García-Margallo, nuevo ministro de Exteriores, un veterano europeísta para dirigir una diplomacia en clave económica
- Eurodiputado desde 1994, es el vicepresidente de la comisión de Economía
- Muy cercano a Rajoy, es poco conocido y experto en la crisis del euro
- Tiene lazos con Iberoamérica, otra de las prioridades de política exterior
"La austeridad fiscal no basta para salir de la crisis. La disciplina presupuestaria debería ir acompañada de medidas de estímulo a la economía en otros frentes, singularmente para abaratar la financiación de los países y las empresas del euro. El BCE debería tener una actuación más decisiva, asumiendo un papel más relevante en la estabilización de los mercados".
Con estas palabras el nuevo ministro de Asuntos Exteriores y Cooperación, José Manuel García-Margallo, resumía en su blog las carencias observadas en la última cumbre europea de Bruselas, donde se acordó un nuevo tratado para 26 de los 27 países de la Unión Europea con el objetivo de salvar la zona euro, una meta a la que le auguraba un "futuro incierto".
Apenas 48 horas después, este clásico en las listas del Partido Popular al Parlamento Europeo -lleva en la Eurocámara desde 1994- se ha convertido en parte activa de ese futuro, aunque su vinculación europea viene de lejos.
Diputado de UCD en las Cortes Constituyentes, ya en ese momento se encargó del desarrollo comunitario. Repitió como diputado en 1979 y en 1986, 1989 y 1993, ya integrado en el Partido Popular tras pasar por la Democracia Cristiana.
Además de la Unión Europea, la Economía ha sido la gran especialidad de Margallo, que no en vano es el vicepresidente de la Comisión de Asuntos Económicos y Monetarios del Parlamento Europeo.
Perfil económico
Este perfil no es casual: Si la política exterior del Gobierno Zapatero se ha caracterizado por iniciativas fundamentalmente políticas e ideológicas como la Alianza de Civilizaciones, la de Rajoy estará orientada hacia la economía y “recuperar” la importancia de España en el mundo tras haber estado al borde del rescate financiero.
Así, la diplomacia del nuevo ejecutivo, tal y como señalaba el Partido Popular en su programa electoral, va a desarrollarse en clave económica, tanto a nivel defensivo –en la Unión Europea que tan bien conoce Margallo para proteger los intereses españoles en el nuevo tratado del euro pero también en la Política Agraria Común- como ofensivo, con el fomento de inversiones en Latinoamérica, que a su vez Rajoy quiere utilizar como puente hacia China.
En principio, en Europa Rajoy se va a encontrar con una pléyade de miembros de su misma familia política, el Partido Popular Europeo, pero eso no es ni mucho menos una garantía en un terreno, el de la UE, en el que los intereses nacionales cada vez están más en juego.
Esto se mezcla con la inminencia de elecciones que pueden suponer un nuevo balance de poder, como las presidenciales francesas de 2012, donde Sarkozy se juega su continuidad en el Elíseo.
En el caso de Latinoamérica, Rajoy ha dejado claro que las relaciones económicas tendrán que conjugarse con “el compromiso con la libertad y la democracia”, lo cual es un mensaje claro a Cuba y Venezuela, dos países que provocaron más de un rifirrafe entre PSOE y PP durante los años de Zapatero.
En este sentido, Margallo era presidente de la delegación de relaciones de la Unión Europea con la Comunidad Andina, un importante grupo regional latinoamericano.
Retos exteriores
Otras líneas estratégicas del anterior ejecutivo sí se mantendrán: la relación con Estados Unidos, reforzada por una apuesta explícita por el Atlantismo, y la necesidad de establecer canales de comunicación con el Mediterráneo y el Norte de África ante la Primavera Árabe, con especial atención a las siempre complicadas relaciones con el vecino marroquí.
La misma continuidad se espera en políticas de seguridad como la participación en el escudo antimisiles de EE.UU. en Europa a través de la base de Rota o la retirada progresiva de las tropas de Afganistán.
Por último, a nivel global, el nuevo Gobierno popular buscará tener un sitio en el Consejo de Seguridad de la ONU para el periodo 2015-2016 y, sobre todo, convertir en permanente la presencia de España en el G-20, al que asiste ahora como país invitado.