El movimiento marroquí de protesta democrática cumple un año
- El Movimiento 20 de febrero no consigue convocar grandes multitudes
- Está principalmente formado por jóvenes liberales
- Las protestas consiguieron una reforma de la Constitución
El movimiento contestatario marroquí del 20 de Febrero (20F) celebró este domingo su primer aniversario pero no consiguió congregar en las múltiples manifestaciones en todo el país a las grandes masas que salieron a las calles hace ahora un año para pedir reformas democráticas.
Hasta 80 marchas habían sido convocadas en todas las ciudades grandes y medianas del país (e incluso en ciudades europeas) por este movimiento heterogéneo, constituido principalmente por jóvenes izquierdistas o apolíticos. Sin embargo, la capacidad de convocatoria no fue en ningún caso masiva: un millar de personas se manifestaron en Rabat, apenas unos cientos lo hicieron en Casablanca, mientras que en Tánger fueron varios miles, según testigos presenciales.
La Policía dejó desfilar a los jóvenes y hasta les ayudó a cortar el tráfico en las calles por donde iban a discurrir, siguiendo una tónica que se ha repetido en los últimos meses: no enfrentarse a los jóvenes contestatarios y dejar que el movimiento se desgaste por sí solo.
Eran más abundantes los mirones a ambos lados de la calle que los mismos manifestantes, que se dedicaron a repetir los eslóganes coreados durante meses: "El pueblo quiere la caída de la corrupción", "Gobierno mafioso", "Levantaos masas contra el sistema dictador" o "Somos los hijos del pueblo".
El leit-motiv del 20F, que durante un año entero ha sido "Libertad, justicia social y dignidad", aderezado con llamamientos contra la corrupción y la acumulación de poderes, pero sin citar casi nunca el nombre del rey Mohamed VI, no ha conseguido, sin embargo, atraer a las masas marroquíes como lo hicieron las marchas en Egipto o Túnez.
"La gente nos mira como si desembarcáramos de otro planeta, y eso que nos manifestamos por derechos comunes a todos los ciudadanos", se lamentaba recientemente Abdesamad, de 28 años, perplejo por el desapego entre el movimiento de protesta y las aspiraciones del pueblo.
Las reformas emprendidas por el rey Mohamed VI tras el estallido hace un año de las primeras protestas en las calles marroquíes parecen haber logrado desactivar el movimiento entre un pueblo que, a la vista de los disturbios que se repiten en Egipto, Yemen o Siria, temen ante todo la fitna o el caos interno, una de las mayores desgracias entre los musulmanes.
La falta de proyecto común entre jóvenes izquierdistas y corrientes salafistas que también apoyan la protesta se presenta en este instante como una de las mayores interrogantes para la supervivencia de este movimiento en el tiempo.