La crisis política 'refunda' el colapso financiero
- La indefinición política amenaza con llevar al mundo a una segunda recesión
- El debate entre estímulos o austeridad se personifica en EE.UU. y Alemania
- Los países carecen del margen fiscal de 2008 para hacer frente a la crisis
- La política monetaria se antoja como la salida de emergencia en 2011
La Unión Europea ha logrado "una respuesta única" para "refundar el capitalismo" y evitar que "las mismas causas provoquen los mismos efectos". Con estas palabras solemnes el presidente francés, Nicolás Sarkozy, anunciaba a finales de 2008 la -supuestamente- decisiva cumbre del G-20 que iba a sentar las bases de una nueva economía mundial.
Tres años después, el propio país de Sarkozy es la última víctima propiciatoria de los ataques de esos mercados por la exposición de sus bancos a la deuda griega, un problema que ha dividido en dos a Europa -la del norte, próspera y partidaria de los ajustes, y la del Sur, periférica y bajo la sombra del rescate- mientras el Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial advierten de que una nueva recesión asoma a la vuelta de la esquina, fundamentalmente por la incapacidad de los políticos para tomar decisiones valientes y coordinadas.
Entre medias, los países occidentales se han embarcado en esfuerzos fiscales para rescatar a la banca y evitar un colpaso financiero que les ha dejado sin apenas margen para volver a realizar estímulos en una eventual recesión, que los mercados presagian, los Gobiernos niegan hasta la extenuación y sus sociedades temen como la fuente de nuevos ajustes de alto coste social.
Una economía en la encrucijada
El veredicto del FMI, que este fin de semana celebra su reunión anual, es tan descarnado como claro: La crisis financiera ha entrado en una nueva fase "política" que exige esfuerzos "coherentes y creíbles" por parte de las economías avanzadas para aplacar los temores de los mercados.
"El principal problema al que se enfrenta la economía mundial es que tiene que hacer frente a esta nueva crisis prácticamente sin instrumentos de política económica y con un nulo consenso político", sentencia en un sombrio análisis publicado este mes de septiembre Federico Steinberg, investigador principal de Economía Internacional del Real Instituto Elcano.
Steinberg dibuja el siguiente círculo vicioso: los pocos países que tienen margen para dar estímulos a la economía mundial -fundamentalmente Estados Unidos y Alemania- están enfrascados en problemas internos y no se ponen de acuerdo en cuál es la salida para la crisis mientras los que necesitarían esos estímulos no pueden hacerlo porque no se lo permiten los mercados, que cada vez tienen una menor confianza debido precisamente a las escasas perspectivas de crecimiento.
La solución monetaria
En ese contexto, la única bocanada de aire está en los bancos centrales, pero sus acciones son vistas como insuficientes por los mercados financieros, como demuestra la última caída de la bolsa en reacción a las medidas anunciadas por la Reserva Federal.
Mientras, tratan a duras penas de compensar con política monetaria los impulsos que los Gobiernos no pueden o no quieren dar en política fiscal, pero la 'politización' de la crisis económica ha terminado afectándoles.
Así, el presidente de la Reserva Federal, Ben Bernanke, se ha visto sometido a unas críticas sin precedentes por los candidatos republicanos a la Casa Blanca por su "descuidada" política monetaria, al considerar que está sesgada políticamente.
Mientras, Jean-Claude Trichet ha sido cuestionado tanto por su tardanza en comprar deuda de países con problemas como por haberlo hecho finalmente, en una escalada de tensión que ha llegado incluso al propio consejo del BCE, del que ha dimitido su economista jefe, el alemán Stark.
El resultado se ha visto en los últimos tres meses: las Bolsas mundiales han vivido jornadas de infarto mientras los líderes políticos reaccionaban con tardanza a una 'tormenta perfecta' financiera que puede llevarse por delante los escasos progresos económicos logrados en los últimos tres años.
Estímulo o austeridad; Washington o Berlín
Un debate a puerta cerrada ocurrido en la cumbre del Eurogrupo celebrada la semana pasada en Polonia refleja hasta qué punto las dos principales potencias occidentales con margen de maniobra para variar el rumbo de la economía mundial están enfrentadas en su salida a la crisis.
En un lado, el secretario del Tesoro de EE.UU., Timothy Geithner, que en una decisión insólita se presentó en la reunión para pedir a los países de la zona euro que amplíen el fondo de rescate, hablen con una sola voz y usen el Banco Central Europeo como instrumento de estímulo monetario para capear la crisis.
En el otro, el ministro de Finanzas alemán, Wolfgang Schaüble, que en palabras de su colega austriaca le respondió que si quería ampliar el fondo de rescate por qué no aceptaba implantar una tasa a las transacciones financieras para financiar dicha ampliación.
Como telón de fondo, como señala Steinberg, hay una visión "filosóficamente distinta" de cómo salir de la crisis y que entronca con la visión misma del capitalismo que Sarkozy quería refundar en 2008.
