Un tribunal civil juzga a Mubarak mientras miles de egipcios se enfrentan a la justicia militar
- Todavía no se ha emitido ninguna sentencia condenatoria
- Al menos 12.000 civiles han sido sometidos a la jurisdicción castrense
- La represión continúa en el país pese al derrocamiento del expresidente
¿Cómo iban a imaginar los egipcios que su lucha empecinada terminaría llevando al banquillo de los acusados a Hosni Mubarak tras 30 años de dictadura? Ocurrió, por primera vez, el 3 de agosto, día en que se inició en El Cairo el juicio contra el expresidente del país, sus dos hijos, Alaa y Gamal, el exministro de interior Habib Al Adli y seis de sus asesores.
Las cámaras de la televisión egipcia (las únicas autorizadas para retransmitir el proceso) mostraban al mundo a Mubarak, de 83 años, tumbado en una camilla frente a un tribunal civil. Fue su primera aparición pública desde febrero, cuando la persistencia del pueblo egipcio, que tomó la calle al grito de "queremos la caída del régimen", puso fin a su mandato.
Acusado de ser responsable de las 850 muertes que hubo en los 18 días de protestas (según cifras oficiales), de abuso de poder y de corrupción, entre otros cargos, Mubarak se declaró "no culpable". También sus hijos. La segunda sesión del juicio se pospuso para el 15 de agosto, y hasta la fecha ya han tenido lugar seis, pero ninguna sentencia condenatoria hasta el momento.
El profesor de Políticas Públicas y Relaciones Internacionales de la Universidad Americana de El Cairo, Ibrahim Awad, califica el juicio a Mubarak como "un gran avance". "Ha sido el primer dictador árabe juzgado, porque el caso de Sadam Hussein en Irak fue diferente, se realizó bajo ocupación".
"El pueblo egipcio fue quien lo sentó ante un tribunal, dando una importante lección". Los próximos mandatarios se lo pensarán dos veces antes de perpetuarse en el poder o de imponer un proyecto hereditario de sucesión", apunta.
Para la directora adjunta de Amnistía Internacional de España, Eva Suárez, este hecho representa "un paso positivo en la lucha contra la impunidad", pero añade que "hasta el momento el juicio a Mubarak y los demás encausados únicamente hace referencia a los delitos más recientes cometidos durante los últimos días de mandato, y no a los actos de tortura de sus tres décadas en el poder. Aún queda mucho por hacer".
Represión militar
Pese al derrocamiento del dictador, la represión continúa en Egipto. La Junta militar, que dirige el país desde hace once meses bajo las órdenes del mariscal Tantawi, ha respondido violentamente contra las marchas pacíficas de los manifestantes, como se ha visto en numerosos vídeos que circulan por internet.
Se han vivido episodios enormemente sangrientos con decenas de muertos y centenares de heridos que han llevado a algunos organismos de derechos humanos a afirmar que la fuerza empleada por los militares ha sido incluso mayor que en la etapa anterior.
"Las esperanzas de los manifestantes han sido aplastadas por las autoridades militares", explica Suárez, de AI. "En los últimos años ha habido represión violenta, intentos claros de suprimir la cobertura informativa crítica, condenas a personas que simplemente hacían uso de su libertad de expresión y miles de juicios militares".
12.000 civiles juzgados por tribunales militares
Paradójicamente, mientras Hosni Mubarak es juzgado por un tribunal civil, al menos 12.000 ciudadanos egipcios han sido sometidos a la justicia militar desde febrero hasta agosto, según cifras del propio Consejo Supremo de las Fuerzas Armadas. 13 fueron condenados a penas de muerte.
"Los juicios militares a civiles tal como están regulados por la legislación egipcia son intrínsecamente injustos y violan numerosas salvaguardas establecidas por el Derecho Internacional, como el derecho a comparecer ante un tribunal imparcial e independiente, el derecho a preparar adecuadamente la defensa, a tener un abogado de su elección o el derecho a apelar a un tribunal superior", denuncia Amnistía Internacional.
Por este motivo, surgió en marzo el grupo 'No military trials for civilians' (No a los juicios militares para civiles), formado principalmente por jóvenes que exigen el cese de los mismos.
En una entrevista concedida a RTVE.es, una de sus integrantes, Shahira Abouellail, explica que "no pueden consentir que Mubarak sea tratado como un rey en un hospital de cinco estrellas mientras los egipcios detenidos tienen que soportar condiciones inhumanas, la mayoría con cargos falsos".
Los blogueros, grandes castigados
La fuerte presión en las calles contra el poder militar ha conseguido que algunos casos hayan sido transferidos a la justicia ordinaria. "Pero no es suficiente -detalla Shahira- todavía quedan 8.000 detenidos en prisión". Entre ellos, el bloguero Maikel Nabil, al que un tribunal militar le condenó a dos años de cárcel hace pocas semanas por "criticar al Consejo Superior militar".
Nabil fue detenido en marzo, tras publicar un artículo en su blog titulado "El pueblo y el ejército nunca han estado unidos". Desde hace más de un centenar de días el joven mantiene una huelga de hambre. Algunos organismos, como Reporteros Sin Fronteras (RSF), ya han alertado a las autoridades del "empeoramiento de su salud".
Otro de los blogueros más conocidos de Egipto y crítico con el ejército, Alaa Abd El Fattah, fue arrestado, junto con otros activistas, en los sucesos del pasado 9 de octubre, en los que murieron 26 personas. Le acusaron de instigación de violencia, asalto al personal militar y robo de armas.
Fattah lo negó totalmente y rehusó declarar por no reconocer legitimidad en los tribunales castrenses. La gran campaña de apoyo que hubo en las redes sociales y la vehemencia de sus familiares y compañeros lograron que Alaa fuera liberado, aunque sigue pendiente de juicio.
Lo cierto es que si hacemos balance casi un año después del estallido de la revuelta "la situación es muy preocupante - afirma Suárez- y lo seguirá siendo hasta que no se asegure el fin de las torturas, la protección de las mujeres, el respeto a la manifestación pacífica y el cese de la brutalidad que estamos viendo en las protestas".
Por eso los egipcios siguen en la calle, anhelando transformar sus reclamos de justicia en cambios reales.