El invierno de la revuelta siria se dibuja en Rastán
- Aumentan las deserciones en el Ejército por la cruenta represión de civiles
- La crisis política podría derivar en un escenario de guerra civil sectaria
- El desgaste del presidente Bachar al Asad preocupa en la región
Tanques del Ejército que entran en alguna ciudad siria para aplastar una manifestación. Esta es la foto fija de seis meses de represión policial en el país árabe pero, ¿qué pasaría si detrás de los blindados hubiera desertores militares empuñando las armas y no manifestantes pacíficos? Entonces, la imagen se distorsiona y vislumbra el fin de una cálida primavera árabe y tambores de guerra civil.
Rastán ha sido la primera ciudad en sentir el cambio de estación. A 180 kilómetros al norte de Damasco, esta localidad de 40.000 habitantes ha sido en los últimos días el escenario del primer foco prolongado de enfrentamientos armados contra el régimen de Bachar el Asad desde que la mecha de las revueltas árabes, encendida en Túnez y avivada en Egipto y Libia, prendiera también en Siria hace seis meses.
La fidelidad al régimen del Ejército, de mayoría suní pero dominado por altos mandos de la minoría alauí (una rama del chiísmo a la que pertenece el presidente Asad), ha sido inquebrantable hasta ahora. Durante toda la semana varios grupos de soldados han rechazado disparar contra su pueblo -que se manifiesta en las calles para pedir el fin del régimen y reformas democráticas- y apoyar a la oposición formando milicias rebeldes, que se han denominado asimismas Ejército Libre Sirio.
Según los testigos, en Rastán al menos un millar de desertores y residentes armados han combatido a las tropas de Asad y miliciales leales al régimen, conocidas como shabbiha, con kalashnikovs, armas antiaréas y lanzagranadas y los enfrentamientos han dejado más de 70 muertos. El régimen ha respondido con bombardeos y cerca de 250 carros blindados y tanques han llegado hasta las afueras de la ciudad este viernes.
“ Si las tropas entran en Rastán, será su tumba“
"La situación en Rastán es difícil. Se encuentra rodeada por todos los rincones, pero los rebeldes han puesto bombas de carretera y las fuerzas atacantes aún no han logrado montar un asalto a gran escala en la ciudad", ha declarado el general Riad Assad, líder de la disidencia, que desertó de las fuerzas aéreas en julio y está refugiado en Turquía.
"Si llegan a tomar Rastán, será su tumba. Los rebeldes han recurrido a la guerra de guerrillas", ha afirmado en conversación telefónica con la agencia Reuters desde algún punto de la frontera turco-siria.
Resistencia pacífica o lucha armada
El general Riad Assad ha asegurado que más 10.000 soldados, de los 200.000 que componen el Ejército sirio, han desertado -una información difícil de confirmar por fuentes fiables e independientes- pero hasta el momento la presencia de estas milicias es reducida y se limita a las localidades de Rastán, que ha sido tradicionalmente un terreno de reclutamiento para suníes, la remota área de Jabal Zawiya cercana a la frontera kurda, Deir al Azour al este, y Homs, en el centro del país y foco principal de las protestas contra el Gobierno.
Una de las unidades más activas, la brigada Khalid Bin Walid, se encuentra precisamente en Homs. Su principal función es defender a los civiles de la represión policial y promover más deserciones en el seno del Ejército, aunque tiene mayores ambiciones.
“ Este es comienzo de una rebelión armada“
"Este es el comienzo de una rebelión armada", ha señalado el general Riad Assad en una entrevista con el diario The Washington Post. "No podéis eliminar al régimen sino es con la fuerza y la violencia. La moral en el Ejército es baja y las deserciones se están extendiendo por todo Siria, aunque muchos soldados están a la espera porque el régimen les matará a ellos o a sus familias si abandonan ", ha añadido.
Algunos expertos aseguran que Siria ha entrado en una nueva fase que cada vez se aleja más de la resistencia pacífica y se aproxima a una guerra civil sectaria. El propio primer ministro turco, Recep Tayyip Erdogan, interesado de la estabilidad de la región, declaró hace unos días que temía que la crisis política "concluya con una guerra civil entre alauíes y suníes".
Este es el temor también del célebre opositor sirio Michel Kilo, un escritor de 71 años que fue encarcelado por el expresidente Hafez al Asad entre 1980 y 1983 y, de nuevo por su hijo Bachar, de 2006 a 2009. "Si los opositores deciden armarse, hay un gran riesgo de que la situación degenere y se dirija a una guerra confesional o civil", ha señalado en una entrevista a la agencia France Presse.
"La estrategia de la resistencia pacífica está claramente perdiendo terreno ante la brutal respuesta de Asad y la llamada a las armas está ganando fuerza como la única manera de desalojar al régimen", asegura Julien Barnes-Dacey, analista de Oriente Próximo para la consultoría de Control de Riesgos en Londres, en declaraciones a la agencia Reuters.
