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Siria: la guerra en la calle

  • Los suburbios de la capital viven los enfrentamientos más duros hasta el momento
  • Los rebeldes optan por intensificar su actividad
  • El régimen cuenta con el apoyo de Rusia e Irán

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Casi cuatro días de combates ha necesitado el Ejército sirio para volver a controlar, aunque no en su totalidad, las poblaciones de las afueras de Damasco. Son los enfrentamientos más cruentos en la capital en estos 10 meses de alzamiento contra Bachar al Asad. El Gobierno asegura que durante el fin de semana ha enterrado a medio centenar de militares y la oposición que, desde entonces, han muerto 60 personas. Los rebeldes denuncian que hay cadáveres por las calles y que se lucha casa por casa en guerra urbana.

Los enfrentamientos ponen de manifiesto que los insurrectos tienen mucho apoyo en los barrios periféricos de diferentes ciudades pero que no disponen de armas adecuadas para hacer frente a los blindados del gobierno. En Homs, bastión de la oposición, las entradas a los barrios progubernamentales están custodiadas por soldados que se protegen de los ataques rebeldes detrás de sacos terreros.

Me viene a la cabeza la imagen del militar sirio que ingresó herido en el hospital que el Gobierno nos permitió visitar durante nuestra breve visita a Siria. Tenía un disparo en la cabeza por el que perdía masa encefálica.

"Los rebeldes son más fuertes de lo que se dice", me comentó uno de los heridos en una charla furtiva y extra oficial. "En los barrios que controlan combaten hasta la llegada de los tanques y después se marchan. Pero allí no os llevará el Gobierno".

Efectivamente, las autoridades no nos llevaron a esos vecindarios, aunque tampoco hizo falta. Minutos después, Gilles Jaquier, periodista francés de France 2, murió alcanzado por un proyectil de mortero mientras cubría una manifestación de apoyo al régimen.

Los rebeldes intensifican la lucha

La guerra en Siria lleva meses en las calles y, después de los combates de los últimos días, parece que la dirección rebelde ha optado por intensificar su actividad armada. El Gobierno les acusa de ser terroristas pagados por potencias extranjeras. La poca prensa internacional que ha entrado en territorio sublevado –entre ellos varios periodistas españoles como Mónica Prieto, Javier Espinosa, o Daniel Iriarte– asegura que las fuerzas del régimen masacran diariamente a su propia población civil.

Mientras, Siria se desangra poco a poco en una guerra urbana y fratricida. El Gobierno reduce al mínimo el uso de aviación de combate –como hizo Gadafi en Libia– para evitar que se declare una zona de exclusión aérea con el fin de proteger a la población civil. Los generales de Asad saben que, en tierra, los blindados y la artillería le dan superioridad.

Frente diplomático

En el plano diplomático, el enfrentamiento entre Siria y Arabia Saudí y Catar en el seno de la Liga Árabe, continúa. Damasco acusa a ambos paises de entrometerse en sus asuntos internos y de apoyar a los rebeldes pero confía en sus alianzas, mucho más sólidas que las de Libia.

Rusia, a pesar de que influyó en su aliado para que aceptara el plan de la Liga, apoya al régimen. Recientemente le ha suministrado 36 aviones de combate y, con anterioridad, sistemas de misiles antiaéreos y armamento ligero. De hecho, Moscú es, desde 2006, el principal proveedor de armamento del régimen sirio. Además, el puerto de Tartous, al norte del país, es la única base naval rusa en el extranjero.

Después de que en 2008 Estados Unidos anunciara el despliegue de un escudo antimisiles en Polonia, el Kremlin y Damasco acordaron ampliar la base de Tartous para que pudieran fondear submarinos nucleares y grandes navíos. De ahí que la escala en ese puerto, el pasado noviembre, de una flotilla comandada por el portaviones atómico Kuznetzov, se interprete como una muestra de apoyo al presidente Asad.

Alianza de Irán

El otro gran aliado de Siria es Irán. En junio de 2006 los ministros de defensa de ambos países, Hassan Turkmani y Mustafa Mohammed Najjar, se reunieron en Teherán para firmar un tratado de cooperación militar por el que se comprometían a “trabajar juntos para mantener la paz en la región”. Algunas fuentes diplomáticas aseguran que dicho pacto va más allá de la mera asistencia militar e incluye la entrada en guerra en caso de ataque a uno de los firmantes.

La mayoría de los analistas están de acuerdo en que las relaciones de Damasco con la milicia libanesa chií Hezbolá y con la organización integrista Hamas en Gaza son estrechas y en que el aumento de la violencia en Siria podría extenderse al resto de Oriente Próximo. Sin un acuerdo en la ONU, por el veto de China y Rusia, y con el creciente arsenal que llega del exterior para armar a los contendientes, Siria se hunde, cada vez más, en una guerra civil que puede ser larga y, sin duda, muy sangrienta