Irak, solo ante un futuro más que incierto
- La salida de las tropas de EE.UU. coincide con más violencia
- Unas 162.000 personas han muerto en el país desde la invasión
- El choque entre Maliki y los líderes suníes puede reavivar el choque sectario
- Irán se perfila como el principal vencedor de la guerra sin disparar una bala
Ver Irak tras la salida de EE.UU. en un mapa más grande
El pasado sábado, 31 de diciembre de 2011, en Irak se celebró algo más que un fin de año. Su primer ministro, Nuri al Maliki, declaró ese día fiesta nacional para conmemorar la retirada de las tropas de Estados Unidos.
En su discurso, al Maliki instó al pueblo iraquí a preservar la unidad, la soberanía y la independencia en la nueva etapa. Unidad, soberanía e independencia que no van a ser nada fáciles de conseguir y conservar y mucho menos en el futuro más que incierto que se abre.
Estados Unidos daba el pasado 18 de diciembre por concluida la salida de sus tropas de territorio iraquí. En el punto más álgido de la insurrección, Estados Unidos llegó a tener hasta 170.000 soldados en el país árabe.
La retirada se ha realizado en cumplimiento del acuerdo de 2008 entre Washington y Bagdad, que determinaba finales de diciembre de 2011 como fecha límite para la misma. Obama habla de logro extraordinario.
Pero lejos de contribuir a la paz, la salida de las tropas estadounidenses - que nunca debieron entrar en Irak- ha provocado una escalada de la violencia en forma de atentados terroristas y un aumento de la tensión confesional entre suníes y chiíes, en medio de una compleja distribución étnica y religiosa.
Balance sangriento
Parece inmoral e hipócrita calificar de éxito el terrible balance de la invasión de 2003 y posterior ocupación.
Segú la ONG Irak Body Count, desde 2003 han fallecido 162.000 personas en Irak, de los que casi un 80% son civiles. Además, 4.500 soldados norteamericanos han muerto, hay más de cuatro millones de desplazados internos o refugiados y decenas de miles de heridos.
Los norteamericanos dejan tras de sí un país destruido y destrozado, con un paro desorbitante, en algunos lugares, del 50%, y a un 70% de los iraquíes sin acceso a agua potable y con carencias de luz.
Más de siete millones viven por debajo del umbral de la pobreza, tres millones y medio de ellos, niños.
Además, el estado de los sistemas educativo y sanitario es deplorable, cuando antes estaban entre los mejores de la región. Los índices de la salud de los iraquíes son ahora bastante malos.
La mortalidad infantil y la desnutrición han aumentado enormemente. Hay un alto abandono escolar. 750.000 niños de primaria no van a clase. Cerca de 800.000 realizan trabajo infantil. Irak era uno de los mejores países para la infancia en la zona, hoy es uno de los peores.
Resulta difícil explicar estas terribles carencias y necesidades en un país que tiene las terceras reservas mundiales de petróleo.
Las compañías norteamericanas habían puesto sus miradas en ellas, pero - resulta también paradójico- la mejor parte de la explotación de los yacimientos de oro negro ha ido a manos de chinos, rusos y británicos.
Sin contar que los norteamericanos se van sin investigar, según los documentos de Wikileaks, cientos de denuncias de abusos, torturas, violaciones, asesinatos perpetrados por la policía y el ejército, y crímenes de guerra cometidos por los ejércitos de EEUU y sus aliados.
Las masacres y torturas asociadas a lugares como Haditha, Faluya o Abu Ghraib forman ya parte de la memoria colectiva iraquí. Dejan, además, un legado de sentimiento antiamericano en el mundo musulmán. Y ahora hay Al Qaeda en Irak. Antes no había, como tampoco había armas de destrucción masiva. Dos grandes mentiras para justificar una invasión.
La brecha confesional
Un 60% de los iraquíes son chiíes árabes, un 20% suníes árabes –que gobernaron hasta la caída de Saddam Hussein-y casi un 20% suníes kurdos. Ha aparecido de nuevo, sí es que alguna vez desapareció, el fantasma de la guerra civil sectaria que desangró el país entre 2005 y 2007, causando decenas de miles de muertos en los enfrentamientos entre las milicias suníes y chiíes y la limpieza étnica de barrios enteros de Bagdad y otras ciudades.
El gobierno que se basa en un frágil consenso anclado en el reparto sectario podría saltar por los aires. Su primer ministro, el chií Al Maliki, ordenaba hace un par de semanas la detención del vicepresidente Tariq al Hachemi, el más alto cargo suní, al que acusa de complot y terrorismo.
Los líderes suníes, a su vez, acusan a Al Maliki de violar el reparto de poder alcanzado el año pasado con la creación del gobierno de unidad nacional.
El vicepresidente se ha refugiado en la región autónoma del Kurdistán para evitar ser detenido. Al Maliki exige a sus autoridades su entrega.
Queda así otro frente abierto entre Al Mailiki y la región kurda, la única del país que goza de estabilidad y seguridad, aunque con asuntos pendientes como el control de Kirkuk que cuenta con ricos yacimientos de petróleo, y que reclaman tanto Bagdad como los kurdos.
Y el sueño de la independencia sigue anclado en el corazón de los kurdos. Las diferencias en cómo administrar el petróleo los enfrentan a todos, sobre todo a chiíes y kurdos.
Probablemente, Al Maliki busque ahora acabar con el Estado plurinacional y la frágil coalición de gobierno entre chiíes, suníes y kurdos y colocar un gobierno que no ponga en duda la hegemonía chií.
Irán, vencedor en la sombra
No hay que olvidar las ambiciones de Irán, su poderoso y teocrático vecino, cuyo programa nuclear le enfrenta a Estados Unidos y sus aliados.
Tras más de ocho años y medio de guerra y ocupación, Irak queda en manos de un gobierno de mayoría chií con relaciones con el Irán de los ayatolás, el ganador estratégico real de esta guerra en la que el régimen de Teherán no ha disparado una sola bala. Es el país más influyente en el nuevo Irak.
A todo ello se suman las debilidades de un ejército iraquí que necesita tiempo y formación. En el fondo, Irak puede desintegrarse, resquebrajarse, sin la presencia de Estados Unidos.
En el vacío de poder, que han dejado los norteamericanos, ha estallado el eterno conflicto entre la mayoría chií y la minoría suní. Podría haber un resurgimiento de la violencia o la situación podría degenerar en una guerra civil o en una partición.
Pero, además, la inseguridad en Irak contribuye a una mayor inestabilidad en una región ya desestabilizada. Y, para empeorar posiblemente más las cosas, Estados Unidos continúa vendiendo armas al gobierno del chií Al Maliki a pesar de las tensiones sectarias. Está claro que el negocio es el negocio, antes, durante y después de una guerra.