Descifran un misterioso código del siglo XVIII con ayuda de traductores informáticos
- Se trata del manuscrito 'Copiale' de hace más de 200 años
- Los expertos emplearon análisis criptológicos sobre cómo estaba codificado
- La técnica estadística que se emplea en los traductores automáticos resolvió el misterio
De entre los misterios de la antigüedad, hay uno que maravilla a los informáticos y expertos en lenguajes y criptología: el descifrado de códigos secretos. Este tipo de códigos, que se remontan a la época de los jeroglíficos, y que se usaban también durante el imperio romano para ocultar información, ha evolucionado siglo tras siglo hasta lo que hoy en día es la criptología moderna. Pero todavía ha dejado enigmas por el camino.
Aunque con el tiempo prácticamente todos los códigos secretos que han circulado en libros, cartas y documentos antiguos han sido "resueltos", quedan algunos que por la falta de material, contexto o por su propia dificultad, se resisten a ser descifrados.
“75.000 extraños caracteres y símbolos guardaban un secreto que nadie podía desvelar“
Este era el caso del Cifrado Copiale, un manuscrito de más de 200 años compuesto por 105 páginas amarillentas, en el que más de 75.000 extraños caracteres y símbolos griegos, romanos y de otras lenguas guardaban un secreto que nadie había acertado a desvelar.
El manuscrito original ha mantenido entretenidos durante décadas a criptólogos, lingüistas e informáticos duchos en la materia. Pero al final ha sucumbido ante los ordenadores modernos, aunque ha habido que emplear diversas técnicas criptológicas con una herramienta de traducción estadística, similar al traductor de Google que la gente usa cada día.
El trabajo lo han llevado a cabo un equipo de expertos suecos y norteamericanos y se ha presentado recientemente en un encuentro de lingüistas en Portland (Estados Unidos).
La tecnología, un gran aliado
Los expertos atacaron el problema escaneando el documento y cada uno de los miles de símbolos que rellenan sus páginas, para procesarlos de todas las formas posibles con los ordenadores.
Un primer problema era que ni siquiera se sabía en qué idioma estaría escrito el original, pero el alemán parecía la opción más probable para un escrito de este tipo en el siglo XVIII. Entre los ininteligibles símbolos había caracteres extraños y también letras latinas; uno de los más importantes avances fue percatarse de que las letras latinas estaban ahí simplemente para despistar, y que se correspondían con los espacios parar separar las palabras.
Otro avance revelador fue considerar que el cifrado podría ser del tipo homofónico. En vez de una equivalencia directa, en ese tipo de cifrados una misma letra se oculta reemplazándola por varios símbolos distintos, según su frecuencia de aparición en el texto (por ejemplo, la letra A podría representarse por los símbolos 13, 27, 42, 75 y 88 indistintamente, la M como el 32 o el 55 y la Z solo con el 56).
Con este y algunos detalles más, como la localización de los símbolos equivalentes para la CH –combinación muy usada en alemán– comenzaron a aparecer resultados inteligibles.
El último paso fue alimentar con toda esta información a los algoritmos de traducción estadística que cada día traducen millones de palabras de unos idiomas a otros; estos algoritmos se basan en averiguar cuáles son las palabras de uso más corriente, de qué otras suelen ir acompañadas y en qué orden es más probable que aparezcan en el texto. Para funcionar necesitan un corpus o gran base de datos inicial con gran cantidad de de texto. El resultado apareció casi como por arte de magia.
“¿Y cuál era el contenido de tan misterioso código?“
¿Y cuál era el contenido de tan misterioso código? El manuscrito resultó ser una especie de manual de rituales de una sociedad secreta apasionada por los ojos y la oftalmología, aunque sus miembros –que se autodenominaban masones y usaban algunas de sus herramientas tradicionales– no eran necesariamente médicos especialistas. Este tipo de sociedades era bastante común en aquella época, y para los historiadores resultará interesante estudiar lo que ha llegado hasta nuestros tiempos de ella.
Curiosamente, a pesar de que desvelar el contenido del manuscrito era el objetivo del reto, la propia aventura resultó más emocionante todavía.