Sadako Monma, superviviente de Fukushima: "La radiación no se ve ni se siente, pero sigue ahí"
- Dirige una guardería en una zona de evacuación recomendada en Fukushima
- La principal tarea de ella y sus vecinos es descontaminar la tierra y el mobiliario
- Los que abandonaron su casa voluntariamente no cobrarán indemnización
Ver también: Especial Tsunami nuclear en Japón
Sadako Monma vive a 60 kilómetros de Fukushima Daiichi, la central que sufrió el mayor accidente nuclear de la historia de Japón hace casi un año. Dirige una guardería a la que ya solo asisten ocho niños. El resto se ha marchado. Sus familias han preferido huir a convivir con los altos niveles de radioactividad que todavía hoy se registran en las poblaciones cercanas a la instalación dañada.
"La radioactividad no se ve, no huele, no se siente, pero está ahí y no sabemos hasta cuándo", afirma Sadako. Su guardería está fuera del perímetro de exclusión obligatoria, fijado por el Gobierno en 20 kilómetros, pero dentro del área de evacuación recomendada. "Estamos en un lugar muy ambiguo, no sabemos si realmente estamos sometidos o no a radiación. La mayoría de la gente está muy preocupada. Cada uno debe tomar la decisión personal de marcharse o quedarse", añade.
Más de 150.000 personas tuvieron que abandonar sus hogares ante el desastre nuclear desencadenado el pasado 11 de marzo de 2011 cuando un terremoto y un tsunami asolaron la costa noreste de Japón. Otras 20.000 personas murieron.
Sadako es una de las supervivientes que ha contado su historia durante la presentación del informe de la ONG ecologista Greenpeace Las lecciones de Fukushima con motivo del primer aniversario del accidente. Otros nueve héroes anónimos ilustran la exposición fotográfica 'Shadowlands' inaugurada este martes en Madrid.
La descontaminación de las escuelas
La profesora ha explicado que una de las tareas a las que se enfrentan ahora los que decidieron quedarse en la prefectura de Fukushima es la descontaminación. En su guardería, el Gobierno se ha dado más prisa y ya ha retirado un edificio, arado la tierra y trasladado el mobiliario dañado, pero todavía hay muchas granjas privadas a la espera de comenzar los trabajos de descontaminación. Hasta el momento, las autoridades se han centrado preferentemente en retirar la capa superior de suelo de todos los patios escolares afectados.
Los bosques también debería ser talados", añade Sadako, que asegura que "el Gobierno actúa, pero no es tan rápido como la población quisiera y la angustia aumenta".
“Quienes permanecen en Fukushima, temen acabar en ciudades fantasmas“
No solo el temor a la radioactividad ha empujado a los habitantes de Fukushima a emigrar, sino también la falta de oportunidades. Las autorides niponas calculan que los 20 kilómetros que rodean a la central permanecerán inhabitables durante décadas y que 28 millones de metros cúbicos de suelo contaminado tendrá quen ser tratado durante centenares de años. Muchos agricultores ya no podrán volver a cultivar su tierra nunca más.
Como Sadako, quienes se han quedado en Fukushima temen acabar en ciudades fantasmas. La mayoría de los jóvenes se han marchado, pero "el apego de los mayores a sus tierras, a sus casas" es más fuerte que el miedo, explica. Son las fisuras generacionales de los pueblos evacuados.
Sin derecho a indemnización
"De los 150.000 desplazados, 100.000 fueron obligados por el Gobierno a marcharse, pero los 50.000 que huyeron horrorizados por la crisis no tienen derecho a indemnización ni ayuda del Gobierno", ha señalado el director ejecutivo de Greenpeace, Mario Rodríguez.
Sin embargo, los contribuyentes japoneses serán quienes paquen la mayor parte de los costes del accidente, que ascienden a los 650.000 millones de dólares (unos 500.000 millones de euros), "una cifra que se aproxima al coste de la crisis bancaria de las hipotecas de alto riesgo en Estados Unidos", recuerda Rodríguez.
La legislación japonesa obliga a TEPCO, la compañía propietaria de la central, a tener un seguro privado de 1.600 millones de dólares, insuficiente para cubrir el número de víctimas, y además la ley no estipula detalles prácticos ni normas sobre cómo solicitar la indemnización. Greenpeace afirma que la batalla por lograr la ayuda será "larga, amarga y enormemente insatisfactoria" para los afectadoas.
Durante este año un total de 573 muertes se certificaron como "relacionadas con el desastre" en los municipios afectados por la crisis nuclear y quedan "otros 29 casos pendientes".
A pesar de todo, Sadako asegura que seguirá en Fukushima mientras queden niños en su guardería. "Aunque solo hubiera uno mi deber es quedarme", afirma convencida, aunque reconoce que se plantea trasladar la escuela a una zona menos contaminada y donde los niños "puedan volver a jugar al aire libre" y sin miedo.