Bruselas nunca será Washington
- La crisis amenaza con desdibujar a las instituciones de Bruselas
- Merkel y el presidente Sarkozy ejercen sin pudor el papel de directorio
La crisis de la zona euro no sólo se lleva por delante a políticos y gobiernos nacionales. También amenaza con desdibujar a las instituciones de Bruselas -Comisión y Parlamento Europeo-, acogotadas e inanes ante el rodillo franco-alemán.
La Unión Europea es, en palabras del ex presidente de la Comisión Jacques Delors, un Objeto Político No Identificado: algo más que una simple asociación de Estados soberanos; algo menos que una federación al estilo de los Estados Unidos.
Esa ambigüedad se ha gestionado mediante el llamado método comunitario. El poder del Consejo de la UE -el órgano de los gobiernos- era contrapesado por el de las instituciones defensoras del interés común: Comisión y Parlamento.
El Tratado de Lisboa (2009) iba a profundizar ese modelo, incluso a acercar a la UE al sueño federal de los Estados Unidos de Europa. “Bruselas es nuestro Washington”, comenta a menudo un veterano diplomático y ex funcionario europeo.
Europa, ente teledirigido
Dos años después, esa afirmación suena más exagerada que nunca. Europa es hoy un ente teledirigido desde las capitales nacionales. Mejor dicho, desde dos capitales: Berlín y París.
La canciller Merkel y el presidente Sarkozy ejercen sin pudor el papel de directorio, acordando por su cuenta las medidas a tomar ante la crisis y acudiendo a las cumbres de Bruselas sólo para verlas acatadas por el resto.
Su desprecio por la Comisión Europea y, en particular, por su presidente, José Manuel Durao Barroso, es notorio. Del Parlamento Europeo, ni se acuerdan.
Barroso trata de plantar cara. Ante los planes de “Merkozy” de convertir a la zona euro en el núcleo duro de Europa, sin más institución que la asamblea de sus gobiernos nacionales –el eurogrupo- , Barroso ha protestado y movido ficha. Ha promocionado a su comisario de Economía, el finlandés Olli Rehn, al cargo de vicepresidente de la Comisión Europea y le ha nombrado responsable del euro.
Pero es un cargo sin contenido real, un gesto hueco. Rehn, un tecnócrata aplicado, sólo tendrá el poder que le reconozcan los gobiernos del euro, es decir, Francia y Alemania. Por lo visto hasta ahora, muy poco.
La historia de la Unión Europea es pendular y las predicciones siempre son difíciles. Pero, si sobrevive a la crisis, lleva camino de hacerlo en su versión intergubernamental.
Bruselas ve alejarse del sueño de ser Washington. Le queda más cerca –a una hora y media en carretera- la carolingia Aquisgrán, la vieja capital de un imperio que nunca fue tal.