de Breaking News ofrecían sin saberlo la noticia de su vida. El mundo tal y como lo conocían –al menos el que veían a través de sus monitores- se había acabado.