Juanjo Artero y Ángel Pardo se desfogan cantando en 'Historias de un karaoke'
- Una comedia agridulce de Juan Luis Iborra y Antonio Albert
- Con Elisa Matilla y Pepa Rus
- Hasta enero de 2012 en el Teatro Bellas Artes de Madrid
¿Por qué situar la obra en un karaoke? nos preguntamos antes que nada. Antonio Albert, autor junto a Juan Luis Iborra, de la comedia Historias de un karaoke, que ahora llega a Madrid después de una exitosa gira española de más de un año, nos responde sin dudar: “Teníamos obsesión por los karaokes que nos parece una forma de exorcizar los fantasmas cantando”.
E inmediatamente Albert matiza el término comedia respecto de “Historias de un karaoke”: “Tras la experiencia en Oro, incienso y mirra (su anterior obra con Iborra) teníamos claro que los personajes con grandes dramas personales son los mejores para la comedia tal y como la entendemos”.
Esos personajes, nacidos de la imaginación de Albert e Iborra y que pronto adquirieron su propia personalidad indicando a los autores por donde transitraría su historia, irán liberándose de su problemas en ese modesto karaoke de barrio, al que no le faltan detalles de atrezzo auténticos como viejos carteles de Raphael o Ana Belén o el ambientador en spray con el que el dueño del negocio (Ángel Pardo) rocía el lóbrego ambiente.
Una vez creada la historia y perfilados los personajes, Albert e Iborra decidieron que los cuatro personajes se presentarían brevemente al público antes de comenzar la acción. De este modo, el espectador conoce ya los problemas de cada uno y se convierte en su cómplice en las posteriores situaciones y malentendidos que se darán al encontrarse con el resto de personajes (que no conocen ni la historia ni los traumas de sus compañeros de escena).
Juanjo Artero y Ángel Pardo se confiesan
Juanjo Artero y Ángel Pardo nos cuentan sus peculiares papeles: “Mi problema es tener un miembro de 33 cms.”, explica Ángel hablando del dueño del karaoke, y añade “en el colegio se reían de mi, la gente no me mira a los ojos, no tengo mujer y sin embargo me encantan las mujeres”. Lo que más le ha gustado del personaje es su ironía; “toda la mierda que lleva dentro la echa fuera con sentido del humor, intenta reírse de todos los demás”, explica.
El hecho de que cada personaje cante en escena un gran hit del karaoke (en su caso Libre de Nino Bravo) no le ha preocupado nada a Ángel Bravo. Hace años, nos cuenta, vivió en París, cantaba en la calle y no le iba nada mal.
Juanjo Artero por su parte se enamoró de su personaje porque comenta, “era algo nuevo, algo distinto que nunca había hecho antes”. Por las escenas que representaron para la prensa, el suyo parece uno de los personajes más atormentados. Le vemos llegar al karaoke, arrastrando sus maletas, sentarse, y cruzar y descruzar nerviosamente las piernas como alguien que entrara solo por primera vez en un bar.
Y también subirse al mini escenario del karaoke e interpretar desgarradamente y con lágrimas en los ojos el insuperable tema Yo soy aquel de Manuel Alejandro y que todos conocemos como éxito de Raphael.
“Es un maniático obsesivo compulsivo lleno de tics y manías como no pisar las rayas del pavimento”, nos cuenta sobre su personaje Juanjo Artero. Y lo este maniático ha llegado tan lejos que un juez le ha alejado de sus hijos y para pagarles la pensión alimenticia, vive ahora en el parque. En este momento, comienza a frecuentar nuestro karaoke.
Todos tenemos una canción para el karaoke
"Somos muy de karaoke incluso sin salir de casa, a mi encanta cantar en caso o cuando trabajo", nos cuenta también Antonio Albert. Los grandes éxitos del karaoke que interpretan los cuatro actores -Pardo, Artero, Elisa Matilla y Pepa Rus- dan mucho juego para la caracterización de los personajes. "Todos tenemos, como estos personajes, una canción que nos va bien cuando estamos tristes, otra cuando estamos alegres y alguna imprescindible cuando estamos desesperados", resume el autor.
El desenlace es sencillo y previsible. En ese karaoke todos los personajes (incluido el de Elsa Matilla, basado en las chinas que venden gafas, trompetillas y todo tipo de artefactos luminosos por los bares) encontraran la amistad e irán superando sus traumas.
Gracias en parte al humor, humor que unido a situaciones dramáticas, como cuenta, Antonio Albert, hace que el público se acerque a estos personajes disparatados de ternura aparente o profunda. “Es importante reír y reír de las situaciones difíciles que estamos viviendo, en estos tiempo de crisis”, apunta. Tiempos en los que “hay que apostar por la cultura”, demanda Albert, porque aunque cara es "el alimento para el espíritu”.