Obama y Romney se retan para las presidenciales
- El presidente de EE.UU. ataca por primera vez directamente al exgobernador
- Supone el reconocimiento de que es su rival inevitable
- Romney pasa de ser favorito a estar por detrás de un rival con más recursos
- Cautivar al voto del Tea Party sin perder a los independientes, su gran reto
Atacar a un adversario al llamarlo "darwinista social" para a renglón seguido burlarte de su elitismo por decir palabras como "maravilloso" puede ser, en realidad, una manera de reconocer que es alguien de quien, a partir de ahora, tienes que empezar a preocuparte.
Así lo interpretaron los periodistas estadounidenses el pasado martes cuando en un encuentro con el presidente de Estados Unidos, Barack Obama, éste se refirió por primera vez a uno de "mis potenciales oponentes, el gobernador Romney", en reconocimiento tácito de que tras su triple victoria en Washington D.C, Maryland y Missisipí, el líder mormón es casi 'de facto' su rival para las elecciones de noviembre.
La crítica a Romney era por su apoyo al proyecto de presupuestos presentado por el Congreso, en manos de los republicanos, que el líder demócrata ha atacado con dureza al considerar que en realidad es un "caballo de Troya" que trata de "imponer una visión radical de nuestro país".
"Los ataques que Obama están lanzando contra el congreso republicano, el presupuesto del congresista Ryan -un aliado de Romney que suena para vicepresidente- y Mitt Romney realmente aumentará la presión sobre Santorum, Gingrich y Paul para acabar sus campañas y redirigir sus ataques hacia el presidente", ha declarado a la web Politico el congresista republicano Tom Cole.
Más allá del significado de las palabras, en una campaña como la estadounidense tiene importancia tanto que aparezca un nombre en un discurso como su ausencia.
Sin nombrar a sus rivales
Así, en su discurso de victoria en Milwakee (Wisconsin), Romney no nombró a su principal rival, Rick Santorum, sino al propio Obama, convertido en el blanco de sus ataques más duros.
"En la sociedad centralizada del gobierno de Barack Obama, el Gobierno debe hacer más porque la economía está condenada a hacer menos. Cuando ataques a las empresas y vilipendias el éxito, lo que tienes es menos empresas y menos éxito", ha defendido.
En un tono optimista e incluso eufórico, Romney incluso se permitió ironizar: "El presidente Obama está haciendo un buen trabajo, no estoy bromeando. Hacen falta años volando en el Air Force One rodeado por un personal que te idolatra de verdaderos creyentes diciéndote que eres grande y que estás haciendo un buen trabajo para hacerte pensar que podrías llegar a perder un poco el contacto con la realidad".
Los retos de Romney
Sin embargo, el paso de ser el favorito en las primarias al aspirante contra Obama coloca a Romney en una posición en principio poco favorable.
Su rival viaja en el Air Force One, maneja la agenda política con mayor facilidad, tiene un poderío de financiación económico de su campaña superior incluso al suyo y, sobre todo, cuenta con un partido unido a sus espaldas que no cuestiona si es o no un auténtico demócrata.
Los ataques de la campaña de Obama contra Romney, visto desde el principio como el principal favorito, estaban planeados para comenzar en febrero, pero entonces algo pasó: el sector más conservador del partido mostró su rechazo a Romney y se empeñó en mantener a flote a Santorum
Para conseguir variar el rumbo, Romney ha tenido que virar su discurso a la derecha, lo que le ha granjeado las simpatías de líderes como el congresista Ryan, pero ha hecho que tenga que pronunciarse sobre temas que le alejan de algunos colectivos claves de votantes, fundamentalmente las mujeres y los independientes.
Santorum ha conseguido meter temas en la agenda como el aborto y los anticonceptivos, en los que se siente cómodo al ser un conservador social.
"Claramente es culpa de Santorum que la opinión favorable de Romney entre mujeres e independientes se venga abajo", ha considerado Cal Jillson, profesor de Ciencias Políticas de la universidad metodista del sur en declaraciones a Reuters.
Según una encuesta publicada por el USA Today y realizada por Gallup la distancia entre Obama y Romney es de cuatro puntos, el mayor margen desde que empezaron las primarias en enero. En el grupo de los independientes, que son los que deciden los comicios, el margen aumenta a ocho puntos.
El otro flanco por el que los demócratas van a atacar a Romney es el de la economía, donde teóricamente el favorito republicano se encuentra más cómodo por ser un hombre hecho a sí mismo y amasar una fortuna con una compañía de capital riesgo de Wall Street.
En este sentido, la campaña de Obama ya ha emitido su primer anuncio televisivo atacando a Romney por apoyar a las compañías petroleras.
Mucho por decidir
Los ataques de Obama por su apoyo al presupuesto del Congreso republicano -algo a lo que estratégicamente se veía obligado para lograr el respaldo del Tea Party- muestran el interrogante alrededor del cual con probabilidad girará buena parte de la campaña de reelección del presidente de EE.UU. : ¿Deberían confiar los votantes en que Romney, uno de los candidatos más ricos de la historia de EE.UU., sea justo con ellos en una era de desigualdad?
Para responder, Romney cuenta con una importante maquinaria publicitaria a través de su poderoso supercomité, con el que había recaudado 43 millones a finales de febrero por los 6,3 millones que había conseguido el de Obama.
Sin embargo, el presidente y el Partido Demócrata tienen otras vías de recaudación y en total tenían en su poder 322 millones de dólares a finales de febrero frente a los 75 millones de Romney, que si es elegido candidato podría acceder también a los 120 millones que tiene el Comité Nacional Republicano.
Pero más allá del dinero, temas coyunturales como el precio de la gasolina y, sobre todo, la evolución de una recuperación económica que aún es frágil y los datos del desempleo marcarán lo que ocurrirá dentro de siete meses en las presidenciales.
"El periodo de abril a noviembre es muy largo en la política americana", sentenciaba a Reuters Mark Brewer, profesor de Ciencias Políticas de la Universidad de Maine.