La ética protestante y la zona euro
- La crisis económica en Europa evoca viejos conflictos religiosos
- Los países del norte protestante quieren meter en cintura al sur católico
- El campo de batalla más sangriento, el Banco Central Europeo
La crisis económica está abriendo una brecha política en Europa que evoca viejos conflictos de religión: a un lado, los países protestantes, convencidos de ser virtuosos, austeros y competitivos; al otro, los de herencia católica y ortodoxa, endeudados y deprimidos.
Relacionar fe religiosa y éxito económico es un tópico desde el ensayo del sociólogo alemán Max Weber La ética protestante y el espíritu del capitalismo (1904).
Su tesis: las sociedades protestantes segregan individuos trabajadores, rigurosos y ahorradores que se desenvuelven mucho mejor que los católicos en el libre mercado.
Por supuesto, la influencia de la confesión religiosa en el cerebro del europeo es ahora menor que en tiempos de Weber, por no hablar del siglo XVII. Medir el peso de la fe en el PIB resulta, cuanto menos, problemático.
Pero la crisis de deuda pública está abriendo una grieta en la zona euro que viene a coincidir, grosso modo, con la de las guerras de religión. Y que no es sólo económica.
A un lado, países de tradición luterana o calvinista y cuentas públicas relucientes: Alemania, Holanda Finlandia. Al otro, los endeudados estados ‘católicos’, necesitados de planes de rescate o salvavidas del BCE: Irlanda, Portugal, España, Irlanda, mas la ortodoxa Grecia. Francia, como en el siglo XVI, oscila entre ambos.
La descripción es de trazo grueso y las excepciones abundan (Austria es católica, pero su deuda es triple A) .Lo relevante es que la brecha se percibe también en la política.
¿Expulsar del paraíso?
Así, el Gobierno de la luterana Finlandia se dice harto de rescatar a perezosos mediterráneos y no quieren dar un euro más de ayuda a Grecia si no hay avales. En Holanda, el primer ministro Mark Rutte, ha propuesto, en un ramalazo de rigor calvinista, expulsar del paraíso de la unión monetaria a quienes incumplan sus reglas.
Mientras, la canciller Angela Merkel, un día es la ecuménica madre protectora de todos los europeos, otro defiende que cada palo aguante su vela. Merkel es luterana, pero en su país hay tantos católicos como protestantes.
El campo de batalla más sangriento es la sede del Banco Central Europeo, en Fráncfort. Allí el francés Jean-Claude Trichet ha conseguido imponer hasta ahora sus tesis católico-compasivas y mantener con esfuerzo el programa de compra de deuda pública de España e Italia.
Pero lo ha hecho tras duro combate con los directivos rigoristas, como el recién dimitido Jurgen Stark. Y no está claro que Trichet o su sucesor -el italiano Mario Draghi- puedan mantener su apuesta redentora mucho tiempo.
Paul Krugman, el premio Nobel de Economía, lo ha descrito en estos términos en su columna del New York Times: “El (presidente) del BCE se ha visto bajo la severa presión de los moralizadores, que odian la idea permitir que los países se libren del castigo por sus supuestos pecados fiscales”.