Andalucía reniega del PSOE y apuntala a Arenas
- Los resultados del 20-N prefiguran un cambio de Gobierno en la Junta andaluza
- El hundimiento socialista refleja la metamorfosis de la región más poblada
- La hegemonía del PSOE se forjó en la autonomía; la del PP llega con la crisis
- Sevilla, única provincia que resiste a la marea de 'gaviotas'
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Votos emitidos en Andalucía
Participación: 70,66%
Abstención: 29,34%
Votos en blanco: 1,22%
Votos nulos: 1,03%
Ante un auditorio lleno, flanqueado por primera vez en años por quien fuera su número dos y ‘enemigo íntimo’, Alfonso Guerra, el expresidente Felipe González tuvo el pasado 5 de noviembre en Dos Hermanas una visión sobre su futura jubilación.
“Debemos movilizarnos todos ahora y en marzo, porque cumpliré 70 años, y si no ganamos en Andalucía, me retiro a Honolulú”, proclamaba entre risas tras confesar que “todo comenzó aquí” para referirse al proyecto político que él y Guerra pusieron en pie tras la transición y que ha sido el que más años ha estado en el Gobierno en España.
La pregunta que se plantea tras la victoria del PP por casi diez puntos frente al PSOE en estos comicios no se refiere precisamente al posible viaje de González a Hawaii: Si todo el proyecto socialista se inició en Andalucía, ¿ha terminado este domingo también allí?
El mitin socialista de Dos Hermanas reflejó la nostalgia anticipada de una era en la que Guerra y González, solo con su nombre, arrastraban porcentajes de voto por encima del 50% y diferencias superiores a los 20 diputados con la derecha primero de Fraga y luego de Aznar.
Esos tiempos hace mucho que terminaron –precisamente con la salida de González del Gobierno en 1996- pero incluso en la hecatombe de 2000 el proyecto socialista del expresidente se ha mantenido como el más votado en Andalucía, auténtico colchón del centro-izquierda nacional.
Unos comicios problemáticos
Los resultados de las elecciones generales en Andalucía marcan pues un antes y, sobre todo, un después: tras perder las elecciones municipales por más de siete puntos, los socialistas han sufrido su mayor derrota histórica y se enfrentan a unos comicios autonómicos en marzo de 2012 en los que pueden perder la Junta de Andalucía, su penúltimo feudo, ante el eterno candidato del Partido Popular, Javier Arenas.
La propia convocatoria de los comicios autonómicos en una fecha distinta a los generales mostraba que en el seno del PSOE andaluz se intuía ya un cambio del paradigma que ha estructurado su poder autonómico desde el reférendum autonómico de 1980.
Si en las cuatro últimas convocatorias electorales los socialistas han querido hacer coincidir las dos elecciones para beneficiarse del efecto arrastre a nivel nacional contra el PP para mantener su poder autonómico, José Antonio Griñán vió claro que en las actuales circunstancias de casi tormenta perfecta contra su partido lo mejor era esperar unos meses por si los nuevos recortes exigidos por Bruselas hacían que escampase un poco la marea azul.
Con todo, tanto los resultados de las municipales como los de las generales de este domingo muestran que el cambio producido en Andalucía va más allá de la coyuntura política de una fuerte crisis económica: es un signo de que la región ha dejado de ser el paradigma del modelo político socialista que Felipe González concibió y del que Alfredo Pérez Rubalcaba se reivindicó heredero tras el ‘paréntesis’ de un Zapatero ausente en la campaña electoral.
Para ello, solo hay que echar un ojo a los resultados en los feudos clave del socialismo andaluz.
Solo Sevilla (y por poco)
El PSOE solo logra imponerse y por la mínima en la provincia de Sevilla, una circunscripción la que en todas y cada una de las citas electorales se ha impuesto, pero el resultado es perfecto ejemplo y símbolo de este fin de época, más aún teniendo en cuenta que el cabeza de lista socialista era el propio Alfonso Guerra.