Oposición dividida
Y es que muchos sirios se preguntan: después de seis meses, ¿qué han conseguido las manifestaciones? Desde que en marzo comenzaran las primeras protestas pacíficas contra Asad, la ONU estima que más de 2.700 personas han muerto a manos de las fuerzas de seguridad, entre ellos 100 niños, y varios miles han sido detenidas. Muchas de ellas se encuentran incomunicadas bajo grave riesgo de ser torturadas y varios centenares están desaparecidas.
En el ámbito político, el Gobierno sirio ha prometido reformas y diálogo con la oposición -sin avances hasta el momento- al tiempo que ha apelado a la "teoría de la conspiración" para justificar las revueltas. Por parte de la comunidad internacional, se han producido condenas a la represión policial, sanciones y llamadas a Asad para que abandone el poder pero ninguna resolución ni intención de intervenir para proteger a los civiles, principal argumento de la OTAN para actuar en la guerra de Libia.
Sin embargo, todavía es pronto para saber si el Ejército Libre Sirio puede convertirse en una amenaza real para el Gobierno de Damasco. Según el analista Barah Mikal, "el régimen sirio todavía se beneficia de un amplio apoyo popular".
"Si este no fuera el caso, los diez millones de habitantes de Damasco y Alepo tendrían que salir a las calles y expresar su apoyo a los manifestantes de las otras ciudades (Deraa, Homs, Hama) y entonces problamente no pasaría mucho tiempo antes de que el régimen cayera", asegura Mikail en un artículo publicado en la revista Foreign Policy, donde argumenta que la gran mayoría de sirios prefiere apoyar a Asad que cualquier tipo de escenario que contemple el "sectarismo generalizado, la sumisión del país a las exigencias de Occidente y una pérdida de medios persuasivos de resistencia contra Israel".
En este argumento se apoyan los partidarios de reformas democráticas, pero sin violencia y sin intervención extranjera.
"Cualquier violencia cometida por las fuerzas de la oposición dañarán al movimiento", opina Srdja Popovic, una activista serbia que participó en la caída del presidente Slobodan Milosevic en 2001 y que ahora trabaja con grupos de disidentes de todo el mundo, incluyendo sirios. "También disminuirá la posibilidad de lograr unidad con el pueblo sirio y construir una alternativa realista".
Una de las muchas diferencias que separan la revuelta libia y la siria es cómo se ha articulado la oposición al régimen. El Consejo Nacional Sirio, creado en Estambul a finales de agosto, carece de liderazgo, unidad y objetivos. Sus 140 miembros pertenecen a distintos grupos políticos, religiosos y étnicos y solo el 60 % vive en Siria.
Entre ellos hay islamistas (algunos, miembros de los Hermanos Musulmanes), izquierdistas, nacionalistas e independientes, así como representantes de todos los grupos religiosos y étnicos, pero no gozan de credibilidad ni dentro ni fuera del país y no han sido, ni mucho menos, legitimados internacionalmente como el Consejo Nacional de Transición Libio, un motivo que da alas a los que defienden que la democracia en Siria solo se puede conseguir por la fuerza.
Regionalización del conflicto
Y es esta falta de liderazgo entre la oposición y la deriva de la crisis política a un escenario bélico lo que más preocupa a los países vecinos. Aliado de Irán y del grupo chíi Hizbuláh, Siria comparte frontera con Turquía, Irak, Israel y Jordania y es una pieza clave para la estabilidad de la región.
"Tiene un montón de implicaciones regionales preocupantes, particularmente si conduce a que Siria se convierta en un Estado fallido. Hay riesgo de que pueda exacerbar las tensiones regionales que ya han sido agravadas por Bahréin", donde el Consejo de Cooperación del Golfo entró en marzo con sus tanques para sofocar la revuelta chií, señala Stephen Heydemann, experto en Oriente Mdio del Instituto de EE.UU. para la Paz de Washington.
Irán, unido a Siria por una común aversión a EE.UU., Israel y las políticas imperialistas prooccidentales, mira con recelo el desgaste de su aliado Asad con quien firmó en 2008 un tratado de defensa mutuo, mientras que Tel Aviv, por su parte, sabe que no le conviene un nuevo líder más panarabista que profundice aún más su aislamiento diplomático.
Y, según Peter Apps, el corresponsal de política exterior de Reuters, "las luchas sectarias en Siria pueden incrementar las tensiones entre otras variadas y más pequeñas agrupaciones transfronterizas en países vecinos, incluidos los alauitas y los kurdos en Turquía y chiíes y suníes en el Líbano".
Pero mientras la familia Asad, el Ejército y los servicios de seguridad permanezcan unidos será difícil ver un cambio de estación en Siria. El ex vicepresidente Abdel Halim Khaddam, sin embargo, tiene claro que ocurra más tarde o más temprano "nada puede salvar al régimen".