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Informe Semanal. "Burriers, camellos por encargo"

  • Casi 300 españoles cumplen condena por tráfico de drogas en Perú
  • La mayoría son 'narcoturistas'; camellos por encargo captados en España
  • Un equipo de Informe Semanal ha filmado las duras condiciones de su encierro

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Informe Semanal - Burriers, camellos por encargo

A Perú nos ha llevado un dato sorprendente. En diez años, el censo penitenciario de españoles en las cárceles de ese país ha pasado de 31  reos en 1999 a 280  en 2011.  El país andino se convierte en nuestro máximo receptor de presos por encima de Marruecos, que es el segundo en el ranking con 230.

La gran mayoría son ‘narcoturistas’, lo que allí se denomina burrier o mula por encargo.  En general, personas con dificultades económicas, deudas y adicción a la droga que aterrizan en el aeropuerto de Lima en busca de ‘El Dorado’ de la coca.

Un trabajo supuestamente fácil

Antes han sido captados en España, donde les dicen que todo va a ser fácil. En Perú les esperan sus corresponsales. Les llevan a un hotel, todo pagado, un poco de turismo y días después les dan una maleta con doble fondo o unas latas camufladas. Te pegan la coca al cuerpo o se lo comen en bolitas con látex. El objetivo es llegar a España sin ser ‘mordido’; un trabajo por el que se cobra entre 6.000 y 12.000 euros, pasando un máximo de 10 kilos de pasta de cocaína.

Cuando un narco quiere pasar 100 kilos de clorhidrato de coca utiliza diez burriers, de los cuales alguno siempre cae. Al burrier caído se le ofrece ser colaborador eficaz, que lo cuente todo y así llegar al origen del negocio.  A cambio, la báscula se reduce por arte de magia. Y eso alivia la condena en la cárcel.

El equipo de Informe Semanal ha visitado tres penales peruanos, siempre acompañados de Saray, una funcionaria de INPE, Instituciones Penitenciarias, que había planificado bien su trabajo. Una vez dentro todo fluye de manera diferente a lo previsto. Los burriers españoles salen de cualquier esquina, todos tienen algo que contar y bastante que ocultar.

50 españoles en la 'jungla' de Sarita Colonia

En el penal de Sarita Colonia el censo de reclusos es de 1.000 y hay sitio para apenas 100. Sí quieren un colchón tienen que pagarlo. En caso contrario duermen en los pasillos o en las escaleras. Si alguien se  sale de tono recibe una paliza.

Dentro del penal hay toda una jerarquía delincuencial. Por arriba, con poder y autoridad, los faites  y delegados; y por abajo los atorrantes, compuestos por violadores, cogoteros, cordeleros, secaderos o escaperos. Entre esa jungla conviven 50 españoles.

En un rincón y  bajo manga se puede comprar una piedra de crack por menos de un euro

Los que tienen plata puede comprarse una celda y que le preparen comida “elegante”. Los delegados o presos de confianza manejan todo en connivencia con los funcionarios. Todos cobran del delicado bolsillo del burrier. Cuando no hay plata no pasa nada. A primero de mes llegan los 60 euros que paga el consulado y es el momento de ajustar cuentas con los delegados o presos de confianza.

Hoy todo está maquillado, el patio está lleno, las celdas vacías y los pasillos limpios. Todos esperan a los de Informe Semanal. Los españoles hacen corrillos y algunos salen pitando  del objetivo de la cámara. El ambiente es de bullicio, hay chiringuitos bajo licencia de los faites. Se paga un impuesto no escrito. En un rincón y  bajo manga se puede comprar una piedra de crack por menos de un euro.Todo es diferente, las fregonas hacen su trabajo pero los testimonios no cuadran con lo que vemos.

Dejamos Sarita y entramos en Santa Mónica. 23 mujeres, una de ellas con su hijo de dos años nos esperan. Tres mujeres nos relatan cómo cayeron de mulas. Margarita y Rosa  se confiesan culpables y María del Carmen asegura que la engañaron. Su hija de siete años está bajo la tutela de una institución en Lima. í la condenan puede perder la tutela.

Piedras gordas, el futuro penitenciario de Perú

Siguiente estación; Piedras gordas ó Ancón II, paradigma del futuro penitenciario en Perú; una macrocárcel pensada en un primer momento para aislar a menores de edad de delincuentes irreversibles.

El penal está situado en medio de un desierto, muros altos y rodeados de espinos. Los pasillos son eternos y los módulos separados para evitar el trapicheo de drogas. Hay 200 españoles, casi todos juntos. Aquí no se paga por dormir en celdas de ocho catres. Hay más orden pero la comida escasea. Dicen que la roban los cocineros y los funcionarios. El director de la prisión cobra 800 euros y un técnico unos 400. La casta de los funcionarios de prisiones siempre ha sido considerada de lo más corrupto del país.

Recogemos testimonios de nuevo en el taller, empeño de la funcionaria de instituciones penitenciarias. Entrevistamos a dos jóvenes a los cuales les advierto que la señorita que está detrás es funcionaria y que tengan prudencia para evitar castigos. Me dicen que la conocen ya que la semana anterior estuvo con la psicóloga para preparar la entrevista.

Sus recuerdos vuelven a Sarita Colonia, hablan de palizas y de 15 muertos al año por tuberculosis y Sida. Dormían con un ojo abierto  en el pabellón de ñatos, reservado para violadores. Ahora están mejor. Tan solo esperan que pase el tiempo. Antonio lleva cuatro años y le queda poco. David lleva un año y le queda otro. Ambos están casados y con hijos.

La vida después de la cárcel

Cuando salgan a la calle no todo habrá terminado. Tienen una deuda económica de responsabilidad civil y una burocracia que les alargará su estancia en Lima al menos ocho meses más. Un ambiente hostil, sin dinero, les condena a vivir de parias brujuleando por la ciudad.

Las redes de la droga saben por donde pululan y los buscan. Les ofrecen trapichear a cambio de droga. De nuevo enganchados. Otros lo vuelven a intentar. Pasaporte falso y de burrier de nuevo, vía Bolivia, Ecuador ó Buenos aires. 15 españoles están ahora presos en esos países.