Tahrir, la plaza que revolucionó Egipto
- La revuelta que echó a Mubarak tuvo aquí su epicentro
- La primera concentración se convocó por internet
- Los jóvenes han vuelto a la plaza para protestar contra el gobierno militar
Si en Túnez el emblema del cambio fue el joven frutero que se quemó a lo bonzo, en Egipto la revolución quedará para siempre asociada a un lugar que ya se ha hecho un hueco en los libros de Historia. Ese lugar se llama midan Tahrir en árabe y plaza de la Liberación en nuestro idioma.
Todo empezó con un llamamiento a manifestarse por parte de jóvenes blogueros. Pero el eco de la convocatoria desbordó cualquier previsión. Mujeres y hombres, niños y ancianos, acomodados y miserables, intelectuales y analfabetos unieron sus voces con el deseo común de echar a Mubarak.
Ni la censura del gobierno, que cortó internet, ni la represión pudieron detenerles. Con cada muerto, y hubo más de 800, la determinación de los egipcios parecía crecer.
Muchos plantaron allí su tienda de campaña (como después imitarían los movimientos de indignados en otras partes del mundo) e incluso dormían con la cabeza entre las ruedas de los tanques para evitar que intentaran desalojarles a traición alguna noche.
Actitud del Ejército
Por aquellos días, el Ejército mantenía un perfil bajo. Se negó a disparar contra el pueblo y actuaba como una especie de fuerza de intermediación entre los dos bandos. Aunque vimos también actuaciones sospechosas, como soldados tomando imágenes de manifestantes, cámara profesional al hombro…
La plaza se convirtió en territorio comanche, tomado por opositores al régimen, que levantaron barricadas y alambradas para protegerse de cualquier ataque.
A los periodistas que vivimos aquellas intensas jornadas, nos sorprendía la solidaridad y la organización en Tahrir. Dentro podías encontrar desde un puesto donde cargar el móvil, hasta un hospital de campaña o estudiantes recogiendo basura gratis. La comida se compartía y hasta vimos a musulmanes y cristianos coptos rezar juntos.
Pero el ambiente podía cambiar bruscamente. Fue lo que ocurrió cuando bajaron los camelleros de las pirámides (en una imagen digna de Lawrence de Arabia) y acabaron a golpes con los manifestantes, desencadenando uno de los peores días de disturbios. Más tarde, contaron a nuestro equipo de Televisión Española, que no les pagaron para hacerlo. Creían que si acababan las protestas volverían los turistas, su único medio de vida.
Mubarak jugó sus cartas y mantuvo la incertidumbre hasta el final. Nunca olvidaré aquel 11 de febrero a las 5 de la tarde. Estaba a punto de empezar una conexión en directo, cuando se desataron los gritos frente a la televisión estatal egipcia, muy cerca de donde me encontraba. "¿Qué pasa?", pregunté al técnico de sonido que estaba conmigo. Y él, que era egipcio, me contestó emocionado: "Mubarak se ha ido".
Como él, millones de egipcios quisieron celebrarlo, aunque intuían que la transición sería larga y difícil. Era sorprendente ver a familias enteras haciéndose fotos con los carros de combate en pleno centro de El Cairo. Estaban agradecidos. Sabían que el Ejército había sido clave en la caída del rais y confiaban en que el gobierno militar duraría solo unos meses.
Casi un año después, cunde la decepción con unos militares involucrados en todo tipo de abusos. La violencia ha vuelto a la plaza Tahrir. También la represión, incluso con más fuerza que en tiempos de Mubarak…
Los jóvenes que iniciaron el cambio sienten que les han robado su revolución. Y, a pesar de que han podido ir a las urnas por primera vez, muchos han decidido seguir la lucha en la plaza que les hizo protagonistas de la Historia.
Pero hoy Tahrir, igual que Egipto, está dividida. Es más fácil ponerse de acuerdo para echar a un tirano que para construir una democracia. Lo primero les llevó 18 días, lo segundo es una tarea que jamás termina. Aunque me gusta pensar que desde aquel 11 de febrero, los egipcios han empezado el camino…