Allí incluso Joaquín Almunia en el 2000 logró una diferencia de quince puntos, mientras Rubalcaba solo ha sido capaz ganar por los pelos.
Lo mismo ocurre con el otro gran candidato del ‘felipismo’ y emblema de ese paradigma socialista que ha reinado durante décadas en Andalucía: el vicepresidente Manuel Chaves –que fue presidente de Andalucía durante más de 18 años- ha perdido de forma estrepitosa en la provincia de Cádiz contra la que fue su rival electoral en los años que Aznar estuvo en el poder y Javier Arenas en Madrid: la alcaldesa de Cádiz, Teófila Martínez.
Pero en realidad el fracaso no es solo de los históricos del PSOE: también la ministra de Exteriores y ‘zapaterista’ de pro, Trinidad Jiménez, ha sufrido una derrota aplastante en la provincia de Málaga y ni siquiera la ministra de Medio Ambiente, la exalcaldesa de Córdoba Rosa Aguilar, ha podido captar a sus antiguos votantes de Izquierda Unida para no caer también ante el PP en la provincia cordobesa.
En conjunto, los socialistas se quedan en torno al 36% de los votos, lo que les coloca muy por debajo de la estripitosa derrota del 2000, donde vencieron con un 45% de los apoyos. Ni siquiera una alianza con Izquierda Unida podría darle la mayoría en las autonómicas.
El precedente más cercano se encuentra mucho más lejos, en 1979, donde hubo un empate técnico entre los socialistas y UCD, pero ambas formaciones tuvieron porcentajes de apoyo muy bajo.
Desde entonces, los socialistas nunca han bajado del 40% en unos comicios generales y el hecho clave fue el error histórico de la derecha andaluza de no apoyar el referéndum de autonomía, lo que hizo que desde un principio el proyecto autonómico andaluz se identificase casi al milímetro con el PSOE de Andalucía.
El fin de una historia común
Por eso Felipe González en el 82 consiguió un 60% de votos y casi 30 escaños de diferencia con el centro-derecha, una diferencia tan abismal que justifica sobradamente que en 2011 el expresidente recuerde su comunidad natal como el inicio de su proyecto político.
Durante los años 90, el ya refundado Partido Popular consiguió llegar a la capitales de provincia, haciéndose con la alcaldía de la mayoría a mediados de los 90, pero durante los ocho años de gobierno de Aznar fue incapaz de torcer la mayoría socialista forjada en las ciudades medianas y en los pueblos, gracias de nuevo a que Chaves logró captar el sentimiento de agravio andaluz frente a un Gobierno de Madrid donde no había ya un vecino del barrio sevillano de Bellavista sino un señor muy serio de Valladolid.
La llegada de Zapatero consiguió un efecto inverso: frente al más que patente cansancio del electorado socialista con el Gobierno de Chaves, la nueva cara del PSOE nacional animaba a seguir votando a la formación en Andalucía.
En el año 2008 la diferencia entre los andaluces que votaron a Zapatero y los que votaron a Chaves superó los 200.000 votos, un dato que no pasó ni mucho menos desapercibido para el presidente saliente, que forjó la salida rumbo a Madrid de Chaves, que a cambio impuso como sucesor a su hombre de confianza, José Antonio Griñán.
A la luz de los datos, el cambio fue demasiado leve y llegó demasiado tarde: Griñán ahora arrastra los casos de corrupción surgidos en la época de su predecesor y que incluso le señalan a él, como el de los ERE, mientras Arenas, eterno perdedor en Andalucía, prefigura una victoria histórica.
Y mientras, en Andalucía se refuerza de forma dramática un viejo paradigma: si en 2008 el paro se situaba en torno al 18%, la encuesta de población activa del tercer trimestre colocaba a tres de cada diez andaluces en el paro, 500.000 más que hace apenas tres años. Un dato casi insostenible que puede hacer que Felipe González pase su jubilación enfundado en una camisa hawaiana.