Alfredo Astiz, el represor que se rindió en las Malvinas sin disparar un tiro
- Por su ferocidad y cara aniñada le apodaban "el ángel de la muerte"
Pese a que admitió haber sido "entrenado para matar", el exmarino Alfredo Astiz, condenado este martes a prisión perpetua por crímenes cometidos durante la dictadura, se rindió sin disparar un solo tiro durante la guerra que libraron Argentina y el Reino Unido por las islas Malvinas en 1982.
La misma sangre fría había tenido en 1977 para, con el falso nombre de Gustavo Niño, infiltrarse entre las Madres de Plaza de Mayo que comenzaban a organizarse para buscar a sus hijos desaparecidos, simulando ser el hermano de uno de ellos.
La combinación de su ferocidad con los indefensos y su cara aniñada hicieron que se ganara el apodo de "El ángel de la muerte" y se convirtiera en el máximo símbolo del terrorismo de Estado que asoló a Argentina entre 1976 y 1983, incluso por encima de algunos de los dictadores de la época.
Responsable de numerosos secuestros
Alfredo Astiz nació en la ciudad bonaerense de Mar del Plata el 8 de noviembre de 1951 y tras el golpe de Estado de 1976 fue asignado a la Escuela de Mecánica de la Armada (ESMA), en la zona norte de Buenos Aires y donde funcionó la principal cárcel clandestina del régimen de facto.
Como capitán de fragata perteneció al Grupo de Tareas 332 (GT 332), responsable de innumerables secuestros de personas que permanecieron cautivas en la ESMA, por la que los organismos humanitarios calculan que pasaron unos 5.000 detenidos, de los cuales sobrevivieron cerca de 100.
Las Madres de Plaza de Mayo fueron algunas de las primeras víctimas de su accionar delictivo, cuando el 10 de diciembre de 1977 Astiz "marcó" con un beso en la puerta de una iglesia a quienes unas horas después serían secuestradas por su grupo paramilitar: Azucena Villaflor, Esther Ballestrino y María Ponce, las fundadoras de esa organización.
La misma suerte corrieron las monjas francesas Alice Domon y Leonie Duquet, quienes permanecieron cautivas en la ESMA hasta que fueron arrojadas al mar desde un avión militar en uno de los tristemente célebres "vuelos de la muerte".
La guerra de las Malvinas
Tiempo después el marino asesinó por error a la adolescente sueca Dagmar Hagelin al confundirla con una guerrillera. En 1982, durante la guerra por la soberanía de las Malvinas, Astiz integró un grupo de comandos al que se le asignó la defensa del archipiélago de las Georgias del Sur y fue tomado como prisionero por las fuerzas británicas sin ofrecer resistencia alguna.
En 1986 y 1987 fue uno de los cientos de represores beneficiados por las leyes de Punto Final y Obediencia Debida, y en 1990 la Justicia francesa lo condenó en ausencia a prisión perpetua por los crímenes de las religiosas Domon y Duquet. Siete años después, el juez español Baltasar Garzón solicitó su captura y extradición junto a las de otros 44 militares argentinos acusados de genocidio, y en 1998 fue expulsado de la Marina, institución a la que, decía, estaba "orgulloso" de pertenecer.
El principio del fin
Antes había protagonizado un escándalo mediático al ofrecer una entrevista a un semanario en la que confesó su admiración por el guerrillero Ernesto "Che" Guevara y su miedo durante los tiroteos callejeros, además de jactarse, con gran soberbia, de que algunos exmilitares le habían buscado para que liderara un nuevo golpe de Estado.
El año 2003 marcó el principio del fin para el antiguo marino, cuando el Parlamento anuló las denominadas "leyes del perdón" y se reactivaron cientos de causas por delitos de represión contra otros tantos militares y miembros de las fuerzas de seguridad, entre ellos Alfredo Astiz.
La "megacausa ESMA" lo llevó a una cárcel militar a comienzos del 2004 y dos años después un tribunal ordenó la reapertura de la investigación por la desaparición de la joven sueca Dagmar Hagelin. Tras ser condenado a prisión perpetua en Italia, también en ausencia, Astiz fue trasladado en 2007 a una cárcel común, donde ha esperado el juicio por sus crímenes en la ESMA que hoy llegó a su fin.