'Carmen', la ópera flamenca de Salvador Távora se instala en Madrid, tras recorrer medio mundo
- Se aleja de la visión romántica para acercar a Carmen a la cultura popular
- Con la Cuadra Andaluza y una banda sevillana de cornetas y tambores
- Hasta el 11 de diciembre en la Sala Principal del Teatro Español
- El torero (picador), a lomos de un caballo de Alta Escuela
"La recuerdo, siempre sentada en un sillón de mimbre con el pelo blanco tirante y recogido en un moño sobre la nuca; con un grueso cigarro de tabaco negro entre los dedos y entre el humo gris que envolvía, como a las diosas que pintan entre nubes, su figura curvada sobre sus espaldas; y una cara que nos daba noticias inequívocas de la hermosura corporal que debió lucir en su juventud y madurez.
Vivía en Sevilla, en la calle Antolínez, junto a la Gavidia, y contaba más de cien años. Se llamaba Carmen y era la madre de mi abuela Antonia y abuela de mi madre, Pilar Triano. Y en el brillo de sus ojos y entre la destreza de sus dedos amarillos de nicotina, asentaba el orgullo que acompañaba sus palabras cuando me contaba historias de su oficio: había sido, seguía siéndolo por su gesticulación personalísima, cigarrera en la Fábrica de Tabacos de Sevilla.
De todas las historias escuchadas de su boca, en aquellos tiempos de camillas con braseros de cisco picón encima del cisco carbón, encendidos con soplillos de palmas, había una que siempre me estremecía, una que tomó de los labios de su madre, la de su tocaya Carmen; la de la cigarrera gitana que mataron, por sus amores con un “picaó”, en la Puerta del Príncipe de la Real Maestranza de Caballería de Sevilla.
La de Carmen la de Triana, orgullo de sus compañeras de trabajo por liderar cuantas sublevaciones se organizaban contra los convencionalismos sociales de la época que aplastaban la libertad y la dignidad de las mujeres trabajadoras. La historia de la trianera que murió asesinada y vivió acorralada por cinco razones que llegan hasta nuestros días: querer ser LIBRE siendo POBRE, MUJER, OBRERA y GITANA"
"Indignado" con la Carmen de Bizet
Así recuerda el músico, dramaturgo y extorero sevillano Salvador Távora, aquella historia escuchada en su infancia, que años más tarde le empujaría a sacudir y airear a esa Carmen cuya historia fue fijada por los siglos de los siglos por la ópera de Bizet que aunque utilizó la novela de Merimée -quien a su vez había escuchado la leyenda a la Condesa de Montijo- cambió muchas cosas respecto de ésta.
La versión de la leyenda que moldearon los libretistas de Bizet y el hecho de que en ella no aparezca ningún andaluz honrado, mientras que "el único honrado sea un vasco (Don José)" , no sólo provocaron la "indignación" de Távora sino que le impulsaron a crear otra Carmen; una ópera flamenca de cornetas y tambores. Con su compañía, La cuadra de Sevilla, lleva ya 15 años recorriendo mundo. La Carmen de Távora ha pisado ya por ejemplo Alemania, Argentina o China, por poner solamente tres ejemplos. Ahora, y hasta el 11 de diciembre en la Sala Principal del Teatro Español.
En su afán de fidelidad -aunque sea a la leyenda original- Távora quiso dejar muy clara cual era la época de esta historia: la época en la que el General Rafael de Riego (que se había sublevado en Cabezas de San Juan en 1820 para defender la Constitución de 1812) era recibido en Triana, con toques de campana.
"No al torero de cintura fina"
En aquel tiempo, "la música que sonaba en Sevilla era música militar, de ahí la presencia de tambores y cornetas en directo en nuestra ópera", recalca el director, haciendo referencia a la música que toca en vivo, la Banda de Cornetas y Tambores Santísimo Cristo de las tres caídas. Pero también baile y cante flamenco. "Martinetes, deblas y tonás con letras de la época", y algunos pasajes de la inolvidable partitura de Bizet como la "habanera" o el famoso "Toreador".
Távora tiene claro que su carmen está lejos de la España de postal que pintaron (con pincel, pluma o notas musicales) los románticos y de los "toreros de pitiminí".
Asegura la narración oral que a él le llegó, que el torero que Carmen cambió por el militar, era sin duda, un picador. Ese hecho justifica la presencia de ese picador Lucas, a caballo, "enamorando a la mujer desde un caballo", como explica Távora. Un caballo que ha dado más de un problema ajeno a su voluntad. El animal duerme todas las noches un centro ecuestre del extraradio y los problemas d tráfico en Madrid, han hecho que llegue en alguna ocasión, por los pelos a la hora de la función.
También aleja la figura de Carmen de la seductora provocadora que juega con los hombres. Cuenta Távora, orgulloso, que las cigarreras de Sevilla -como su abuela o su bisabuela- fue "el primer colectivo de mujeres que no dependió de los hombres". Entre ellas, existió una cuya historia, asegura Távora, "había que limpiar" y que él retrata así en unos cantos libres que preludian su muerte:
Maresita mía
que güena gitana
de un peasito de pan que tenía
la mitá me daba.
Límpiate los ojos
que llorá no vale
que la manchita catí ta caío
se lava con sangre.