Andrés Manuel del Río, el vanadio y la reforma de la minería
El naturalista y químico español Andrés Manuel del Río nació en Madrid el 10 de noviembre de 1764. Estudió filosofía, teología y literatura y se graduó como bachiller en 1780 en la Universidad de Alcalá de Henares.
Posteriormente ingresó en la Escuela de Minería de Almadén, donde destacó por su interés en la minería y la mineralogía. En 1786 recibió del gobierno español una beca o pensión (como se llamaba en aquella época) para que ampliara sus estudios en Europa.
Del Rió viajó a París para analizar, junto a Jean D’Arcet, minerales y porcelana, debido al gran interés que en estos productos tenía la Corona española.
De París se trasladó a Friburgo (Alemania), donde estudiaría con el profesor Werner, el padre del neptunismo. Posteriormente estuvo en la Real Academia de Minas y Bosques de Schemnitz (en Hungría) y volvió a París en 1791 para visitar el laboratorio de Lavoisier, donde conoció al abate Haüy, considerado el padre de la cristalografía.
“Estuvo a punto de acabar guillotinado como Lavoisier“
Su estancia en la capital francesa coincidió con la etapa más dura de la Revolución, y estuvo a punto de acabar guillotinado como Lavoisier. Tuvo que huir al Reino Unido, cuya estancia le sirvió para ampliar su formación.
Este contacto con los principales centros e investigadores europeos permitió a Del Río tener acceso de primera mano a descubrimientos científicos y técnicos que aplicaría, modificaría y ampliaría a lo largo de su carrera.
Reforma de la minería
En 1792, el Rey Carlos III mandó inaugurar el Real Seminario de Minería de la Nueva España, con objeto de reformar la minería y metalurgia en la colonia americana.
Dos años más tarde, Del Río fue enviado por el Gobierno español a Ciudad de Méjico para ocupar la cátedra de química en la recién creada Escuela de Minas.
Con el tiempo, llegó a ser director del Seminario de Minería, hizo importantes estudios de minerales y desarrolló novedosos métodos mineros.
También fue colaborador y amigo del naturalista alemán Alexander von Humboldt, quién participó activamente en las labores del Real Seminario.
En 1820 fue nombrado diputado a Cortes, donde defendió la independencia de Méjico.
Tras la guerra con España, el nuevo gobierno independiente decretó en 1829 la expulsión de los españoles residentes en el país, con notables excepciones, entre las cuales se encontraba Del Río.
Sin embargo, indignado con la medida, decidió solidarizarse con los expulsados y se exilió voluntariamente en la ciudad estadounidense de Filadelfia. Regresó a Méjico en 1834 y asumió nuevamente su cátedra de Mineralogía.
Su gran hazaña
La gran hazaña de este científico español fue el hallazgo de un nuevo elemento, el vanadio. Lo descubrió en 1801, cuando estudiaba muestras de un yacimiento de plomo en la región de Zimapán.
“En un principio lo llamó 'pancromio', por su gran diversidad de colores“
Encontró un nuevo metal que en un principio llamó 'pancromio', por la gran diversidad de colores que tenían sus diferentes compuestos, pero al calentarlos vio que se volvían rojos, por lo que finalmente decidió llamarlo eritronio.
Sin embargo, algunos colegas afirmaron que no era otra cosa que cromo impuro. Posiblemente por su juventud (contaba entonces 37 años), Del Río no vio razones para dudar de este diagnóstico, supuso que se había equivocado y no volvió a hablar del asunto.
Hubo que esperar a 1830, cuando el químico sueco Sefström volvió a descubrirlo, dándole su nombre actual en honor de la diosa Vanadis, de la mitología nórdica, por sus compuestos multicolores. Y fue ésta la denominación que perduró.
Del Río también descubrió la aleación natural de oro y rodio, y el seleniuro de mercurio, entre otros compuestos. Dirigió en Michoacán la instalación de la primera fundición de hierro y acero a escala industrial de Hispanoamérica, e inventó una bomba de agua para el achique de las galerías de las minas.
Obra destacada
Entre sus obras destacan Mineralogía, Manual de Geología, que incorpora la flora y fauna fósiles de Méjico, y Elementos de Orictognosia (o del conocimiento de los fósiles), el primer libro de mineralogía escrito en América.
Su obra y pensamiento político liberal fueron fundamentales para la independencia de Méjico. Fue miembro fundador del Palacio o Colegio de Minería y sentó las bases para la creación de lo que hoy es el Instituto de Geología de la Universidad Nacional Autónoma de Méjico.
Fue miembro de la Real Academia de Ciencias de Madrid, de la Sociedad Werneriana de Edimburgo, de la Real Academia de Ciencias del Instituto de Francia, de las Sociedades Económica y Linneana de Leipzig, de la Real Academia de Sajonia, de la Sociedad Filosófica de Filadelfia, Presidente de la Sociedad Geológica de Filadelfia y del Liceo de Historia Natural de Nueva York.
Falleció en la capital mejicana el 23 de marzo de 1849, a los 84 años de edad. El prestigioso Premio Nacional de Química de Méjico lleva su nombre en su honor.