Monti asume la tarea de salvar la economía italiana con un gobierno con tecnócratas y sin políticos
- Monti defiende que la ausencia de políticos "agilizará más que obstaculizará"
- El jefe del segundo banco de Italia se convierte en superministro
- El Senado votará el nuevo Gobierno el jueves y la Cámara baja el viernes
El nuevo primer ministro italiano, Mario Monti, y los miembros de su ejecutivo tecnócrata han jurado su cargo ante el presidente de la República, Giorgio Napolitano, y han empezado ya a trabajar con la vista puesta en tranquilizar a los mercados y lograr el respaldo del Parlamento.
Tras la toma de posesión, el nuevo gabinete -en el que faltaban el titular de Exteriores, por encontrarse en Washington, donde era embajador, y el de Defensa, de misión en la OTAN en Afganistán- se ha dirigido a la sede del ejecutivo, el Palacio Chigi, donde se producirá el intercambio de poderes con el primer ministro saliente, Silvio Berlusconi, y tendrá el primer Consejo de Ministros.
A partir de este miércoles se espera que el Senado el jueves y la Cámara de Diputados el viernes den el visto bueno al Gobierno, para lo que previsiblemente no habrá problemas dado el amplio respaldo logrado por Monti en las dos jornadas de consultas mantenidas tras recibir el encargo de formar gobierno de Napolitano el pasado domingo.
"La política espectáculo ha acabado, es el retorno de la política", ha comentado el presidente de la región de Toscana, Enrico Rossi, tras conocerse la composición de un ejecutivo que curiosamente carece de políticos.
En este sentido, el sustituto de Berlusconi espera que la ausencia de representantes políticos "agilizará más que obstaculizará" la acción de gobierno y ha abogado por "esperar a que se serenen las fuerzas políticas y mejoren su relación".
Monti espera que este Ejecutivo contribuya a calmar los mercados, y ha destacado que el acuerdo de la mayoría de partidos en el Parlamento demuestra que se está "en un momento extraordinario".
Dos pilares
El Gobierno de Monti, que está formado por doce ministros con cartera y cinco sin ella, está formado por expertos en su mayoría desconocidos y donde el propio excomisario europeo tendrá un papel estelar como ministro de Economía y Finanzas.
Así, él mismo será el encargado de afrontar uno de los principales retos: una crisis de deuda que ha colocado los bonos a diez años por encima del 7% de rentabilidad -la zona roja a partir de la cual se ha rescatado a otros países- y un alza vertiginosa de la prima de riesgo italiana, que está por encima de los 500 puntos.
Para realizar esta tarea -en la que tendrá la estrecha vigilencia de Bruselas, a cuyo 'establishment' ha pertenecido durante una década- contará con viceministros que nombrará en los próximos días.
El otro pilar será el crecimiento económico a través de la "innovación" y las reformas, para lo que ha creado un superministerio formado por Desarrollo Económico, Infraestructuras y Transportes, al frente del cual ha colocado a Corrado Passera, hasta ahora consejero delegado del segundo banco del país, Intesa Sanpaolo.
Sobre el pasado de su 'superministro' Monti ha desechado la insinuación de que el nombramiento de este ejecutivo de banca pueda constituir un conflicto de intereses.
Con esta decisión Monti quiere "reforzar el corazón de la economía real con una mayor atención y una mayor cohesión" y "las iniciativas coordinadas para estimular el crecimiento económico".
En los últimos días ya había advertido Fini que para reducir su enorme deuda del 120% del PIB no solo basta la austeridad; también medidas orientadas al crecimiento.
Sobre el resto del ejecutivo, Monti ha atribuido a tres mujeres los puestos clave de Interior, Justicia y Trabajo y Poliíticas sociales y ha mostrado su orgullo por la "participación femenina" en su ejecutivo.
El gobierno incluye a cinco ministros sin cartera: Enzo Moavero Milanesi (que se ocupará de Asuntos Europeos), Piero Gnudi, Fabrizio Barca, Piero Giarda e Andrea Riccardi.
El resto de carteras se reparten como sigue: en Asuntos Exteriores, Giulio Terzi di Sant'Agata; en Interior, Anna Maria Cancellieri; en Justicia, Paola Severino; en Defensa, Gianpaolo di Paola; Mario Catania en Agricultura; en Medio Ambiente, Mario Clini; en Trabajo y Política Social, Elsa Fornero; en Salud, Renato Balduzzi; en Educación, Francesco Profumo; y en Cultura, Lorenzo Ornaghi.
Periodo de gracia
Este ejecutivo cuenta en principio con un apoyo amplio en el parlamento -más de 400 diputados de los 630-, ya que solo la populista de derechas Liga Norte, antiguo socio de Berlusconi, ha anunciado que votará en contra.
"Haber puesto de acuerdo a fuerzas políticas opuestas en el parlamento parece un milagro", ha considerado el centrista Pier Ferdinando Casini.
Y es que Monti disfruta de un periodo de gracia no solo político: los principales sindicatos y los empresarios le han asegurado durante las consultas del pasado martes que estaban dispuestos a aceptar "sacrificios parciales, algo a que empresarios, banqueros y aseguradores han contestado expresando "gran satisfacción".
Mario Monti planea restaurar el impuesto a la propiedad de la residencia principal, la creación de un impuesto sobre el patrimonio, reformar las pensiones y flexibilizar el mercado laboral.
El problema es que para que estas reformas reciban el visto bueno del parlamento, Monti tendrá que hacer un ejercicio de equilibrismo a dos lados del arco político para "anular su veto", según asegura el presidente de la Escuela de Comercio de la Universidad de Milán, Gianluca Spina.
Dos riesgos
Además, ser un gobierno exclusivamente técnico supone un peligro tanto si tiene éxito como si no.
En el primer caso el riesgo es que los partidos se desvinculen de la acción de Gobierno si la adopción de las primeras reformas puede calmar a los mercados.
"Se corre el riesgo de pensar que se salió de la emergencia solo cuando una pequeña parte de las reformas se han hecho", advierte el economista de Unicredit Marco Valli.
El otro escenario, el del fracaso, es aún peor, ya que el Gobierno adolece de un problema de apoyo popular que sus críticos, como la Liga Norte, acusan directamente de no tener legitimidad democrática.
"Si las elites fracasan", aseguraba el sociólogo Giuseppe De Rita, en el diario La Stampa, el "peligro es que se agite la calle y emerja un líder populista".