La herencia de James Smithson
A hombros de gigantes
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El químico y geólogo británico James Smithson nació en París en 1765. Era hijo bastardo de sir Hugh Smithson, primer duque de Northumberland, uno de los grandes mecenas del siglo XVIII. Su madre era la viuda de John Macie, por lo que el joven Smithson se llamó Jacques Louis Macie durante su infancia y juventud. Solo a la muerte de su madre, en 1800, decidió cambiar su apellido por el de su padre biológico y el Jacques francés por el británico James.
En 1782, se matriculó en la Universidad de Oxford para estudiar Química, graduándose cuatro años después. En seguida demostró un especial interés por las ciencias naturales y adquirió una gran reputación como químico analista y mineralogista, a pesar de que en aquella época no existía gran información sobre estos temas.
Trabajó afanosamente para recoger muestras de mineral, tanto en Inglaterra como en otros países europeos, llegando incluso a poner en riesgo su vida como sucedió durante una expedición a las nuevas Hébridas.
Aunque era un hombre rico, trabajó duramente para hacerse un hueco en la ciencia y pronto se ganó el respeto de sus colegas. De hecho, con tan sólo 22 años, fue elegido el más joven miembro de la Royal Society.
“Con solo 22 años fue elegido miembro de la Royal Society“
Visitó Florencia, París, Sajonia, y los Alpes suizos en busca de cristales y minerales con los que realizar experimentos y descubrir y clasificar sus propiedades elementales. Llegó a reunir millares de ejemplares.
También realizaba minuciosas observaciones sobre el clima, las características físicas y la estructura geológica de las localidades visitadas, así como de las características de sus minerales, de los métodos empleados en la minería o fundición, y en todo tipo de manufacturas. Investigó la ceolita y la alúmina. En 1802 demostró que los carbonatos minerales de zinc eran –efectivamente—auténticos carbonatos, y no óxidos de zinc como se pensaba. Y fue el inventor del término silicato.
Smithson publicó al menos 27 artículos científicos sobre química, geología y mineralogía, con temas tan variados como el análisis de minerales, la identificación de mejoras en el soplete y otros aparatos, la composición química de la lágrima de una dama, la forma cristalina de hielo, y un método mejorado de hacer el café. Conoció a los científicos más destacados de su época como Cuvier, Berzelius, Hutton, Cavendish o Priestley. Influido por la Revolución Francesa, también se dedicó a la reforma social y la educación de las clases bajas.
Los museos Smithsonianos
A su muerte legó su fortuna de 120.000 libras esterlinas, heredada de la familia de su madre, a su sobrino Henry James Hungerford. Pero con una condición. Si el sobrino moría sin descendencia, el legado pasaría a los Estados Unidos para fundar en Washington un Instituto científico que llevara su nombre. Este fue el origen de la famosa Institución Smithsoniana, creada en 1846, que mantiene varios museos y publica revistas científicas. Resulta curioso que Smithson incluyera a EEUU en su testamento cuando nunca llegó a pisar este país.
Murió en Génova el 27 de junio de 1829, tras una larga enfermedad. Fue enterrado en el cementerio inglés de San Benigno. En 1904, sus restos mortales fueron trasladados a Washington por Alexander Graham Bell, entonces Regente de la Institución Smithsonian, y sepultados en el recinto del Instituto.
Sus colecciones científicas, cuadernos, diarios y correspondencia se perdieron en un incendio que destruyó el edificio del Instituto Smithsoniano en 1865. Sólo 213 volúmenes de su biblioteca y algunos escritos personales sobrevivieron.
Un tipo de carbonato de zinc o calamina fue rebautizado con el nombre de Smithsonita en su honor.