La japoneses Dairakudan presentan por primera vez en España 'Paradise in a Jar Odyssey 2001'
- Una muestra de danza butoh que mezcla el humor y el drama
- La compañía dirigida por Maro Akaji cumple 40 años en 2012
Aunque la danza butoh tiene orígenes más que siniestros -la llamada “danza de la oscuridad” se representó por primera vez en 1959 reproduciendo el errar sin rumbo de los supervivientes destrozados de Hiroshima y Nagasaki- el espectáculo que propone estos días en Madrid la compañía Dairakudakan, Paradise in the jar Odyssey 2011 reúne elementos tan dispares que sólo por momentos nos recuerdan los orígenes del butoh.
Según la compañía lo que pretenden realizar en este montaje es una revisión de La odisea de Homero. Pero cuando Akaji Maro -fundador de la compañia y una de las grandes figuras de la danza butoh- trasladó esa idea a los bailarines, ellos pensaron inmediatamente en Odisea 2001 de Stanley Kubrick. El resultado de la coreografía tiene pues algo, de ambos viajes. Sin embargo, a un espectador no advertido de esa intención, esos pretextos le parecerán una anécdota.
El espectador lo que ve es a nueve diablillos orientales de cabeza rapada, y cuerpo desnudo pintado de blanco. Que bailan, cantan…hablan, aparecen, desaparecen, evolucionan, hacia delante, hacia atrás. O que se sientan y miran fijamente al público. Un diablillo pregunta en español: “Hola, ¿Cómo está?”. Otro toma el relevo, con un gritito onomatopéyico, otro cuenta en inglés…Luego, comienzan a hablar todos al tiempo.
Teatro y movimiento
Siguen escenas dispares y disparatadas en las que olvidamos que es un espectáculo de danza. Aunque los bailarines de butoh son capaces de proezas técnicas, pesa más el movimiento y la intención teatral que la danza en sentido convencional. Como ellos mismos advierten en el programa “Paradise in the Jar Odyssey 2001”, que se ve por primera vez en España, mezcla “lo macabro y lo mágico”, “el humor y el drama” e intenta traspasar las fronteras entre la danza y el teatro.
En la primera función programada dentro de “Madrid en danza”, el pasado miércoles, el público de los Teatros del Canal, asistió hipnotizado al espectáculo propuesto. Aunque la compañía advierte de que el acompañamiento escenográfico es mínimo y el vestuario aún más, los pocos elementos son aprovechados al máximo.
En una escena, uno de los personajes, a modo de juez supremo, aparecen con varitas de incienso en la cabeza. Un samurai decide la suerte del resto, les obliga a automutilarse su miembro viril (un pene ficticio que sale de su taparrabos) con un cuchillo, mientras que otro espíritu (con luces de Navidad en la cabeza) va supervisando la operación.
A partir de ahí, los diablillos –quizás utilizando algún apósito para ocultar sus genitales- aparecen transformados en mujeres (parecen realmente mujeres). En una escena posterior, aparece otro personaje con una inmensa verga roja. Momento en que un espectador escandalizado salió este miércoles, precipitadamente de la sala con su hijo menor.
Pero esos elementos que pueden parecer provocativos responden ya a una tradición en la danza butoh. Ya en 1959, la representación de Colores prohibidos escandalizó en Japón por su contenido homo erótico.
Otra imagen impactante es la una especie de nazareno con inmensa peluca que irrumpe en otro momento de la función.
La filosofía que guía a esta compañía fundada en 1972 por su actual director Akaji Maro –en 2012 cumple 40 años- es “un bailarín, una escuela”. Algo que puede verse perfectamente en este montaje: cada bailarín parece ir por su cuenta y de esa disparidad, de ese desorden, nace algo con sentido.
No nos podemos perder la oportunidad única de ver este espectáculo tan especial. Este viernes 11 ofrecen en la Sala Verde de los Teatros del Canal su última función.