"A Alemania no le gusta el endeudamiento de los países periféricos del euro, pero tampoco le gusta el capitalismo financiero anglosajón, que considera peligroso", resume el experto de Instituto Elcano.
"El debate está en cómo salir de la crisis; si la austeridad es la vía o los estímulos", resume José Ignacio Torreblanca, representante en España del European Council of Foregn Relations (ECFR).
Así, mientras en Washington Obama lucha con los republicanos en aprobar un programa de estímulo del empleo y defiende que no se puede reducir abruptamente el déficit para no matar el crecimiento, en Berlín Merkel no solo considera que es necesaria la austeridad y fiar el crecimiento en los exportaciones, sino que huye de cualquier política de estímulo de la demanda interna.
Divisiones internas
En ambos casos, Obama y Merkel se enfrentan a resistencias internas que hacen que sus decisiones caigan en la indefinición o en la simple impotencia.
Por ejemplo, el tener un Congreso en manos de los republicanos hizo que Estados Unidos se enfrascase en una negociación delirante para aumentar el techo de gasto, que mantuvo la tensión hasta el último minuto e hizo crecer el fantasma de la suspensión de pagos en la primera economía mundial, hasta entonces intocable por los mercados.
La consecuencia de esa lucha partidaria ha sido un puñado de jornadas negras en las bolsas y una rebaja histórica de la deuda soberada de EE.UU. por parte de Standard & Poor's.
Ante la imposibilidad de llegar a acuerdos con los republicanos, Obama ha lanzado dos iniciativas con poca o ninguna posibilidad de ser aprobadas pero que buscan ganarse a su base electoral de cara a los comicios de 2012: un plan de estímulo de empleo que contempla más gasto y otro de reducción de déficit que sube los impuestos a los multimillonarios y a las grandes empresas.
La 'alemanización' a medias
En el caso de Merkel, la situación es más paradójica aún: mientras tiene la fortaleza en Europa para ir poco a poco imponiendo sus soluciones a la crisis, en su país está muy presionada por una opinión pública escéptica ante los rescates y una oposición que le está ganando casi todas las elecciones regionales.
"En Alemania te encuentras en cada decisión con posibles vetos, es un país muy libre económicamente pero atado políticamente", resume Torreblanca.
El problema es que, pese a esas contradicciones internas, como señala Steinberg, Alemania está luchando porque haya una "alemanización" del resto de países de la zona euro. O, lo que es lo mismo, que a cambio del dinero alemán los países periféricos hagan política alemana.
"Desde el ámbito europeo el debate sobre austeridad o estímulo no se produce de igual a igual", denuncia Torreblanca, que considera que los países con mayor peso económico (fundamentalmente Alemania, pero también Austria, Holanda o Finlandia) imponen los términos a los países periféricos pese a que están condicionados sus Gobiernos por partidos pequeños abiertamente euroescépticos.
El experto del ECFR cree que en Europa la crisis de deuda ha producido una "ruptura psicológica", fundamentalmente en los países del norte, que ven lo ocurrido en Grecia, Irlanda o Portugal una manifestación de "la fatiga del donante neto", es decir, que han estado poniendo dinero para la construcción europea sin que los países más pobres hayan hecho sus deberes.
Es en este contexto donde sitúa, por ejemplo, el rechazo de este bloque a los eurobonos, ya que "socializa algo que los alemanes considera suyo, la credibilidad".
Tensión constante
Eso ha llevado a una tensión constante a la hora de tomar decisiones de calado en la Unión Europea desde mayo de 2010, cuando se aprobó el rescate a Grecia: colocar a los países en problemas al borde del precipicio para que hagan las reformas que los países más fuertes consideran necesarias.
Pero esa dinámica ha llegado a un punto de casi no retorno este verano, cuando las tensiones de deuda han afectado ya de lleno a España y, sobre todo, a Italia, una economía demasiado grande para dejarla caer y cuyo rescate podría amenazar al conjunto de la economía mundial, tal y como reconocía el propio FMI en un informe esta semana.
"Cuando el contagio salta a Italia a España en parte se le ha hecho un favor porque cualquier debate sobre quiebras individualizas es imposible. Hay un problema sistémico que hace que haya que distinguir entre liquidez e insolvencia", señala Torreblanca.
Para Steinberg, es evidente que el BCE va a seguir comprando deuda cuando la prima llegue a ciertos límites, aunque es "un apagafuegos a corto plazo" y que los países europeos deberán refrendar el fortalecimiento del pla de rescate de aquí a final de año.
Pero, mientras la indefinición y las luchas política internas sigan, "habrá sustos", reconoce.
Y, además, las ayudas puntuales de las autoridades monetarias no evitarán que, a largo plazo, haya que hacer más ajustes, que serán más o menos dolorosos en función de la capacidad de reactivación de la economía internacional.
Sin embargo, las palabras de Sarkozy y otros líderes mundiales suenan muy distintas en 2011.
"Mientras que en 2008 la comunidad internacional actuó de forma coordinada hoy hay poco margen para la cooperación internacional porque las potencias están enfrascadas en sus problemas internos", concluye Steinberg.